Noruega

Esta página documenta un concierto pasado.

Ilustración sobre el concierto

Auditorio Blas Galindo, Centro Nacional de las Artes
Edvard Grieg

Tres piezas de la música incidental para Sigurd Jorsalfar, Op. 56 (18')
Preludio: En el salón del Rey
Intermezzo: El sueño de Borghilda
Marcha de homenaje

Concierto para piano y orquesta en la menor, Op. 16 (30')
Allegro molto moderato
Adagio
Allegro moderato molto e marcato - Quasi presto - Andante maestoso

I N T E R M E D I O

Edvard Grieg (1843-1907) (30')

Danzas sinfónicas Op. 64
Allegro moderato e marcato
Allegretto grazioso
Allegro giocoso
Andante – Allegro risoluto

Bjarte Engeset, director huésped
Hakon Austbo, piano

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Bjarte Engeset
Director(a)
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Håkon Austbø
Piano
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por Juan Arturo Brennan

Edvard Grieg (1843-1907)

Tres piezas de la música incidental para Sigurd Jorsalfar, Op. 56
Preludio: En el salón del Rey
Intermezzo: El sueño de Borghilda
Marcha de homenaje

Si usted cree que la trama de la saga televisiva medievalista Game of Thrones es complicada, lea esto.

El rey noruego Magnus III tuvo como esposa legítima a Margarita Fredkulla. Además, como buen rey de aquel tiempo (o de cualquier otro tiempo, incluyendo el nuestro), Magnus tuvo varias concubinas. Procreó tres hijos, de tres madres diferentes, todos ellos ilegítimos; uno de ellos nació de su concubina Tora y se llamó Sigurd. Como hijo de Magnus, su nombre oficial fue Sigurd Magnusson, pero la historia lo recuerda con otro apelativo debido a un episodio importante de su vida. Llegado el momento de la sucesión, resultó que los tres bastardos tenían el mismo derecho al trono de Magnus III y, para evitar trenzarse en una fratricida contienda, decidieron reinar juntos. De esa manera, Sigurd y sus hermanos Oystein y Olaf reinaron conjuntamente en Noruega a partir del año 1103. Como buen hijo de un caudillo, Sigurd participó en varias expediciones con su padre y, gracias a la experiencia así adquirida, en 1107 fue designado como líder de la Cruzada noruega en apoyo al Reino de Jerusalén que había sido fundado por la Primera Cruzada. Durante su aventura a Tierra Santa, el reino quedó en manos de su hermano Oystein. Y vaya que fue una aventura, llena de tribulaciones, peripecias y, sobre todo, encuentros con los principales monarcas y jerarcas de su época. Como premio a su destacada participación en la Cruzada, Sigurd recibió dos cosas:

  1. Una astilla de la Santa Cruz, a manera de reliquia.
  2. El sobrenombre de Jorsalafari, que estrictamente quiere decir “el que fue a Jerusalén”, pero que suele ser traducido coloquialmente como “el Cruzado”. Con el paso del tiempo, este sobrenombre fue adaptado a una usanza más cercana a la lengua noruega moderna, y ahora se le recuerda como Sigurd Jorsalfar.

El peripatético caballero regresó a Noruega en el año 1111 para encontrar que su hermano Oystein había administrado el reino con sabiduría y prudencia, lo que había generado paz y prosperidad. Reinaron juntos hasta 1123, año de la muerte de Oystein, y desde entonces hasta su propia muerte, acaecida en 1130, Sigurd reinó solo. Con su consorte Malmfrida de Kiev, tuvo solo una hija, Kristin, impedida por tradición de acceder al trono. Sigurd fue sucedido entonces por su hijo Magnus, al que procreó con su concubina Borghilda Olafsdatter, que reinó como Magnus IV, y cuyo status de ilegítimo provocó una guerra civil en Noruega.

Finalizada esta versión arcaica de Game of Thrones, entra en escena el destacado escritor noruego Bjørnstjerne Bjørnson (1832-1910), quien en 1903 obtuvo el Premio Nobel de literatura, siendo el primer galardonado de su país. Bjørnson fue admirado principalmente por su poesía, y se le recuerda asimismo como el autor del texto del himno nacional noruego. En 1872, Bjørnstjerne Bjørnson escribió una pieza teatral titulada Sigurd Jorsalfar en la que retomaba la figura del legendario rey cruzado de la Noruega medieval. Esta pieza teatral se caracteriza por contener varios elementos más propios de una saga nórdica. Para la puesta en escena de Sigurd Jorsalfar, Edvard Grieg compuso cinco números de música incidental para voz, coro masculino y orquesta, organizados originalmente en su Op. 22, y más tarde hizo distintos arreglos de algunas de estas piezas para piano y para piano a cuatro manos. Veinte años más tarde, en 1892, Grieg retomó su partitura de música incidental y a partir de ella realizó las Tres piezas orquestales Op. 56. Las piezas de la música incidental original de 1872 eran: El sueño de Borghilda, Prueba de fuerza, Canción, Marcha de homenaje, y Canción del rey. La continuidad de la suite orquestal de 1892 consta de: Preludio, Intermezzo y Marcha de homenaje, que corresponden a los números 2, 1 y 4 del original, respectivamente. La segunda pieza de la música incidental fue arreglada por Grieg también para violín y piano, en 1874.

