López-Reynoso: El año 1905

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Ilustración sobre el concierto

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Carlos Chávez
Chacona en mi menor (7')
(original de Dietrich Buxtehude, orquestada por Chávez)

Manuel de Falla
Suite No. 2 de El sombrero de tres picos (12')
Danza del vecino - Seguidilla
Danza del molinero - Farruca
Danza final - Jota

INTERMEDIO

Dmitri Shostakovich
Sinfonía No. 11 en sol menor, Op. 103, El año 1905 (55')
La plaza del palacio
Nueve de enero
Eterno recuerdo
Alarma

Iván López-Reynoso, director huésped

Iván López Reynoso
Director(a)
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Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México - Un momento en el ensayo 15.10.15, Iván López-Reynoso

por Juan Arturo Brennan

Carlos Chávez (1899-1978)

Chacona en mi menor
(original de Dietrich Buxtehude, orquestada por Chávez)

De origen danés, Dietrich Buxtehude (1637-1707) es recordado hoy fundamentalmente como un gran organista. Hacia 1657-1658 se le encuentra en la Iglesia Mariana de Helsingborg, Suecia, como organista titular, posición que antes había ejercido su padre. Sin embargo, no fue sino hasta diez años más tarde que Buxtehude accedió a la posición que le dio fama en su tiempo. En 1668 se convirtió en organista principal de la Iglesia Mariana en Lübeck, como sucesor de Franz Tunder. Uno de los detalles más curiosos de la historia de la música en aquel tiempo tiene que ver precisamente con el ascenso de Buxtehude a esta posición. El organista y compositor asumió el cargo en Lübeck en abril de 1668 y en agosto de ese mismo año se casó con la hija de Tunder (quien había muerto en 1667), no tanto por gusto o por amor, sino porque una de las cláusulas de su contrato así lo exigía. Años más tarde, cuando Buxtehude pensó en retirarse, dos ilustres músicos alemanes visitaron Lübeck con la intención de sucederlo en el puesto: Georg Friedrich Händel (1685-1759) y Johann Mattheson (1681-1764). Sin embargo, ninguno de los dos se decidió a solicitar oficialmente el puesto de Buxtehude ya que, siguiendo con la tradición, el contrato exigía que el elegido se casara con una hija de Buxtehude. Al parecer, las damiselas no eran particularmente atractivas, ya que tanto Händel como Mattheson regresaron prontamente a sus lugares de origen.

La fama de Buxtehude como organista era tal que en una ocasión Juan Sebastián Bach (1685-1750) pidió a uno de sus patrones una licencia de cuatro semanas para ir a Lübeck a escucharlo. Después de caminar los 350 kilómetros que lo separaban de Lübeck, Bach quedó tan impresionado con la capacidad artística de Buxtehude en el órgano que prolongó su estancia por cuatro meses. Por cierto, Bach también rechazó la cláusula matrimonial cuando tuvo la idea de convertirse en sucesor de Buxtehude. El caso es que la técnica organística de Buxtehude y sus composiciones para el órgano tuvieron una profunda influencia en la música de Bach.

En el año de 1937, fascinado por la maestría contrapuntística de la Chacona en mi menor de Buxtehude, compuesta originalmente para órgano, Carlos Chávez se dio a la tarea de transcribirla para orquesta, y de hecho realizó dos versiones de su transcripción, una para pequeña orquesta y la otra para orquesta sinfónica, que es la que suele interpretarse en las salas de conciertos. La versión pequeña de la Chacona pide dos flautas, un oboe, un clarinete, dos fagotes, dos cornos, dos trompetas, dos trombones y cuerdas, mientras que la versión grande exige cuatro flautas, tres oboes, cuatro clarinetes, tres fagotes, cuatro cornos, cuatro trompetas, tres trombones, una tuba, timbales y cuerdas. En el programa de mano del concierto en el que se estrenó la versión orquestal de Chávez a la Chacona de Buxtehude, el compositor mexicano escribió un pequeño ensayo titulado Dos maestros abuelos, en el que se refiere a Bach y a Buxtehude. De ese texto son las líneas siguientes, que explican claramente el atractivo que la música barroca tenía para Chávez:

En Dietrich Buxtehude culminaban gloriosamente el arte y el saber desarrollados y acumulados durante los siglos por la iglesia. En las composiciones del gran maestro de Lübeck encontramos, casi pudiéramos decir exactamente, el mismo sentido instrumental y el mismo concepto de equilibrio de sonoridades que pueda tener un gran sinfonista de hoy día. La orquesta moderna y el órgano no son siempre necesariamente equivalentes; la verdad es que, en caso dado, la orquesta puede hacer lo que el órgano y el órgano, a su vez, puede hacer lo que la orquesta. Está aquí también presente nuestra admiración al hombre, a su severidad, a su actitud reservada y tranquila ante la vida, a su impulso elevado y constructivo.

