Conmemoración del Día del Holocausto

Esta página documenta un concierto pasado.

Ilustración sobre el concierto

Día internacional de la conmemoración del Holocausto

Max Bruch

Kol Nidrei Op. 47 (10’)

Ernest Bloch

Schelomo (20’)

INTERMEDIO

Leonard Bernstein

Sinfonía no. 1, Jeremías (25’)

Profesía
Profanación
Lamentación

José Areán
Director(a)
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Alvaro Bitrán
Violoncello
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Lydia Rendón
Mezzosoprano
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MAX BRUCH (1838-1920)

Kol nidrei, Op. 47

La investigación que ha dado como resultado esta nota ha sido realmente interesante. He realizado un gozoso e ilustrativo trayecto de un diccionario a una enciclopedia, de la enciclopedia a un manual, del manual a un ensayo, del ensayo a otra enciclopedia. Y de todas estas fuentes surge una historia muy instructiva.
Una rápida revisión a las fechas fundamentales del judaísmo nos acerca a las fiestas importantes del calendario:

Rosh Hashanah (Año nuevo)
Sukkot (Los tabernáculos)
Shemini atzeret (El regocijo en la ley)
Hanukkah (Festival de las luces)
Purim (Liberación por la reina Esther)
Pesach (Pascua)
Yom Ha-Shoah (Día del Holocausto)
Shavuot (Pentecostés)

Y entre todas las fiestas del judaísmo, la más importante: Yom Kippur, el Día de la Expiación, dedicado al ayuno, la meditación y el arrepentimiento. Yom Kippur es el día más solemne del calendario judío y en la liturgia de este día tan especial está incluido un canto que es, entre otras cosas, un reto a los judíos que han abandonado su religión para que vuelvan a su fe. Este canto se llama Kol nidrei, es antiquísimo, y según afirman algunas fuentes, tuvo su origen no en Palestina sino en la Diáspora. Una leyenda sobre el origen del Kol nidrei afirma que la melodía nació entre los judíos de la vieja España, aunque parece ser una leyenda con poco fundamento, ya que el Kol nidrei no es usual en las comunidades sefarditas. Así pues, en la víspera del Día de la Expiación se canta el Kol nidrei, que es también una fórmula para la anulación de los votos. La plegaria toma su nombre de la expresión hebrea Kol nidrei, que significa Todos los votos, y dice así:

“Todos los votos, promesas, juramentos que hemos hecho, con los que nos hemos comprometido desde este Día de la Expiación hasta el siguiente, nos arrepentimos de ellos. Serán anulados y no tendrán efecto alguno. Nuestros votos no serán votos; nuestras promesas no serán promesas; y nuestros juramentos no serán juramentos. Y toda la congregación de los hijos de Israel será perdonada porque ante el pueblo todo ello fue hecho involuntariamente.”

Mucho se ha discutido alrededor de la plegaria del Kol nidrei, en particular por las evidentes contradicciones del texto, pero este no es el espacio propio para una discusión teológica. Digamos al respecto solamente que en uno de sus escritos el cantor Pinchas Minkovsky afirma que el Kol nidrei es un recuerdo de los cripto-judíos de España, que ocultos en cuevas y catacumbas expresaban su deseo de anular los votos a que habían sido obligados por los nefastos agentes del aún más nefasto Torquemada. Más tarde, Minkovsky habría de reconocer que su explicación no era históricamente válida. El caso es que las comunidades sefarditas y askenazis utilizan melodías distintas para cantar el Kol nidrei, lo cual plantea serias dificultades para rastrear el origen de esta música utilizada para el ritual de la expiación. Algunos estudiosos han querido escuchar, en los primeros compases del Kol nidrei, reminiscencias de cierta música popular española; en contraposición a este dato, se nos dice que el texto de la plegaria data de mucho tiempo antes de la aparición de la Inquisición en España. Otro apunte indica que hay una reminiscencia de la música del Kol nidrei en el Andante de la Sinfonía española de Edouard Lalo (1823-1892), lo que nos hace recordar que en la música folklórica española hay mucho de árabe, hay mucho del Medio Oriente. Otro ciclo que se cierra...
Así como distintas congregaciones cristianas cantaban la liturgia gregoriana con estilos distintos, así los cantores judíos tienen sus aproximaciones individuales al Kol nidrei. Y del mismo modo, Max Bruch aplicó su propia sensibilidad musical a su adaptación de la ancestral melodía. En uno de los numerosos textos consultados para esta nota, encontré el párrafo siguiente:

“Como pieza de concierto, la melodía del Kol nidrei se ha hecho famosa a través del arreglo de Max Bruch, quien a partir de la melodía tradicional compuso una maravillosa obra para violoncello y piano. Desafortunadamente, esta composición omite casi por completo los motivos más típicamente judíos del Kol nidrei. Por ello, la verdadera individualidad de esta melodía debe ser buscada en la versión tradicional y no en la composición de Bruch.”