La música incidental de Grieg a la pieza de Bjørnson se estrenó en Christiania el 10 de abril de 1872, y la suite orquestal se escuchó por primera vez en la misma ciudad (que no es otra que Oslo bajo su antiguo nombre) el 5 de noviembre de 1892. Algunas fuentes enciclopédicas indican que originalmente Grieg realizó una suite de 8 ó 9 números a partir de la música incidental original, aunque sólo los tres mencionados se han hecho realmente famosos.

Edvard Grieg (1843-1907)

Concierto para piano y orquesta en la menor, Op. 16
Allegro molto moderato
Adagio
Allegro moderato molto e marcato - Quasi presto - Andante maestoso

A pesar de la indiscutible popularidad (bien justificada) de su Concierto para piano, Grieg nunca ha sido considerado como un compositor realmente importante o notable. Acaso, se menciona que ha sido el más importante compositor surgido en Noruega, y esto es indudablemente cierto. El catálogo de composiciones de Grieg muestra que fue ante todo un miniaturista competente, y es precisamente esta cualidad suya la que ha sido motivo de algunas de las principales críticas que se le han hecho a lo largo del tiempo. Por ejemplo, el compositor francés Vincent D’Indy (1851-1931), quien también ejercía labores de crítica, escribió un texto en el que intentaba comparar a Robert Schumann (1810-1856) con Grieg (ejercicio inútil, por cierto, aunque sus respectivos conciertos para piano suelen estar grabados con frecuencia en el mismo disco) y decía que a diferencia de Schumann, el compositor noruego no poseía ni la belleza del contenido ni la habilidad en la orquestación. En otro artículo, D’Indy seguía esta misma línea de pensamiento respecto a Grieg:

Si bien Grieg fue un agradable improvisador de canciones más o menos nacionales, no era un sinfonista, y nunca pudo convertirse en uno.

Fue otro francés, Claude Debussy (1862-1918) quien supo resumir mejor el carácter de la música de Grieg. Refiriéndose a algunas de las piezas para piano de su colega noruego, Debussy afirmaba que le parecían como bombones color de rosa rellenos de nieve. Fue esta tendencia de Grieg hacia la miniatura delicada la que hizo que sólo produjera dos obras mayores y realmente trascendentes: su música incidental para el drama Peer Gynt de Ibsen y su famoso Concierto para piano.

Grieg inició la composición de su Concierto para piano en 1868, cuando tenía 25 años de edad. Mientras trabajaba en la obra recibió una carta en la que Franz Liszt (1811-1886) alababa inesperadamente su Sonata para violín y piano Op. 8. Gracias a esa carta, el gobierno noruego facilitó a Grieg los recursos necesarios para realizar una visita a Liszt en Roma. La visita se realizó al año siguiente y Grieg partió hacia Roma llevando consigo el manuscrito de su recién terminado Concierto para piano. De la presentación de la obra a Liszt, el propio Grieg hizo una estupenda descripción, en una famosa carta a sus padres que hoy suele citarse siempre que se habla de esta obra. En la carta, Grieg contaba que al presentarle la partitura a Liszt, el compositor y pianista húngaro le había preguntado si podía tocarla, a lo que Grieg respondió que no, porque no la había ensayado. Entonces Liszt tomó la partitura, se sentó ante el piano y leyó la obra de Grieg a primera vista. El músico noruego tuvo que indicarle la velocidad correcta del primer movimiento, después de lo cual Liszt tocó la obra como si él mismo la hubiera escrito, dándose el lujo, además, de charlar y comentar la pieza con sus invitados al mismo tiempo. En un punto específico de la partitura, en el último movimiento, un tema emocionó tanto a Liszt que se interrumpió para levantarse del piano y recorrer la habitación a grandes zancadas cantando el tema a todo pulmón. Finalmente, después de terminar de tocar la obra de Grieg, Liszt le devolvió el manuscrito al compositor noruego y le dijo:

Siga firme en su camino. En verdad le digo, usted tiene capacidad. Y sobre todo, no se deje intimidar.

En efecto, Grieg siguió el consejo de Liszt; regresó a Noruega y continuó componiendo sus canciones, sus piezas para piano y sus demás miniaturas, sin dar importancia a la opinión de los críticos. Es claro que la popularidad del Concierto para piano de Grieg tiene mucho que ver con el hecho de que algunos de sus temas y melodías son, precisamente, como esos bombones de nieve color de rosa a los que se refería Debussy, pero dotados de una vitalidad muy peculiar gracias a inteligentes aunque discretos toques de orquestación y a algunos momentos de un impulso rítmico muy efectivo.

El estreno del Concierto para piano de Grieg se llevó a cabo en la ciudad de Copenhague el 3 de abril de 1869, con el compositor como solista. La partitura quedó dedicada al notable pianista noruego Edmund Neupert.

