Berlioz, Hector - *Haroldo en Italia* op. 16 (45’)

Héctor Berlioz (1803-1869)

Haroldo en Italia op. 16

Haroldo en las montañas: escenas de melancolía, gozo y bienestar
Marcha de los peregrinos que cantan la plegaria vespertina
Serenata de un montañés en los Abruzos
Orgía de los bandidos; recuerdo de escenas precedentes

Una noche, hacia el final de 1833, la Sinfonía fantástica (1830, revisada en 1831-45) de Héctor Berlioz fue interpretada en un concierto en el Conservatorio de París. El público recibió la obra con ruidosa y entusiasta aprobación, lo que hizo muy feliz a Berlioz esa noche. Tiempo después, el compositor francés escribió en sus memorias:

Para coronar mi felicidad, después de que el público había salido, un hombre con una gran melena, ojos penetrantes, una mirada extraña y dura, un poseído del genio, un coloso entre gigantes a quien yo nunca había visto y cuya apariencia me conmovió profundamente, se hallaba solo, esperándome en la sala. Me tomó de la mano, me abrumó con sus elogios incendiando mi cabeza y mi corazón: era Paganini.

Poco tiempo después, el gran virtuoso genovés del violín Niccolò Paganini (1782-1940) visitó a Berlioz para encargarle una obra para viola solista y orquesta que quería tocar en una invaluable viola Stradivarius que por entonces poseía. Respecto al encargo, Berlioz escribió esto:

Traté de complacer al ilustre virtuoso escribiendo una pieza para viola solista, pero combinada con la orquesta de modo que no lastimara la expresión de la masa orquestal, porque estaba seguro de que Paganini, con su incomparable maestría, sabría cómo hacer de la viola el instrumento siempre dominante. Su propuesta era novedosa para mí, y muy pronto había desarrollado en mi cabeza una feliz idea, que estaba ansioso por realizar. El primer movimiento estaba ya completo cuando Paganini me pidió ver la partitura. Miró los silencios de la viola en el Allegro y me dijo: ‘No, así no es; hay demasiados silencios y yo debo estar tocando todo el tiempo.’ Entonces le contesté: ‘Se lo dije; lo que usted quiere es un concierto para viola, y usted es el único que puede escribirlo para su propio uso.’ Paganini no me respondió; parecía desilusionado y se fue sin hablar más de mi bosquejo orquestal.

A pesar de este desencuentro con Paganini, Berlioz siguió adelante con la composición de la pieza, a la que puso el título de Haroldo en Italia, en referencia a la fuente literaria, el poema romántico autobiográfico de Lord Byron (1788-1824) Peregrinaje de Childe Harold. El poema había sido escrito por Byron entre 1809 y 1811, principalmente durante un largo viaje que realizó en compañía de su amigo John Cam Hobhouse y que lo había llevado a Portugal, España, Malta, Albania y Grecia. Los melancólicos versos de Childe Harold, en los que Byron desnudaba su sensible y aventurero espíritu, causaron una gran sensación en Inglaterra al ser publicados en marzo de 1811. La lectura de los versos de Byron le dio a Berlioz una fuente de inspiración referida más al espíritu del poema que a su texto, ya que Haroldo en Italia no es, ni mucho menos, una ilustración de la poesía de Byron, sino una más de las extrapolaciones sonoras autobiográficas del propio Berlioz, en la misma vena que la Sinfonía fantástica y Lélio (1832). Tal y como ocurre en la Sinfonía fantástica, el primer tema de Haroldo en Italia aparece varias veces en la obra, hábilmente transformado por Berlioz en cada aparición. En la partitura original, Berlioz escribió una instrucción específica: que el solista debía colocarse bien al frente, cerca del público y separado de la orquesta. Si bien pudiera pensarse que esto se debía a razones acústicas, lo cierto es que Berlioz quería hacer del solista un auténtico héroe romántico, protagonista brillante de su discurso musical.

Así pues, a pesar de las dudas de Paganini, Haroldo en Italia fue estrenada en el Conservatorio de París en noviembre de 1834. Como era de esperarse, no fue Paganini el encargado del estreno, sino un violista desconocido llamado Chrétien Urhan. A pesar de ello, Paganini reconoció el genio de Berlioz y la calidad de la obra y le pagó al compositor francés la generosa suma de 20,000 francos, con la que Berlioz solventó sus gastos durante una buena temporada.

Desde su creación y hasta la fecha, Haroldo en Italia ha sido opacada por la fama y el prestigio de la Sinfonía fantástica, y muy probablemente hubiera pasado al olvido total de no ser por los esfuerzos de Serge Koussevitzki y Arturo Toscanini, quienes dirigieron la obra con frecuencia y la promovieron generosamente. Años después del estreno de Haroldo en Italia, en un gesto de clara admiración por Berlioz, Franz Liszt (1811-1886) transcribió la obra para viola y piano.

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