Saint-Saëns, Camille - El carnaval de los animales

Camille Saint-Saëns (1835-1921)

El carnaval de los animales

CAMILLE SAINT-SAËNS (1835-1921)

El carnaval de los animales
Introducción y marcha real del león
Gallos y gallinas
Hémiones
Tortugas
El elefante
Canguros
Acuario
Personajes de orejas largas
El cucú del bosque
Pájaros
Pianistas
Fósiles
El cisne
Final

Una prueba clara de la facilidad que Camille Saint-Saëns tenía para componer es el hecho de que El carnaval de los animales nació de un impulso súbito e inesperado, y la obra, una vez concebida, quedó terminada en unos cuantos días, durante unas vacaciones del compositor en Austria. Al mismo tiempo, El carnaval de los animales demuestra la capacidad del compositor para concentrarse simultáneamente en proyectos de espíritu muy distinto, porque al tiempo que componía este divertimento ligero y humorístico, Saint-Saëns compuso también una de sus obras más serias y ambiciosas, su Sinfonía No. 3 para orquesta y órgano. En el origen de El carnaval de los animales está, según cuentan por ahí, la intención de Saint-Saëns de divertir a sus alumnos de piano; de ahí que la parte protagónica de la obra esté a cargo de dos pianos, con sus respectivos pianistas.
Esta divertida obra, que lleva por subtítulo Gran fantasía zoológica para orquesta, nació originalmente como una pieza para un pequeño conjunto de cámara formado por dos pianos, dos violines, viola, violoncello, contrabajo, flauta, clarinete, celesta y xilófono. Se inicia con una solemne introducción y una ridículamente pomposa marcha dedicada al rey de los animales, el león. Los pollos y gallinas están descritos a través de inconfundibles brinquitos y estridentes cacareos. En tercer lugar, Saint-Saëns describe a unas especies de mulas conocidas como hémiones, animales evidentemente inquietos y desordenados. Para describir a la tortuga, el compositor utiliza el famoso Can-Can de Jacques Offenbach (1819-1880), tocado a velocidad.... de tortuga, pues. Y en seguida, el elefante es descrito por el muy pesado contrabajo, que cita muy ligeras melodías como el Scherzo del Sueño de una noche de verano de Felix Mendelssohn (1809-1847), y la Danza de las sílfides de Hector Berlioz (1803-1869). A su vez, los canguros son retratados a través de sus irregulares y desequilibrados saltos. El Acuario, una de las piezas más atractivas, está construida sobre una reluciente textura que imita al agua, sobre la que se deslizan tantos sonidos como peces pueda uno imaginarse. Vienen después unos animales a los que Saint-Saëns llama simplemente personajes de orejas largas. Según quién escucha, el compositor puede referirse aquí a los burros o, quizá, a algunos amigos o enemigos suyos; de cualquier modo, los rebuznos musicales son muy claros. Para describir al cucú, el compositor francés utiliza el mínimo de elementos musicales: unos sencillos acordes sobre los cuales suenan varias veces un par de notas de clarinete que imitan el canto de este pájaro. Y de inmediato, más pájaros: el aviario de este zoológico musical tiene como protagonista a la flauta, en cuya voz se reproducen numerosas aves. Vienen después unos animales muy extraños e incomprendidos: los pianistas, que son descritos por Saint-Saëns en todo el aburrimiento de sus torpes, repetitivas e interminables escalas. El siguiente número es quizá el más complejo de toda la serie: se trata de los fósiles, y para describir estos huesos viejísimos, el compositor utiliza varias melodías tan viejas y obsoletas como los fósiles. Por aquí desfila la melodía principal de la Danza macabra del propio Saint-Saëns (en la que también hay huesos), encargada al xilófono; se oyen también trozos de viejas canciones como A vous dirai je, maman; J’ai du bon tabac; Viajando a Siria; y un trozo de la ópera El barbero de Sevilla de Gioachino Rossini (1792-1868). Después de los huesudos fósiles, viene el animal más conocido de este carnaval musical: el cisne, que es representado por un violoncello que se desliza románticamente sobre las ondulantes aguas de los dos pianos. Para finalizar la visita al zoológico, Saint-Saëns ofrece una brillante pieza en la que se presentan trozos de varias de las melodías asignadas a los animales de esta peculiar colección.
El carnaval de los animales fue compuesto en 1886 y estrenado ese mismo año, en una función privada. A partir de ese estreno, Saint-Saëns prohibió que se ejecutara la obra completa en público, por considerar que era un simple divertimento y que no estaba a la altura de su música más seria. Solamente permitió que El cisne se tocará como una pieza independiente, gracias al éxito que había tenido en su estreno. Entre los pocos privilegiados que tuvieron la oportunidad de escuchar El carnaval de los animales en vida de Saint-Saëns se encontraba nada menos que Franz Liszt (1811-1886), quien oyó la obra en casa de Pauline Viardot, amiga del compositor francés. Hacia el final de su vida, en su testamento, Saint-Saëns dio su permiso para que la obra fuera publicada póstumamente. Y no fue sino hasta dos meses después de la muerte del compositor que su carnaval zoológico se estrenó en público, el 25 de febrero de 1922. Si el compositor tuviera modo de enterarse de que esta obra que él mantuvo en secreto se convirtió finalmente en la más popular de todas sus partituras, seguramente que sus huesos fósiles estarían bailando alegremente en la tumba, al compás de su propia, muy divertida Danza macabra.

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