En 1883 Grieg inició la composición de su Segundo concierto para piano, proyecto que finalmente abandonó para dedicarse a la revisión del concierto de 1868. El compositor revisó y alteró significativamente la orquestación de la obra entre 1906 y 1907, terminando finalmente la revisión un año antes de su muerte. En cuanto al posible contenido nacionalista de la obra es posible mencionar que en el tercer movimiento Grieg utiliza una danza popular noruega llamada halling como motivo melódico y como impulso rítmico. Como corolario se puede decir que la popularidad de este concierto lo ha hecho víctima de algunos abusos a los que la música famosa es sometida con frecuencia. En la década de los 1940s un tal Freddy Martin compuso una canción basada en el primer tema del Concierto para piano de Grieg, canción que llegó a estar incluso en lo alto del Hit Parade en los Estados Unidos. Y por si fuera poco, algunas melodías del concierto aparecieron en una almibarada comedia musical titulada Canción de Noruega.

Edvard Grieg (1843-1907)

Danzas sinfónicas Op. 64
Allegro moderato e marcato
Allegretto grazioso
Allegro giocoso
Andante – Allegro risoluto

Uno de los descubrimientos más interesantes (y a veces frustrantes o causantes de confusión) que es posible hacer durante la revisión del catálogo de obras de un compositor es el encontrar que un buen número de obras existen en más de una versión. Un recuento estadístico de este hecho produciría sin duda una lista enorme de compositores, pero basta recordar a unos cuantos en cuyos catálogos es evidente y numerosa la presencia de obras en más de una versión: Stravinski, Ravel, Sibelius, Grieg.

En el caso de Edvard Grieg, este asunto de las versiones es particularmente claro en el rubro de su música orquestal. En el catálogo de sus obras que proporciona el Nuevo Diccionario Grove de la Música y los Músicos, se mencionan 17 obras suyas para orquesta, pero en sentido estricto, solamente siete de ellas son obras sinfónicas originales. Se trata de una Obertura inconclusa y perdida, la Sinfonía en do menor, el Concierto para piano y orquesta Op. 16, el Concierto para piano en si menor (inconcluso), tres piezas de la música incidental de Sigurd Jorsalfar y las dos suites de la música incidental para el Peer Gynt de Ibsen. Todas las demás partituras de Grieg enlistadas bajo el encabezado de “música orquestal” son en realidad transcripciones realizadas por el propio compositor a partir de piezas originalmente concebidas para otros medios. He aquí un panorama de esas obras orquestales, y de su fuente original:

  • En otoño Op. 11 (Piano a cuatro manos)
  • Dos melodías elegíacas Op. 34 (Canciones)
  • Suite Holberg Op. 40 (Piano)
  • Dos melodías Op. 53 (Canciones)
  • Dos aires nórdicos Op. 63 (Piezas para piano)
  • Dos piezas líricas (Piezas para piano)
  • Romanza noruega antigua con variaciones Op. 51 (Dos pianos)
  • Suite lírica Op. 54 (Piezas para piano)

A esta lista habría que añadir la Marcha fúnebre para Rikard Nordraak, concebida originalmente para piano y transcrita más tarde para banda militar, y las Danzas sinfónicas Op. 64, que son originales para orquesta, y que existen también en una versión para piano a cuatro manos realizada por el propio Grieg. Es evidente que el pensamiento orquestal y la estructura sinfónica no fueron temas particularmente relevantes para Grieg, cuya producción importante está concentrada en sus canciones y sus piezas para piano. De ahí, la credibilidad de esta frase relativa al compositor noruego, que se debe a su colega francés Vincent d’Indy:

“Si bien Grieg fue un agradable improvisador de canciones más o menos nacionales, no era un sinfonista, y nunca pudo convertirse en uno.”

En el año de 1865, Grieg conoció en Copenhague a un joven colega y paisano suyo, Rikard Nordraak (1842-1866), quien tenía la convicción de que era posible crear una música que fuera inconfundiblemente noruega. Nordraak comunicó a Grieg este ideal nacionalista, y a partir de ese momento, según la mayoría de los musicólogos, el interés nato de Grieg en la música folklórica se intensificó, al grado de que casi todas sus obras importantes posteriores están marcadas por su origen en la música tradicional de Noruega. En ese sentido, las Danzas sinfónicas Op. 64 de Grieg son, estrictamente, cuatro arreglos orquestales de otras tantas tonadas folklóricas. Si se descartan las transcripciones arriba mencionadas, las Danzas sinfónicas representan la composición orquestal original más tardía y madura de Grieg, y están consideradas entre sus mejores obras. La impresión general de estas cuatro piezas folklóricas orquestadas por Grieg es muy similar a la de varias otras de sus obras: una refinada organización de materiales tradicionales noruegos, presentada con una componente orquestal que debe mucho al sinfonismo romántico alemán, particularmente el de Robert Schumann (1810-1856). En cuanto al perfil expresivo de las Danzas folklóricas, su audición permite percibir un ambiente que en lo general es bucólico, pastoral, pero que no carece de momentos más intensos y dramáticos. Si bien el compositor propone una orquestación compacta y bien balanceada, puede decirse que los alientos-madera se llevan la parte del león en las Danzas sinfónicas Op. 64 de Edvard Grieg.

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