El compositor alemán escribió su Kol nidrei en 1881, cuando era director de la Orquesta Filarmónica de Liverpool.

ERNEST BLOCH (1880-1959)

Schelomo

Judío de origen, suizo de nacimiento y estadunidense por naturalización, Ernest Bloch fue un compositor que, sin olvidar sus raíces, intentó ser un músico universal. Y si bien es cierto que en su catálogo es posible hallar obras que nada tienen que ver con la cultura judía, lo cierto es que una parte importante de ese catálogo está dedicado precisamente a obras que tienen que ver con temas judíos. Tal es el caso de partituras suyas como Abodah, Tres cuadros de la vida hasídica, Meditación hebrea, Avodath Hakodesh, De la vida judía, Suite hebrea, Tres poemas judíos, la Sinfonía Israel y, en especial, Schelomo, una de sus obras más significativas.
Salomón, cuya muerte está fechada hacia alrededor del año 934 a.C., fue el segundo rey de los reinos unidos de Judea e Israel, y tanto en la Biblia como en la tradición oral milenaria, es considerado como el hombre sabio por excelencia. Según las listas del Libro de las Crónicas, Salomón fue el cuarto hijo de David nacido en Jerusalén. Salomón, que significa paz o prosperidad, fue el nombre que le dieron sus padres, aunque el profeta Natán se refería a él con el nombre de Jededías, que significa amado del Señor. Salomón se convirtió en rey a través de una intriga política cuidadosamente planeada por Natán y Betsabé. Cuando parecía inminente la muerte del viejo rey David, su hijo mayor, Adonijah, intentó apoderarse del trono. Entonces, Natán hizo creer al viejo rey que había prometido su trono al hijo de Betsabé, tras lo cual David cedió su corona a Salomón. En el Libro de los Reyes se narra la visita de Salomón al santuario de Gibeón, en el que en vez de pedir riquezas pide sabiduría para ser un buen rey y un buen juez. A partir de ahí, todas las historias relativas al rey Salomón enfatizan su equidad, su buen juicio y su sentido de la justicia. Debido a estas cualidades suyas, algunos autores se apropiaron de su nombre para firmar sus propios textos; entre ellos destacan tres libros bíblicos: Proverbios, Eclesiastés y el Cantar de los Cantares. Schelomo es, simplemente, el nombre hebreo de Salomón, personaje al que Ernest Bloch alude en la que probablemente sea su obra más conocida.
Hacia 1916, Bloch viajó a los Estados Unidos como miembro del grupo artístico de la pianista, actriz, bailarina y coreógrafa de origen canadiense Maud Allan. La gira resultó un fracaso y la compañía quebró, de modo que Bloch se quedó varado en un país extraño, sin trabajo y sin dinero. Para su fortuna, encontró a algunos colegas solidarios que lo ayudaron con dinero, encargos, contactos, etc. Hacia 1919, Bloch había recuperado la estabilidad y en ese año obtuvo los mil dólares del Premio Elizabeth Sprague Coolidge por su Suite para viola y piano. A partir de ese premio la fama y el prestigio de Bloch crecieron notablemente en los Estados Unidos, país del que se hizo ciudadano en 1924. Fue precisamente en 1916, año de la desastrosa gira con la compañía de Maud Allen, que Bloch inició la composición de Schelomo, un cálido y noble retrato del rey sabio en el que un violoncello representa la voz de Salomón.
En 1915, un violoncellista amigo de Bloch llamado Alexander Barjanski había sugerido al compositor la creación de una pieza para violoncello y orquesta. En ese tiempo, Bloch estaba profundamente involucrado en el estudio de la Biblia, y mientras buscaba un tema para la nueva obra, vio en casa de Barjanski una figurilla de cerámica, hecha por la esposa del violoncellista, que representaba a Salomón; fue así que nació la idea para la composición de Schelomo. A lo largo de la obra, el violoncello está tratado de una manera declamatoria, casi como si fuera una voz humana. De hecho, el musicólogo Guido M. Gatti ha afirmado que el canto del solista en Schelomo tiene el carácter de la prosa talmúdica. Construida a partir de dos temas principales, la obra de Bloch presenta un interesante tránsito por distintos estados de ánimo y, según algunos analistas, es posible hallar algunas sutiles analogías entre Schelomo y el Don Quijote (1897) de Richard Strauss (1864-1949), la más evidente de las cuales es la elección del violoncello para asumir el papel del personaje retratado musicalmente.
Schelomo recibió su estreno mundial en un concierto dedicado íntegramente a la música de Bloch, que se llevó a cabo bajo el patrocinio de la Sociedad de Amigos de la Música en Nueva York, el 3 de mayo de 1917. En ese concierto se tocó también la Sinfonía Israel de Bloch, obra contemporánea de Schelomo.