Respecto a la forma musical abordada en esta obra por Buxtehude y transcrita por Chávez, se puede decir que la chacona nació originalmente como una forma de danza lenta en compás ternario, cuya característica principal radica en que una melodía o un patrón armónico son repetidos constantemente en la parte del bajo, de manera cíclica, y sobre esta parte se construye una serie de variaciones. En este sentido, la chacona es una forma musical muy cercana a la passacaglia. En cuanto a la Chacona en mi menor de Buxtehude, una antigua nota discográfica contiene esta descripción:

La Chacona en mi menor es una serie de 31 variaciones derivadas del mismo patrón armónico. La mayoría están organizadas en pares, la segunda siendo una repetición exacta de la primera. La misma melodía en el bajo se presenta en las primeras diez variaciones y, a partir de la undécima, el patrón armónico es dividido en configuraciones que ya no incluyen la parte del bajo en su forma original.

L,a versión orquestal de Chávez a la Chacona de Buxtehude fue estrenada el 14 de septiembre de 1937 en el Teatro de Bellas Artes por la Orquesta Sinfónica de México dirigida por el propio Chávez, en un programa que incluía el Primer concierto de Brandenburgo de Bach, un Concerto grosso de Vivaldi, la suite Caballos de vapor de Chávez y Los pinos de Roma de Respighi. Indudablemente, Chávez logró en esta transcripción una de sus partituras más nobles y emotivas, y dejó en evidencia la lucidez de su pensamiento musical y la eficiencia de su escritura orquestal.

Manuel de Falla (1876-1946)

Suite No. 2 de El sombrero de tres picos
Danza del vecino - Seguidilla
Danza del molinero - Farruca
Danza final - Jota

En marzo de 1833 nació en Guadix, provincia de Granada, España, Pedro Antonio de Alarcón, personaje que con el paso del tiempo habría de convertirse en un famoso escritor. Hacia 1857 su reputación como poeta y periodista estaba bien establecida, pero en ese año su obra teatral El hijo pródigo fue silbada por el público y Alarcón decidió hacer una pausa en su agitada carrera de escritor. Para descansar del público y sus rechiflas, se alistó como voluntario para luchar en la campaña de Marruecos en 1859-60. De esta experiencia obtuvo material para su interesante Diario de un testigo de la guerra en África. A su regreso a España Alarcón retomó la carrera de periodista y se afilió a la causa liberal, pero al paso de los años los vaivenes ideológicos arruinaron su carrera política. Como novelista, Alarcón creó obras importantes como El final de Norma, El escándalo, El niño de la bola y La pródiga. El estilo vívido y pintoresco de la prosa de Alarcón suele hallar de vez en cuando el obstáculo de la retórica excesiva, característica del romanticismo literario español. Pedro Antonio de Alarcón murió en Valdemoro, cerca de Madrid, en 1891, y hasta la fecha se le recuerda principalmente por su novela El sombrero de tres picos, sobre la cual Manuel de Falla habría de crear una de sus mejores obras musicales.

Después de haber escuchado la evocativa partitura de Noches en los jardines de España, el empresario ruso Serge Diaghilev sugirió a Falla la idea de hacer un ballet sobre la obra. Sin embargo, el compositor respondió con una propuesta alternativa: escribir una partitura especial para el proyecto escénico de Diaghilev. Atraído desde tiempo atrás por la novela de Alarcón, Falla encargó el libreto del ballet a Gregorio Martínez Sierra. La obra, concebida originalmente como una pantomima, llevó por título provisional El Corregidor y la molinera, pero cuando Falla y Martínez Sierra transformaron su trabajo en un ballet, se tomó la decisión de respetar el título original de la novela de Alarcón. En este proceso de transformación, Falla convirtió el pequeño grupo de cámara original en orquesta sinfónica y añadió algunas piezas que no estaban en la partitura de la pantomima. El libreto del ballet, muy apegado al original literario, nos pinta a un magistrado gruñón y prepotente, el Corregidor, que además se las da de galán y seductor, en sus afanes por lograr los favores de la bella esposa del molinero. Sin embargo, sus esfuerzos son frustrados por la acción concertada de los demás personajes de la obra. Después de que la bella molinera baila una sensual danza con un racimo de uvas para tentar al Corregidor, el molinero y los vecinos realizan sus propias danzas y, como conclusión de una serie de escenas muy divertidas, el Corregidor es arrojado al río, donde se le bajan los humos y se enfría su ardor.

