Prometeo

Esta página documenta un concierto pasado.

Ilustración sobre el concierto

Auditorio Blas Galindo

Jean Sibelius
Vals triste (6')

Alexander Scriabin
Prometeo, Poema del fuego (25')

Intermedio

Carl Nielsen
Sinfonía no. 5 (37')

José Areán, director artístico
Gonzalo Gutiérrez, piano

José Areán
Director(a)
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Gonzálo Gutiérrez
Piano
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por Juan Arturo Brennan
 

Jean Sibelius (1865-1957)

Vals triste  

Es posible que la red de parentescos y asociaciones familiares que puede ser tejida alrededor del Vals triste de Jean Sibelius sea tan sugestiva como la música misma.

Después de algunos años de estudios musicales en su natal Finlandia, el joven Sibelius obtuvo una beca que le permitió continuar su aprendizaje en Berlín y después en Viena. A su regreso a Finlandia en el año de 1891, el compositor se casó con Aino Järnefelt, hermana del dramaturgo Arvid Järnefelt, el pinto Eero Järnefelt y del compositor Armas Järnefelt. A su vez, Armas Järnefelt se casó con la soprano Maikki Pakarinen, quien después de divorciarse de Järnefelt algunos años después, contrajo matrimonio con Selim Palmgren, otro compositor, quien con Sibelius y Järnefelt forma la trilogía de compositores finlandeses que en aquel tiempo adquirieron una sólida reputación internacional. Hacia la década de los 1880s, se formó en Finlandia un grupo de escritores liberales que fue conocido como Nuori Suomi (La Joven Finlandia). Bajo la influencia de escritores noruegos y franceses, sus miembros introdujeron el realismo en la literatura finlandesa y comenzaron a mostrar una marcada inclinación por la crítica social. Los tres miembros más importantes del grupo Nuori Suomi fueron Minna Canth, Juhani Aho y Arvid Järnefelt, el cuñado de Sibelius. En 1893 Järnefelt publicó su novela Isänmaa (La patria) sobre la vida estudiantil, y a partir de esta obra el público y la crítica comenzaron a prestarle atención. Järnefelt intentó aplicar las enseñanzas de Tolstoi no sólo a su literatura, sino también a su vida. Una de las obras teatrales de Järnefelt, el drama Kuolema (‘Muerte’) se ha mantenido vicariamente en la memoria colectiva gracias al hecho de que la música incidental para la pieza fue escrita por Sibelius.

No es difícil asumir el hecho de que el drama de Järnefelt y la música de Sibelius no lograron producir esa chispa mutua de retroalimentación necesaria para la trascendencia, ya que la pieza del dramaturgo ha sido olvidada, y de la música incidental del compositor sólo ha sobrevivido un número, el famoso Vals triste.
En la primera escena del drama Kuolema de Arvid Järnefelt, Paavali, el protagonista, está sentado a los pies de la cama de su madre que agoniza. Ella le cuenta a su hijo un sueño. Le cuenta que ha ido a un baile, y mientras ella habla, Paavali se queda dormido. Mientras el hijo duerme, la muerte viene a llevarse a la madre. La moribunda mujer confunde a la muerte con su marido muerto, y se pone a bailar con ella. Cuando Paavali despierta, su madre ha muerto. Lo que bailan la muerte y la madre es, precisamente, el Vals triste. Sibelius compuso la música incidental para el drama Kuolema en 1903, originalmente para cuerdas. Un año más tarde, hizo un arreglo para pequeña orquesta y extrajo una suite de concierto, de la que el Vals triste es la parte más conocida. Lo que Sibelius propone en el Vals triste es una atmósfera sonora etérea, a veces lánguida, siempre melancólica, pero que no parece acercarnos a la muerte más que otras obras del mismo estilo y de expresión semejante. Sobre este punto, no hay que olvidar el hecho de que si hasta la fecha se aplica el calificativo de romántica a la música de Sibelius, esto es más para reafirmar su capacidad de conjurar atmósferas que para celebrar la expresión de turbulentas y profundas pasiones, nacionalismo y mitología aparte. El Vals triste se hizo inmediatamente famoso, y Sibelius cometió el error de vender los derechos sobre la pieza a la casa editora Fazer por una suma ridícula; hasta el fin de sus días, el compositor lamentó este paso en falso, y se dice que varias veces trató de repetir el éxito del Vals triste con alguna otra pieza similar, con el objetivo principal de cosechar los correspondientes beneficios económicos.