LEONARD BERNSTEIN (1918-1990)

Sinfonía No. 1, Jeremías
** Profecía**
Profanación
** Lamentación**

El director de orquesta estadunidense John Mauceri describe con estas palabras la música de Leonard Bernstein el compositor:

Si bien es cierto que su música encuentra su hogar espiritual en su visión del mundo, sus composiciones hablan con acento neoyorquino, aunque haya nacido en Massachusetts. Su amor por Europa y su sensibilidad a sus raíces rusas y judías nunca están lejos de su expresividad lírica, con su frágil sentido del optimismo, su soledad, su humor y su exigencia de aceptación. Todo ello está envuelto en el impulso rítmico del gran paisaje urbano de los Estados Unidos. Bernstein nos legó una imagen sonora de su tiempo y lugar y, a la vez, una voz eterna de humanidad.

Se trata, sin duda, de una de las mejores aproximaciones escritas a la música de ese gran director, compositor, pianista, maestro y divulgador musical que fue Leonard Bernstein. Tal y como lo señala Mauceri en el texto arriba citado, Bernstein exploró en varias de sus composiciones sus raíces judías, y en algunas otras combinó esa herencia cultural con visiones más amplias e incluyentes sobre la tradición judeo-cristiana. En este sentido, es lógico que Bernstein haya acudido a la figura de uno de los personajes más interesantes de la Biblia como impulso motor para su Primera sinfonía.
Jeremías es uno de los profetas mayores del Antiguo Testamento, y si bien sólo dos de sus libros llevan específicamente su nombre (Jeremías y Lamentaciones de Jeremías), diversas fuentes le atribuyen también la autoría de Reyes 1 y Reyes 2. La representación visual más famosa de Jeremías es el retrato que de él pintó Michelangelo Buonarotti en el techo de la Capilla Sixtina. Precisamente debido a la fama de sus Lamentaciones, Jeremías es conocido como El profeta que llora.
En 1939, Bernstein escribió una obra para soprano y orquesta basada en el libro de las Lamentaciones de Jeremías, a la que solía referirse como Canción hebrea. Tres años más tarde, el Conservatorio de Nueva Inglaterra organizó un concurso de composición, para el cual el compositor decidió rescatar su Canción hebrea, añadir dos movimientos instrumentales, cambiar la parte de soprano a mezzosoprano, y remitir apresuradamente la nueva obra al concurso en el último día de la convocatoria; así nació su Primera sinfonía, Jeremías, que no fue premiada en el concurso, pero que se convirtió en un éxito desde el día mismo de su estreno.
La línea narrativa de esta obra tripartita es relativamente sencilla. Jeremías advierte a los israelitas que su vida pecaminosa los llevará al desastre; la profecía de Jeremías se cumple cuando el Templo de Salomón es profanado y destruido por los babilonios durante la caída de Jerusalén; la voz del profeta lamenta la profanación. Cuando el legendario director Fritz Reiner, maestro de dirección de Bernstein, revisó la partitura de la Sinfonía Jeremías, aplaudió a su alumno pero lo exhortó a escribir un cuarto movimiento luminoso y optimista, ya que consideraba que el tercer movimiento de la obra era demasiado lúgubre y triste. Después de escuchar a Reiner y rechazar con firmeza su sugerencia, Bernstein escribió una carta a su amigo y maestro Aaron Copland (1900-1990) en la que le decía:

Reiner está muy ansioso por el cuarto movimiento; insiste en que la obra es demasiado triste y derrotista. Es la misma crítica que me hizo mi padre, lo cual hace que mi estima por Papá se eleve notablemente. En realidad no he tenido ni tiempo ni energía para un cuarto movimiento. Me parece que he dicho lo que tenía que decir con esta obra.

La referencia a Sam Bernstein, padre del compositor, es importante, porque la partitura de la Sinfonía Jeremías le fue dedicada por su hijo la noche de su famoso debut de última hora (en sustitución de Bruno Walter) con la Filarmónica de Nueva York, el 14 de noviembre de 1943. El propio Bernstein habría de dirigir poco después el estreno absoluto de la sinfonía, el 28 de enero de 1944, con la Sinfónica de Pittsburgh, en la sala de conciertos Syria Mosque (Mezquita Siria) de esa ciudad. La mezzosoprano solista en el tercer movimiento fue Jennie Tourel. Respecto al posible contenido hebraico del material musical de su Jeremías, Bernstein escribió esto:

La sinfonía no usa mayormente materiales temáticos auténticamente hebreos. El primer tema del Scherzo es una paráfrasis de un canto hebreo tradicional, y la frase inicial de la parte vocal en la Lamentación está basada en una cadencia litúrgica que se canta hasta el día de hoy en conmemoración de la destrucción de Jerusalén a manos de Babilonia. Otras similitudes con la música litúrgica hebrea son más un asunto de cualidad emocional que de las notas mismas.

Una observación final sobre la estructura de la Sinfonía Jeremías. Jack Gottlieb, cercano colaborador de Bernstein, observó que la obra puede leerse como una gran forma sonata en la que los tres movimientos son, respectivamente, la exposición, el desarrollo y la recapitulación.

Juan Arturo Brennan

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