La música de El sombrero de tres picos fue estrenada en el Teatro Eslava de Madrid el 7 de abril de 1917, y como ballet, la partitura de Falla fue bailada por primera vez en el Teatro Alhambra de Londres el 22 de julio de 1919, bajo la dirección de Ernest Ansermet. Como fue el caso con los ballets de Stravinski, El sombrero de tres picos fue dado a conocer por una verdadera constelación de estrellas. Los diseños fueron realizados por Pablo Picasso, la coreografía fue de Leonid Massine y los papeles principales del ballet fueron bailados por el propio Massine y Tamara Karsavina. El estreno del ballet El sombrero de tres picos fue muy exitoso y la compañía de Diaghilev llevó el ballet a Madrid, a París y a Berlín, ciudades en las que fue bien recibido por el público y por la crítica. De la partitura del ballet, Falla extrajo dos suites de concierto que agrupan diversos números de la continuidad dancística original:
Suite No. l:
Introducción - Atardecer
Danza de la molinera - Fandango
El Corregidor
Las uvas

Suite No. 2: Danza del vecino - Seguidilla
Danza del molinero - Farruca
Danza final - Jota
Como en otras obras suyas, Falla tomó algunas danzas populares como modelo para sus piezas de ballet. En la Segunda suite, alude a tres formas bailables de características altamente individuales. En la Danza del vecino, el modelo es la seguidilla, una danza específicamente gitana de la que pueden hallarse variedades regionales como la seguidilla murciana y la seguidilla manchega, y una estrecha relación con el ritmo de sevillanas. En su forma original, la seguidilla va precedida de cuarto acordes introductorios de la guitarra y está construida sobre frases melódicas que suelen iniciarse en la cuarta corchea de un compás de 3/4. La Danza del molinero está basada en la farruca, una forma que se originó en el norte de España y que llegó a Andalucía con los trabajadores itinerantes que viajaban al sur para laborar como freidores de pescado o taberneros. La farruca tiene un patrón rítmico de cuatro tiempos similar al de la soleá, que suele desarrollarse en doce tiempos. Originalmente la farruca era bailada sólo por hombres, y más tarde su uso se generalizó. De raíces celtas y fuerte sabor folklórico, la farruca es una danza sobria, lenta y ceremoniosa que en los últimos tiempos ha caído en desuso. La jota que Falla utiliza como fuente para la Danza final es una forma típica de Aragón, pero también es posible hallarla en Castilla, Valencia, Galicia y Andalucía. Se trata de una danza rápida en compás ternario, que se desarrolla sobre frases de cuatro compases.
Además de utilizar estas danzas populares como fundamento de la partitura de El sombrero de tres picos, Falla usó también diversas melodías de corte folklórico a lo largo de la obra, logrando a través de ellos muy buenas caracterizaciones de los personajes y las situaciones del ballet, asignando a cada uno de ellos un leitmotiv al estilo de Richard Wagner. En un artículo publicado en La Habana en 1930, el escritor y crítico musical Alejo Carpentier escribió lo siguiente:

Después de Noches en los jardines de España y El amor brujo, producciones aún llenas de impresionismo, dígase lo que se diga, Manuel de Falla supo darnos el nervioso, agudo y personalísimo Sombrero de tres picos, mostrándonos a un Falla capaz de sonreír y de ser humorista en profundidad.

Por cierto, ese humor original de la novela de Alarcón atrajo la atención de más de un compositor. En 1896, más de 20 años antes del estreno del ballet de Falla, se estrenó en Mannheim la ópera El Corregidor de Hugo Wolf (1860-1903), basada en el mismo texto que el ballet del compositor español.

