Juan Arturo Brennan
JEAN SIBELIUS (1865-1957)
Sinfonía No. 6 en re menor, Op. 104
Allegro molto moderato
Allegretto moderato
Poco vivace
Allegro molto
Entre las muchas cosas que dicen que dijo Jean Sibelius, dos son especialmente relevantes para comprender su pensamiento musical y, en especial, su pensamiento sinfónico. La primera de ellas fue pronunciada por el gran compositor finlandés durante un encuentro (histórico, sin duda) que sostuvo en Helsinki con su colega Gustav Mahler (1860-1911). En esa ocasión, mientras discutían amigablemente sobre sus respectivas concepciones sinfónicas, Mahler decía que una sinfonía debía ser como el mundo, y contenerlo todo. Por el contrario, decía Sibelius, una sinfonía no debía ser más que una construcción perfecta de arquitectura musical pura. Es evidente que la postura de ambos es perfectamente defendible a la luz del desarrollo histórico de la sinfonía, como es también evidente que cada uno de ellos se mantuvo fiel a su propia idea sinfónica. La segunda afirmación de Sibelius se refería a la diferencia que percibía entre su lenguaje orquestal y los de sus contemporáneos. Decía Sibelius:
Mis colegas se dedican a ofrecer al mundo una gran variedad de cocteles de todos colores. Yo, a mi vez, ofrezco solamente la más pura agua de manantial.
Sin duda, se trata de una de las metáforas más precisas de la historia de la música. En efecto, la música de Sibelius (y de manera particular su música orquestal) se caracteriza por una gran austeridad tímbrica y por una claridad singular. Esto no quiere decir, ni mucho menos, que las sinfonías de Sibelius tengan un atractivo meramente formal; por el contrario, uno de sus principales aciertos está precisamente en la riqueza sonora lograda por el compositor sin recurrir a los efectos sonoros y a los excesos de orquestación que solían ser usuales en las obras sinfónicas de muchos de sus contemporáneos. Es probable que esa austeridad sonora tenga sus momentos más puros en las sinfonías Cuarta y Sexta de Sibelius.
Los historiadores suelen mencionar el hecho de que Sibelius abordó la creación de la Sexta sinfonía teniendo muy presente la profunda impresión que le había causado la audición de la Quinta sinfonía de Anton Bruckner (1824-1896). En particular, Sibelius se refirió a la profundidad de concepto y expresión y al sentido religioso de la obra de su ilustre colega austriaco. Y, de hecho, en sus propios términos, Sibelius logró impartir algo de esa profundidad a su Sexta sinfonía. En una carta fechada en 1918, Sibelius daba noticia de las ideas que lo animaban por entonces a concebir, casi a la manera de una trilogía, sus sinfonías Quinta, Sexta y Séptima. Escribía Sibelius:
Mis nuevas obras están planeadas y bosquejadas en parte. La Quinta sinfonía, en una nueva forma, prácticamente condensada de nuevo; trabajo en ella a diario. La Sexta es de un carácter salvaje y apasionado. Sombría con contrastes pastorales. Probablemente en cuatro movimientos con el final elevándose en un sombrío rugido de la orquesta, en el que se ahoga el tema principal. La Séptima sinfonía. Gozo de vivir, vitalidad, con pasajes appassionato. En tres movimientos, el último de ellos un rondó helénico. Todo esto, con las reservas del caso...
Este fragmento de la correspondencia de Sibelius es particularmente interesante por lo que revela de sus procesos creativos. ¿Forman en realidad una trilogía coherente sus tres últimas sinfonías? ¿O son tan distintas e independientes como las otras cuatro de su catálogo? Las opiniones sobre este punto divergen, pero lo más interesante del texto citado es el hecho de que, finalmente, la Sexta sinfonía de Sibelius sólo conservó el carácter pastoral mencionado por el compositor. Nada hay de salvaje ni apasionado en ésta, la más equilibrada de todas sus sinfonías. Tampoco se materializaron los rugidos orquestales que el compositor preconizaba, aunque sí es posible hallar numerosos pasajes sombríos. El esquema en cuatro movimientos, aparentemente tradicional, representa otro de los fascinantes espejismos formales de Sibelius. Como en otras de sus sinfonías, la presencia de motivos de un movimiento en los otros imparte un sólido sentido de unidad a la obra. Desde el punto de vista armónico, la sinfonía es especialmente atractiva por el planteamiento modal que aparece en varios puntos importantes del desarrollo. Sobre este punto, hay quienes afirman que estas incursiones en la armonía modal constituyen la referencia directa a la música de Bruckner, mientras que otros afirman que por esas fechas Sibelius se hallaba particularmente interesado en la música de Giovanni Pierluigi da Palestrina (ca. 1525-1594), cuya influencia pudo haber motivado esas referencias a lo modal. A pesar de que la Sexta sinfonía de Sibelius no ha alcanzado la popularidad de la Segunda o la Quinta, ha sido defendida (con plena justicia) por numerosos analistas. Entre ellos, David Cherniavsky, quien dice lo siguiente:
La Sexta sinfonía es la etapa final de la búsqueda, o del encuentro espontáneo, de la unidad total.
A su vez, Ralph Wood se refiere a la obra en estos términos:
Un deslumbrante despliegue de una técnica tan personal y tan segura que sus logros mismos están ocultos en su maestría y en su síntesis total con su materia musical.
La Sexta sinfonía de Jean Sibelius se dio a conocer en 1923. El estreno se realizó en Helsinki el 19 de febrero de ese año, bajo la dirección del propio Sibelius. Poco después del estreno, Sibelius viajó a Italia para dirigir su Segunda sinfonía en Roma y entró de lleno a la elaboración de su Séptima sinfonía, que habría de ser la última de su catálogo.