Juan Arturo Brennan
GIOVANNI BOTTESINI (1821-1899)
Gran dúo concertante, para violín y contrabajo
En el tradicional proceso de buscar información para esta nota sobre el caballero Bottesini, encontré algunos datos realmente curiosos, a saber:
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A Bottesini le gustaba tocar en un contrabajo que tenía sólo tres cuerdas. (Esto debe ser igual de complicado que tocar en una trompeta de sólo dos pistones).
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Con un premio de 300 francos que se ganó por su habilidad como contrabajista, Bottesini se compró un contrabajo construido por Carlo Giuseppe Testore, famoso constructor de instrumentos de cuerda, discípulo de un miembro de la ilustre familia Grancino de luthiers italianos. Cuenta la leyenda que Bottesini encontró este soberbio instrumento en un montón de basura que había en un teatro de marionetas.
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De joven, fue cantante, timbalista y violinista.
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Se decidió por el contrabajo porque cuando su padre quiso inscribirlo en el Conservatorio de Milán, las únicas dos becas que quedaban eran para contrabajo y para fagot.
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Como contrabajista principal del Teatro San Benedetto, Bottesini conoció a Giuseppe Verdi (1813-1901), de quien se hizo muy amigo. Años más tarde, Verdi recomendaría a Bottesini para el puesto de director del Conservatorio de Parma.
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Como buen instrumentista virtuoso, Bottesini realizó numerosas giras de conciertos; una de ellas, realizada en 1853, lo trajo a México, donde asombró a nuestro público con su portentosa técnica, y donde fue invitado a participar como jurado en un concurso musical. Además, Bottesini fue el encargado de dirigir el estreno absoluto del Himno Nacional Mexicano.
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Un crítico se expresó de Bottesini en estos términos: “Pareciera que lleva cien ruiseñores enjaulados en su contrabajo.”
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Otro crítico lo definió categóricamente como “el Paganini del contrabajo.” (No dudo, por cierto, que este buen músico hubiera preferido que al enloquecido violinista genovés se le hubiera conocido como “el Bottesini del violín”, pero eso es harina de otro costal, sobre todo si prestamos atención al asunto de las fechas.)
Abordemos ahora un trazo biográfico un poco más ortodoxo, para enterarnos de que Giovanni Bottesini nació en Crema, pequeño pueblo a mitad del camino entre Milán y Cremona. Su padre, Pietro Bottesini, fue un competente clarinetista, que siempre apoyó la carrera musical del joven Giovanni. El talento del precoz contrabajista le permitió dejar el conservatorio a los pocos años de haber ingresado, para lanzarse por el mundo en busca de fama y fortuna. (La fama no tardó en llegar, aunque la fortuna no fue muy abundante.) Bottesini realizó su exitoso debut profesional en 1849 y a partir de entonces su carrera se desarrolló como la de cualquier otro virtuoso de su tiempo: giras, conciertos, recitales, y más giras, y más conciertos, y más recitales. Para sus presentaciones, Bottesini compuso un buen número de piezas que hasta hoy perduran en el no muy abundante repertorio del contrabajo solista. Poca gente sabe, sin embargo, que además de sus conciertos, duetos, fantasías, divertimentos y variaciones para contrabajo, Bottesini compuso también una docena de óperas. Una de ellas, Cristóbal Colón, fue estrenada en La Habana en 1846 bajo la dirección del autor. Sí, en efecto, además de contrabajista y compositor, Bottesini fue director de óperas y conciertos sinfónicos. Para más señas, ahí va un dato muy sabroso para los amantes de la trivia musical: el bueno de Giovanni Bottesini fue el encargado de dirigir el estreno absoluto de la ópera Aída de su amigo Giuseppe Verdi, estreno llevado a cabo en El Cairo el día de Nochebuena de 1871. Como otros instrumentistas de alto calibre de su tiempo, Bottesini dejó una rica herencia de avances técnicos en lo que se refiere a la ejecución de su instrumento. Muchos de estos avances están contenidos en un texto que escribió bajo el título de Método completo para contrabajo. En cuanto al repertorio, Bottesini lo enriqueció con un par de conciertos, un Capriccio bravura, un Concerto di bravura, un Grande allegro di concerto y algunos duetos para dos contrabajos que son ciertamente interesantes. Desde el punto de vista didáctico, destacan en su catálogo los 36 estudios para contrabajo solo, piezas de aprendizaje obligado para los jóvenes contrabajistas en potencia. Además, muy a la usanza de la época, Bottesini escribió fantasías y variaciones diversas sobre temas de óperas que por entonces eran muy populares; entre ellos destacan sus extrapolaciones sobre La sonámbula, Beatrice di Tenda y Los puritanos, óperas de Vincenzo Bellini (1801-1835), a quien el contrabajista profesaba una especial admiración. Y por si fuera poco, Bottesini también compuso una serie de variaciones sobre esa sabrosa melodía que es El carnaval de Venecia, sobre la cual numerosos compositores han realizado variaciones de todo tipo y para toda clase de combinaciones instrumentales.
Hasta la fecha, Bottesini es considerado como la figura de mayor relevancia en la historia del contrabajo, en lo que se refiere a la música de concierto, y sus obras para el instrumento son tan difíciles que son pocos los instrumentistas de hoy que se atreven a abordarlas con frecuencia. Ahora bien, justo es decir que si algunos virtuosos de gran talla pecaron de egoístas, componiendo músicas brillantes solamente para su instrumento, a exclusión de todos los demás, Bottesini concedió graciosamente un cierto grado de protagonismo a otros instrumentos a los que permitió acompañar a su inseparable contrabajo. Tal es el caso, por ejemplo, de obras suyas en que el contrabajo va acompañado por el clarinete o el violoncello y, de manera especialmente importante, una de sus sobras más significativas: el Gran dúo concertante para contrabajo, violín y orquesta, en el que Bottesini logró cuatro objetivos fundamentales:
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Otorgar al violín un papel mucho más rico que el de mera comparsa al contrabajo.
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Lucir en todo su esplendor el virtuosismo extremo de su instrumento.
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Aprovechar las coincidencias tímbricas de los dos solistas para crear buenas texturas.
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Resolver con acierto los problemas derivados de las diferencias de tesitura entre el violín y el contrabajo.
Esta obra de Bottesini se conoce también en versión para violín, contrabajo y piano, en versión para clarinete, contrabajo y orquesta (o piano) y como un Concierto para dos contrabajos.