Dmitri Shostakovich (1906-1975)

Sinfonía No. 11 en sol menor, Op. 103, El año 1905
La plaza del palacio
Nueve de enero
Eterno recuerdo
Alarma

En 1905 transportaban en un trineo una pila de niños asesinados. Los niños habían estado sentados en los árboles, mirando a los soldados, y los soldados les dispararon sólo por diversión. Luego los cargaron en el trineo y se los llevaron. Un trineo cargado con niños muertos. Y los niños muertos sonreían. Los habían matado tan repentinamente que no habían tenido tiempo de asustarse. Un niño había sido destrozado con bayonetas. Cuando se lo llevaron, la multitud pidió armas. Nadie sabía qué hacer con ellas pero la paciencia se estaba acabando. Creo que muchas cosas se repiten en la historia de Rusia. Yo quise mostrar esta recurrencia en mi Sinfonía No. 11. La escribí en 1957 y trata temas contemporáneos, aunque su título sea 1905. Se refiere al pueblo que ha dejado de creer porque la copa del mal se ha derramado.

Con estas palabras, Dmitri Shostakovich describe sus impresiones sobre un acontecimiento histórico que sirvió como inspiración para la undécima de sus quince sinfonías, una partitura especialmente dramática y poderosa.

El 9 de enero de 1905 la ciudad de San Petersburgo fue escenario de un episodio importante de la historia rusa. Ese día, un numeroso contingente de obreros huelguistas marchó por la ciudad hacia la plaza del palacio, en lo que debió ser el inicio de una revuelta popular. La revuelta no tuvo éxito, ya que la guardia del palacio masacró a los obreros en uno de los episodios más brutales de la historia de la Rusia imperial. Para conmemorar este hecho histórico, Shostakovich compuso su Sinfonía No. 11, a la que puso por título el año en que ocurrieron los acontecimientos. Se trata de una sinfonía programática de principio a fin, cada uno de cuyos movimientos tiene una intención narrativa muy precisa. El primero es una descripción de la plaza del palacio al amanecer, en un clima tenso y cargado de presagios. El segundo movimiento es la narración de la llegada de los obreros a la plaza y de la brutal represión de la guardia imperial. El tercero es un canto de luto por las víctimas, y el cuarto es, al mismo tiempo que el recuerdo heroico de los obreros masacrados, una señal de advertencia sobre la inminente caída del régimen zarista. Las campanas finales parecen tocar a muerte por la dinastía de los Romanov.

El primer movimiento de la Sinfonía No. 11 de Shostakovich se inicia con la descripción sonora de un ambiente frío, tenso y ominoso. Oscuros timbales y lejanos toques de trompeta (luego imitados por el corno) colorean la orquestación. Una melodía lírica de origen evidentemente popular es presentada por las flautas. Durante el resto del movimiento, Shostakovich desarrolla y yuxtapone estas ideas, siempre en un ambiente sonoro desolado. El segundo movimiento es de carácter agitado y nervioso, y hay aquí reminiscencias de las llamadas de trompeta del movimiento anterior. Sobre todo en su primera parte, este es un movimiento de colores oscuros y densos. Después, Shostakovich retoma el material sonoro del inicio del primer movimiento, para luego dar paso a un episodio aún más agitado, donde se mezclan lo marcial, lo brutal y lo agresivo. Súbitamente, vuelve la tensa calma del inicio de la sinfonía. El tercer movimiento es un gran adagio, más austero que dramático, expresión de un luto contenido y sobrio. Guiado al inicio por las cuerdas, el movimiento presenta más tarde oscuros corales en los metales y algunos episodios de corte heroico, para concluir como al inicio. El último movimiento es vivo, enérgico y dramático en sus primeras páginas, con numerosos e importantes acentos de la percusión. Hay un episodio central que retoma, una vez más, el ambiente del principio de la obra, seguido de una larga y bella melodía en el corno inglés que contiene reminiscencias de temas anteriores. Vuelve la agitación inicial, aún más poderosa, y la sinfonía concluye en un ambiente de gran energía acentuado por las campanas.

El carácter narrativo de la Sinfonía No. 11 de Shostakovich es reafirmado por el empleo de numerosos temas con asociaciones específicas. Así, en el primer movimiento aparecen fragmentos de una canción de prisioneros y de la canción folklórica El hombre arrestado. En el segundo movimiento, el compositor cita un par de melodías de su ciclo Diez poemas para coro sin orquesta. El tercer movimiento tiene como su tema principal la canción popular Cayeron como víctimas, mientras que en el cuarto el compositor cita las canciones revolucionarias Varshavianka y Sufrid, tiranos. En efecto, los tiranos sufrieron. Aunque la revuelta de 1905 fue sofocada completamente, permaneció como el germen de lo que años después, en 1917, habría de convertirse en la revolución socialista que terminó con la dinastía Romanov. La Sinfonía No. 11 de Shostakovich se estrenó en Moscú el 30 de octubre de 1957, bajo la dirección de Nathan Rakhlin.

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