Alexander Scriabin (1872-1915)

Prometeo – El poema del fuego, Op. 60 (25')

Como importante dato introductorio, he aquí que la intención poética de Alexander Scriabin ha quedo registrada explícitamente en los títulos de muchas de sus obras:

  • Poema sinfónico
  • Dos poemas para piano, Op. 32
  • Poema trágico para piano, Op. 34
  • Poema satánico para piano, Op. 36
  • Poema para piano Op. 41
  • Sinfonía No. 3, Op. 43, El poema divino
  • Dos poemas para piano, Op. 44
  • Poema alado, de las Cuatro piezas Op. 51
  • Poema y Poema lánguido, de las Tres piezas Op. 52
  • El poema del éxtasis, Op. 54
  • Poema, de las Dos piezas Op. 59
  • Prometeo – El poema del fuego, Op. 60
  • Poema-Nocturno para piano Op. 61
  • Dos poemas para piano, Op. 63
  • Dos poemas para piano Op. 69
  • Dos poemas para piano Op. 71

En los primeros años del siglo XX, Scriabin abandonó Rusia para pasar un período peripatético de seis años en los que residió en Italia, Suiza y Bélgica. Interrumpió su estancia en la ciudad de Bruselas para regresar a Rusia y atestiguar sendas ejecuciones de su Poema del éxtasis en Moscú y San Petersburgo que resultaron muy exitosas. De regreso en Bruselas, Scriabin abordó la tarea de componer Prometeo – El poema del fuego, que habría de ser su última obra orquestal.

En la mitología griega, Prometeo fue uno de los titanes. Durante la llamada Titanomaquia, la guerra entre los titanes y los dioses del Olimpo, Prometeo tomó el bando de Zeus y lo ayudó a derrocar a los viejos dioses. Habiéndose alineado con el bando ganador, Prometeo evitó ser castigado con el resto de los titanes, que fueron enviados al Tártaro, el inframundo. Más tarde, Prometeo planteó a Zeus una trampa retórica y el dios cayó en el garlito. Enfurecido, Zeus arrebató el fuego a los humanos y lo escondió. Prometeo, benefactor de la humanidad, robó el fuego y lo devolvió al hombre, lo que enfureció aún más a Zeus. Como consecuencia de su enojo, Zeus ordenó a Hefaistos crear a Pandora, la primera mujer, para que llevara desgracias incontables a la humanidad. No contento con esta venganza, Zeus ordenó que Prometeo fuera encadenado a una roca en el Cáucaso, donde cada día un águila llegaba para devorar su hígado. El hígado de Prometeo se regeneraba cada noche, y el águila volvía al día siguiente a devorarlo. Con el paso del tiempo, Prometeo fue salvado de su tormento por Hércules.

Tal es el personaje y la narrativa a la que Alexander Scriabin alude en Prometeo – El poema del fuego. Se trata de una obra en un solo movimiento, escrita para una gran orquesta a la que el compositor añadió una importante parte de piano y un coro que vocaliza sin texto. Más que un desarrollo estructural tradicional, Scriabin plantea en esta obra la presentación de una vasta serie de células y motivos que brillan como chispazos, envueltos en una orquestación deslumbrante y un armonía que ya tiene muy poco que ver con el sistema tonal que el compositor había heredado de la generación anterior. Algunos analistas han señalado que el cimiento de los materiales sonoros de la obra es un acorde usado con frecuencia por Scriabin, formado por las notas La-Re sostenido-Sol-Do sostenido-Fa sostenido-Si, al que suele llamarse “acorde místico”. La propuesta más novedosa de Scriabin en Prometeo – El poema del fuego fue la inclusión de un sistema de luces (llamado en distintas fuentes órgano de colores o teclado de luces) que implicaba, a través de indicaciones precisas en la partitura, la proyección de colores diversos sobre la orquesta y sobre el público. Quienes conocen la partitura afirman que cada color está asociado con una nota o un cimiento armónico en distintos momentos de la obra.

Prometeo – El poema del fuego recibió su estreno (sin luces) en Moscú el 2 de marzo de 1911 bajo la dirección de Serge Koussevitzki. La primera ejecución de la obra tal y como la concibió originalmente Scriabin ocurrió el 21 de marzo de 1915 en el Carnegie Hall, con la Orquesta Sinfónica Rusa dirigida por Modest Altschuler y Marguerite Volavy en el piano. Las luces fueron generadas por un instrumento llamado Chromola que había sido inventado por el ingeniero Preston Millar. Cabe señalar que algunos catalogadores consideran a El poema del éxtasis como la Cuarta sinfonía de Scriabin y a  Prometeo – El poema del fuego como la Quinta.

Quienes se escandalizaron (y todavía se escandalizan) con el teclado de luces incluido en Prometeo – El poema del fuego, harían bien en recordar que la siguiente creación de Scriabin (iniciada en 190 e inconclusa a su muerte) debió ser Mysterium, más que una composición musical, una obra de arte total que incluiría el oído, la vista, el olfato y el tacto, un extenso happening que debía ser realizado al pie de los Himalayas. Es decir, una visión extrema de la Gesamtkunstwerk preconizada por Richard Wagner (1813-1883) en sus óperas.  
 

