Mozart, Wolfgang Amadeus - *Una broma musical*, K.522

Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791)

Una broma musical, K.522

Allegro
Menuetto: Maestoso
Adagio cantabile
Presto

WOLFGANG AMADEUS MOZART (1756-1791)

Una broma musical, K. 522
Allegro
Menuetto: Maestoso
Adagio cantabile
Presto

Numerosos melómanos tienden a creer que toda la música clásica (o música de concierto, para entendernos mejor) es, solo por ser clásica, automáticamente buena. Sin embargo, la crítica y la musicología, así como el oído educado de algunos conocedores, han demostrado que en la época clásica (la de Franz Joseph Haydn (1732-1809), Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), el período temprano de Ludwig van Beethoven (1880-1827) y sus contemporáneos) se compuso mucha música absolutamente insulsa. En efecto, en los catálogos de muchos compositores muy menores abundan las obras que no son más que talacha de relleno, es decir, obras medianamente eficaces compuestas más o menos de acuerdo con la técnica y el lenguaje del momento, pero totalmente vacías de invención, gracia, ingenio, innovación o expresión. Y si alguien sabía la diferencia entre esta música olvidable y la verdadera música, ese era Wolfgang Amadeus Mozart. Es bien sabido que Mozart siempre estuvo consciente de los alcances de su talento y de su maestría en la composición; por lo mismo, es lógico suponer que estaba igualmente consciente de las limitaciones de la mayoría de sus colegas. De ello hay pruebas numerosas en su correspondencia y en diversos testimonios de la época, pero la mejor afirmación al respecto fue hecha por Mozart en una deliciosa pieza titulada Una broma musical.
Un par de semanas después de la muerte de su padre, ocurrida en Salzburgo el 28 de mayo de 1787, Mozart concluyó un divertimento en cuatro movimientos al que puso por título Ein musikalischer Spass (Una broma musical) y que fue ingresado en su catálogo con la fecha del 14 de junio de ese año. Al parecer, Mozart había comenzado a trabajar en esta curiosa pieza desde 1785, y algunos especialistas afirman que el compositor la terminó como un homenaje póstumo a su padre, quien era tan intolerante como él con los torpes compositores de los que vivía rodeado. Concebida originalmente para cuarteto de cuerdas y dos cornos, Una broma musical es conocida con el título alternativo de Sexteto de músicos de pueblo (Dorfmusikanten-Sextett en alemán). En sus cuatro divertidos movimientos, Mozart acumula un sorprendente catálogo de lugares comunes y torpezas musicales, aludiendo con ello a toda esa música chatarra que circulaba en su tiempo. Además de estos lugares comunes y torpezas melódicas, rítmicas y armónicas, Mozart introduce numerosas notas falsas en los cornos, particularmente en el Minueto, y propone para la coda del Presto final una auténtica cacofonía para los seis instrumentos, a la que se llega después de que los pobres músicos han tenido que lidiar (y fracasar) ante una fuga que no llega a ningún lado. Hay, además, una cadenza escrita para violín solo, sin duda la cadenza más atroz jamás creada. La suma de todos estos elementos da como resultado una obra que, si en la superficie es muy divertida, tiene en su cimiento una áspera crítica de Mozart hacia tantos compositores de segunda y tercera clase que, además de componer música horrible, tuvieron más suerte, más fama y más ingresos que el propio Mozart. Ahora bien, hay quienes afirman que este divertido sexteto de Mozart no es una burla ni una caricatura de los malos músicos, ya que se requiere una sólida técnica para interpretarla; se dice incluso que es más difícil para un buen músico tocar notas falsas que notas correctas. Y para hacer que este asunto sea más divertido, algunos musicólogos han afirmado que esta deliciosa obra nada tiene que ver con la percepción de Mozart sobre sus contemporáneos, sino que es una versión musical del canto un tanto anárquico (y en ocasiones “desafinado”) del estornino, un ave a la que Mozart apreciaba particularmente. Una broma musical (que suele tocarse con más frecuencia con la cuerda completa más los dos cornos) fue publicada por el editor Johann Anton André en la ciudad de Offenbach hacia 1801, en una edición ilustrada
Y puesto que Una broma musical es una obra cabalmente lúdica, me parece propio concluir este texto con una anécdota realmente divertida. Allá por la lejana década de los 1980s, cuando era director artístico de la Orquesta Sinfónica del Estado de México, Eduardo Diazmuñoz organizó varias series de conciertos didácticos que fueron realmente exitosas y me invitó a colaborar con él en los guiones de los programas y la narración de los conciertos. Uno de esos programas llevaba por título y tema El humor en la música y, claro, incluía fragmentos de Una broma musical. Después de mi larga explicación sobre los “errores” (es decir, las notas falsas) incluidos por Mozart en el Minueto de la obra, el director levantó su batuta y dirigió este movimiento. ¡Cuál no sería su sorpresa cuando los dos cornistas de la OSEM, sin previo aviso, tocaron las notas “correctas” del Minueto! O sea, broma sobre broma. Yo solté una sonora carcajada y el maestro Diazmuñoz sufrió un leve ataque de pánico. Se volvió hacia el público para explicar que esas notas correctas en realidad eran equivocadas, y que los cornistas le habían jugado chueco. En fin, ya se imagina usted, lector, la confusión y el desorden consecuentes, que después de todo le iban muy bien a un concierto sobre el humor en la música. Aclarada la segunda broma (la de los cornistas, no la de Mozart), Eduardo Diazmuñoz y la OSEM atacaron de nuevo el minueto de Una broma musical y, ahora sí, tocaron las notas equivocadas… es decir, las notas correctas. ¿Queda claro?

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