Juan Arturo Brennan
WOLFGANG AMADEUS MOZART (1756-1791)
Quinteto para corno y cuerdas en mi bemol mayor, K. 407
(Allegro)
Andante
Rondo. Allegro
Las obras de cámara para ensambles mixtos que compuso Wolfgang Amadeus Mozart son deliciosas joyas musicales en las que se conjugan felizmente algunas de las mejores virtudes de su música. Por una parte, pertenecen cabalmente al mundo expresivo intimista y refinado que caracteriza a sus mejores cuartetos de cuerda. Por otra parte, en las obras de esta parte de su catálogo en la que están presentes los instrumentos de aliento, Mozart dejó pruebas irrefutables, por si hicieran falta, de su maestría en la escritura para los alientos, maestría que se hace evidente también en sus conciertos, serenatas y divertimentos. Finalmente, en aquellas de sus obras camerísticas en las que incluyó al piano, Mozart supo equilibrar con sabiduría la presencia sonora y estructural del teclado, su instrumento predilecto, con el rol asignado a los otros instrumentos. De la combinación de estos atributos con la inagotable invención melódica de Mozart y su infalible sentido armónico surgieron obras entrañables y luminosas que permanecen, hasta nuestro tiempo, como cimas incomparables en su género.
La espléndida música concebida por Mozart para el corno solista tuvo como destinatario a Ignaz Leutgeb (1732-1811), quien además de ser un destacado cornista y buen amigo de Mozart, dedicaba parte de sus horas hábiles a la venta de quesos. La amistad entre Mozart y Leutgeb debió ser particularmente cercana y entrañable, a juzgar por las muestras que de ella nos han llegado. En la partitura de uno de sus conciertos para corno, Mozart escribió las notas con tintas de varios colores, para diversión de su amigo. Es posible encontrar, también, cómicas indicaciones de expresión y expresiones de ánimo para el esforzado cornista; y por si fuera poco, en la dedicatoria de una de sus obras al ilustre intérprete, el compositor escribió que, en esa fecha, “se compadeció de Leutgeb, un burro, tonto y bufón”.
Leutgeb tenía en aquella época a su disposición el corno natural (es decir, sin llaves, válvulas o pistones) con las limitaciones que ello implica en cuanto a las posibilidades cromáticas, lo que no le impidió a Mozart escribir pasajes de una gran efectividad, tanto en el estilo de la fanfarria de cacería como en el de la amplia melodía cantabile. A juzgar por los cuatro conciertos, el Rondó K. 371 y el Quinteto K. 407, Leutgeb debió ser sin duda un intérprete excepcional. El Quinteto K. 407 posee una cálida y atractiva coloración instrumental debido a que con su elección de dos violas para el cuarteto acompañante, Mozart privilegió el registro más afortunado y flexible del corno natural (también llamado Hand-horn o Jagd-horn) que tocaba Leutgeb. Al mismo tiempo, el compositor convirtió las limitaciones de este corno sin válvulas en oportunidades para aprovechar su ingenio compositivo, sobre todo en lo que se refiere a modulaciones y otras transiciones armónicas. A un Allegro inicial especialmente feliz en la resolución de esas carencias sigue un sereno Andante de cualidades cantables y un Rondó cuya coda es un interesante tratamiento imitativo del tema del movimiento.
Ignaz Leutgeb, el destinatario de ésta y las demás obras que Mozart escribió para el corno, dio por terminada su carrera de virtuoso itinerante en 1792, al año siguiente de la muerte del compositor.