Carl Nielsen (1865-1931)

Sinfonía No. 5, Op. 50

Tempo giusto
Adagio non troppo
Allegro – Presto
Andante un poco tranquillo – Allegro

He aquí el conflicto del hombre, en el que sus instintos progresivos y constructivos están en guerra con otros elementos (también humanos) que lo confrontan con la indiferencia e incluso con la hostilidad. Nielsen encontró que la mejor manera de reflejar este drama era en una obra en dos movimientos, el primero de los cuales habría de contener el centro del conflicto mismo y el segundo sería un finale que surgiera de las cenizas en un gran manantial de energía regenerativa. Este finale no estaría libre de dificultades, pero habría de ser finalmente irresistible.

Con estas palabras, el musicólogo Robert Simpson realizó una escueta descripción de la Sinfonía No. 5 de Carl Nielsen en uno de los capítulos de su libro Carl Nielsen, sinfonista, considerado como uno de los más importantes estudios sobre la música del compositor danés. Estas palabras de Simpson resultan particularmente interesantes porque el propio Nielsen no propuso ninguna intención programática o descriptiva para esta obra; en el párrafo citado arriba, el musicólogo inglés interpreta la Sinfonía No. 5 de Nielsen como una reacción a la Primera Guerra Mundial, postura discutible si se considera que Nielsen puso títulos descriptivos solamente a cuatro de sus seis sinfonías, presentando la Primera y la Quinta como obras cabalmente abstractas. He aquí el panorama:

  • Sinfonía No. 1 en sol menor Op, 7, 1890-1892
  • Sinfonía No. 2 Op. 16, Los cuatro temperamentos, 1901-1902
  • Sinfonía No. 3 Op. 27, Sinfonía expansiva, 1910-1911
  • Sinfonía No. 4 Op. 29, Lo inextinguible, 1914-1916
  • Sinfonía No. 5 Op. 50, 1921-1922
  • Sinfonía No. 6, Sinfonía simple, 1924-1925

Y en el contexto de esta cronología, quizá también podría discutirse la teoría de Simpson respecto a que la Quinta sinfonía de Nielsen es una reacción a la Primera Guerra Mundial, ya que el compositor inició la redacción de esta obra tres años después del fin del conflicto. En todo caso, es más verosímil la postura de Hugh Ottaway, otro destacado especialista en la música de Nielsen, quien afirma que su Quinta sinfonía es más bien una expresión de la preocupación del compositor ante los rumbos contradictorios y no siempre lógicos que la música (al igual que el resto de las artes) había tomado después del fin de la Primera Guerra Mundial. Dice Ottaway:

La Quinta sinfonía de Nielsen es su más penetrante obra maestra. Es la obra de un hombre a la mitad de sus años 50s y no tiene nada en común con las efímeras evasiones de los jóvenes y brillantes compositores de su tiempo. Uno puede percibir de inmediato que la Quinta es el clímax de un largo período de desarrollo, tanto en lo musical como en lo filosófico, y también que contiene el germen de muchas cosas nuevas. Se trata de una obra heroica y poderosa en la que la vena “trágica” –la necesidad de expresar piedad, compasión incluso desesperanza- nunca oscurece los temas involucrados. Esta es otra manera de decir que en la Quinta sinfonía Nielsen logró una notable unidad de forma y contenido. El resultado es una expresión directa, casi literal, que es peculiarmente suya.

Cabe señalar que aunque la estructura de la Quinta sinfonía de Nielsen pareciera estar diseñada en seis movimientos (o en cuatro, según se vea), la verdad es que, estrictamente, presenta sólo dos, debido a que las distintas secciones de la partitura están ligadas de esta manera:

  • Tempo giusto – adagio non troppo
  • Allegro – Presto – andante un poco tranquillo – Allegro

El propio Nielsen se encargó de dirigir el estreno de su Quinta sinfonía en Copenhague el 24 de enero de 1922. Un par de años después la obra se interpretó en Estocolmo bajo la dirección de Georg Schnéevoigt y en esa ocasión ocurrió un verdadero motín en la sala de conciertos. Las crónicas de la época afirman que después de increpar vehementemente a Nielsen, muchos oyentes abandonaron el recinto, incapaces de tolerar el uso intensivo, insistente y ciertamente obsesivo de la tarola y el clarinete en el primer movimiento. Esta presencia intrusiva, sobre todo de la tarola, se ha convertido en la característica más comentada y destacada de la Quinta sinfonía de Nielsen. En la segunda sección de la obra, las preocupaciones formales de Nielsen se presentan a través la inclusión de algunos episodios fugados. La partitura de la Quinta sinfonía de Carl Nielsen está dedicada a Vera y Carl Johan Michaelsen.

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