Rimski-Korsakov, Nikolai - Obertura de *La gran pascua rusa*

Nikolai Rimski-Korsakov (1844-1908)

Obertura La gran pascua rusa, Op. 36

Dice la historia que allá por el siglo IX el pueblo ruso fue incorporado al cristianismo bajo la tutela de un obispo de Bizancio. Con el paso del tiempo, la joven Iglesia Ortodoxa Rusa pasó a depender directamente del patriarcado bizantino. Entre el siglo XII y el siglo XV, cuando Rusia estuvo bajo el yugo mongol, la Iglesia Ortodoxa Rusa tuvo una posición de privilegio, llegando incluso a obtener una dispensa especial del pago de impuestos, tal y como lo han tratado de lograr con mayor o menor éxito muchas otras iglesias a lo largo de la historia. Durante ese período, la Iglesia Ortodoxa Rusa se solidificó, y creció la vida monástica. Hacia el siglo XVII se dio la primera de las grandes crisis entre la iglesia y el estado ruso. El efecto neto de esa crisis fue la creciente sumisión de la iglesia ante el estado; a la larga, bajo el imperio del zar Pedro el Grande, el estado ruso acabó por subyugar casi por completo a la Iglesia Ortodoxa Rusa. El gran rompimiento de nuestro tiempo se dio, como era de esperarse, cuando la revolución de 1917 acabó con la era de los zares. Se dio entonces la tajante separación de la iglesia y el estado, se expropiaron y nacionalizaron todas las posesiones eclesiásticas y vino una época de brutales persecuciones, a partir de la cual nunca ha podido repararse la difícil relación de las jerarquías religiosas con las burocracias gubernamentales en lo que fue la Unión Soviética. En la actualidad se da una tensa y difícil convivencia estado-iglesia, dominada enteramente por el aparato gubernamental, al interior de una sociedad en la que se practica el ateísmo militante. Los conocedores de la materia indican que la Iglesia Ortodoxa Rusa cuenta actualmente con el apoyo activo o pasivo de una cuarta parte de la población de la ex-Unión Soviética.

Este breve preludio religioso-político sobre la Iglesia Ortodoxa Rusa permite entrar de lleno en el asunto de la obertura La gran pascua rusa, que no sólo es una de las mejores obras de Nikolai Rimski-Korsakov, sino también una de las más brillantes oberturas de concierto de todo el repertorio. Sería correcto decir que, como en la mayoría de las obras de Rimski-Korsakov, la brillante e inteligente orquestación ayuda enormemente al éxito de la pieza, pero sería una verdad a medias ya que la obertura, además de sus evidentes y llamativas cualidades en lo que se refiere al color orquestal, es una interesante muestra de la capacidad melódica, armónica y narrativa del compositor, así como de su mano maestra para las combinaciones rítmicas, en particular cuando se trata de alternar ritmos diferentes en secciones contiguas de la obra. La fuente principal de esta obra se halla en las melodías de la liturgia de pascua de la Iglesia Ortodoxa Rusa, tal y como fueron escuchadas por Rimski-Korsakov.

Respecto a la posible orientación religiosa de esta obra, es pertinente aclarar que, por una parte, Rimski-Korsakov no profesaba religión alguna, habiendo adoptado una saludable posición agnóstica, y por la otra, los ritos y las músicas a que esta obra se refiere son parcialmente cristianos y parcialmente paganos, relacionados vagamente con la acción de gracias por el nacimiento del nuevo sol. Los viajes realizados por el marinero Rimski-Korsakov en su calidad de oficial e inspector de las bandas de la marina rusa le despertaron el interés por la historia y sus rituales, y las melodías de la pascua rusa le atrajeron profundamente desde su primer contacto con ellas. Mucho se ha dicho y escrito respecto a la evidente excelencia de la orquestación de esta obra, pero nada más apropiado que las palabras del propio compositor, extraídas del prefacio a su libro Principios de orquestación:

Es un gran error decir que tal compositor es buen orquestador o que tal composición está bien orquestada, porque la orquestación es parte del alma misma de una composición. Una obra es pensada en términos de la orquesta, y algunos colores orquestales son inseparables de ella en la mente del compositor, y le pertenecen desde el nacimiento mismo de la composición.

Este breve párrafo deja ver claramente que para Rimski-Korsakov la buena composición y la buena orquestación son inseparables, y ello es evidente en La gran pascua rusa, en donde es posible hallar una bella cadencia para el violín solo, que representa la atmósfera solemne que precede a la celebración de la pascua. Varios episodios de distinto ambiente y ritmos contrastantes ofrecen una visión de la variedad ritual de la pascua rusa y, en medio de todo ello, se escucha la solemne y poderosa voz del trombón que simboliza la voz del cantor de la liturgia de pascua. A esta voz responden, con los mismos materiales melódicos, las cuerdas, que juegan el papel de los fieles en esta parte de la obertura que es una especie de responsorio orquestal. Un empleo continuo de los metales y un inteligente complemento a cargo de las percusiones llevan a la obra hacia una conclusión brillante y espléndida, digna de cualquier rito, cristiano o pagano.

En el catálogo de Rimski-Korsakov hay solamente dos oberturas: la Obertura sobre temas rusos de 1866, revisada y re-orquestada en 1879-80, y La gran pascua rusa, que fue compuesta en el año de 1888, mismo año que vio el nacimiento de la más famosa de las partituras del compositor ruso: Scheherazada. La obertura de concierto La gran pascua rusa fue estrenada ese mismo año de 1888 bajo la batuta del compositor, en un concierto ofrecido en San Petersburgo por la Sociedad Rusa de Música.

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