Wagner, Richard - Canciones de Wesendonck

Richard Wagner (1813-1883)

Canciones de Wesendonck

El ángel
Guarda silencio
En el invernadero
Sufrimientos
Ensueños

Mathilde Luckemeyer (1828-1902) es una de las numerosas mujeres cuyos nombres y cuyas vidas han quedado firmemente asociados con la figura y la música de Richard Wagner. En este caso, más allá de la relación personal que existió entre Wagner y Mathilde, el contacto entre ambos fue catalizador de los impulsos creativos del compositor, principalmente a través del ciclo de canciones wagnerianas que conocemos como las Canciones de Wesendonck, y del sentimiento amoroso que le proporcionó a Wagner numerosas ideas para Tristán e Isolda.

En el año de 1849, en uno de sus varios exabruptos revolucionarios, Wagner estuvo implicado en un levantamiento en la ciudad de Dresde, por lo que tuvo que escapar de la ciudad en mayo de ese año, perseguido por la ley. Con ayuda de su amigo y protector Franz Liszt (1811-1886), huyó a Suiza y se instaló en Zürich, donde en el mes de julio se le unió su esposa Minna. Como en tantos otros momentos de su vida, Wagner se hallaba escaso de recursos e ingresos, y pleno de deudas, lo que lo obligó a pedir dinero prestado y a atenerse a la generosidad de algún mecenas. En este caso, el mecenas en cuestión fue Otto Wesendonck, rico importador y comerciante que le prestó dinero a Wagner contra ganancias futuras de las óperas del compositor. Un año antes de que Wagner llegara a Suiza, el caballero Wesendonck se había casado con Mathilde Luckemeyer, y las fuentes históricas indican que desde su primer encuentro, Wagner y Mathilde sintieron una profunda atracción mutua, iniciando poco después una estrecha relación. Unos años más tarde, en 1854, la lectura de Schopenhauer le inspiró a Wagner el germen narrativo y conceptual de su ópera Tristán e Isolda, en cuya composición habría de ocuparse entre 1857 y 1859. Justamente cuando Wagner comenzaba a escribir el libreto de Tristán e Isolda, el tolerante y generoso Otto Wesendonck le consiguió a Wagner una acogedora cabaña, con una renta muy baja, para que el compositor pudiera dedicarse de lleno a la creación. Así, gracias al patrocinio de Wesendonck y a la inspiración de su musa, Mathilde Wesendonck, Wagner trabajó intensamente en ese período; además de dedicarse con asiduidad a sus óperas Sigfridoy Tristán e Isolda, se dio tiempo para componer, hacia fines de 1857, cinco canciones sobre poemas de su amada Mathilde.

Por fortuna para los melómanos, musicólogos e historiadores, se ha conservado buena parte de la nutrida correspondencia entre Wagner y Mathilde, en la que se pueden descubrir aspectos fascinantes de la relación entre ambos, así como algunos datos importantes sobre los procesos creativos de Wagner en ese período. (Para los interesados: en la amplia y variada Colección Austral, de fácil acceso, está publicado el Epistolario a Mathilde Wesendonck, que todo buen wagneriano debería leer con atención). Entre las cartas que componen esa correspondencia hay algunas en que Wagner menciona específicamente las Canciones de Wesendonck. En una de esas cartas nos enteramos de que el 30 de noviembre de 1857, Wagner compuso la música del lied titulado En los primeros días de mi infancia. El 14 de diciembre, el primer bosquejo del liedDi, qué sueños maravillosos. El 15 de diciembre, la segunda versión de Ensueños. El 17 de diciembre, el lied titulado Sufrimientos, con una segunda conclusión un poco más larga, a la que siguió pronto otra tercera conclusión con estas líneas: Será preciso que eso sea cada vez más bello.

La carta citada no está fechada, pero es de suponerse que data del fin de 1857 o del principio de 1858. Las cinco canciones fueron publicadas en 1862 por la casa editora Schott Hijo en Mainz, con el título de Cinco poemas para una voz femenina. Un dato importante respecto a las Canciones de Wesendonck es el hecho de que dos de ellas, Ensueñosy En el invernadero, fueron concebidas por Wagner como bosquejos para su ópera Tristán e Isolda. Y más tarde, Wagner hizo un arreglo de Ensueñospara violín y pequeña orquesta. El caso es que si bien la correspondencia entre Wagner y Mathilde hoy es muy útil para la investigación de textos como éste, en su momento fue causa de conflictos y sufrimientos en la familia Wagner; en 1858, Minna abrió una carta de Mathilde dirigida a Wagner, cuyo contenido la hizo abandonar Suiza para ir a refugiarse en Venecia.

Los poemas de Mathilde Wesendonck no fueron los únicos que inspiraron a Wagner para la composición de canciones; en su catálogo es posible hallar otros lieder, escritos sobre textos poéticos de Goethe, Apel, Scheurlin, Reboul, Hugo, Ronsard, Heine, Béranger, y algunos textos originales del compositor.

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