Ives, Charles - Sinfonía No. 1 en re menor

Charles Ives (1874 - 1954)

Sinfonía No. 1 en re menor

Allegro
Adagio molto
Scherzo: Vivace
Allegro molto

A manera de introducción, algunos datos surtidos sobre Charles Ives:

  • Su padre, George Ives, era un director de bandas con un oído muy agudo, interesado en explorar la politonalidad, los microtonos, la simultaneidad de eventos sonoros y la espacialidad de la música.
  • Charles Ives llegó a ser en su juventud un buen jugador de béisbol, fútbol americano y tenis.
  • De 1894 a 1898 estudió en Yale, y fue organista de la Iglesia Central de esta localidad.
  • Como músico, heredó mucho de su padre, incluyendo el espíritu aventurero y la curiosidad.
  • En sus composiciones solía emplear numerosas citas de otros materiales musicales.
  • Compuso cerca de 40 obras para orquesta o banda, y más de 150 canciones.
  • No tuvo alumnos ni dejó escuela, pero se le considera precursor del auténtico “americanismo” en la música de los Estados Unidos.
  • Fue un vanguardista sin intención, guiado más por la inocencia y la honestidad que por la búsqueda activa de novedades sonoras.
  • Se dice de él que fue el inventor del cluster, una acumulación de numerosos sonidos simultáneos.
  • También se dice de él que fue precursor del llamado Arte Pop, por sus constantes referencias a la cultura mundana.
  • Sus experimentos en la polirritmia alcanzaron un grado tal que algunas de sus obras orquestales requieren más de un director.
  • Fue también un pionero en el diseño y uso de notaciones alternativas a base de elementos gráficos y abstracciones.
  • En algunas de sus obras puso las bases de la música aleatoria, en la que se deja una gran libertad al intérprete.
  • Fue un próspero y respetado vendedor de seguros, y componía música en sus ratos libres.
  • Solía pagar a los músicos para que interpretaran sus obras.

La suma de estas breves pinceladas da como resultado el retrato de un iconoclasta, de un innovador, de un aventurero singular que contribuyó mucho a algunas de las revoluciones musicales más importantes del siglo XX. De hecho, algunas de sus obras siguen siendo más o menos indescifrables para buena parte del público, y para no pocos músicos. ¿Cómo conciliar, entonces, esta imagen de Charles Ives con el diseño y el contenido sonoro, cabalmente clásicos, de su Primera sinfonía?
En efecto, esta singular y muy atractiva obra parece provenir, más que de un atrevido compositor estadunidense, de la pluma de un músico europeo tradicional, de visión firmemente anclada en la teoría clásica. Describir la Primera sinfonía de Ives es como describir un sinnúmero de sinfonías escritas en los períodos clásico y romántico: diseño general en cuatro movimientos; primer movimiento rápido en forma sonata, con temas claros y bien perfilados; segundo movimiento lento, lírico; tercer movimiento, un scherzo que casi parece alemán; cuarto movimiento rápido, de diseño semejante al primero; armonía básicamente tradicional, a pesar de algunos cambios inesperados en el primer movimiento; orquestación convencional; y sobre todo, una corrección que no contradice para nada el flujo natural de las ideas y de su desarrollo. De hecho, los estudiosos han hallado en esta atractiva Primera sinfonía de Charles Ives un dominio seguro y asombroso de la forma y de los medios, un dominio que se atribuye a las enseñanzas de Horatio Parker (1863-1919), quien fuera el más importante de sus maestros. Vale la pena aclarar, sin embargo, que, si a primera audición esta obra parece no ser más que un correcto ejercicio académico, lo cierto es que un análisis más profundo permitirá descubrir algunas indicaciones del espíritu aventurero de Ives. La Primera sinfonía fue compuesta por Ives entre 1895 y 1898, durante su período de aprendizaje en la Universidad de Yale. Al parecer, la obra nunca fue interpretada en su totalidad en vida de Ives, y en una ocasión en que Walter Damrosch dirigió parte de la sinfonía en un ensayo, el famoso director regañó varias veces al compositor por haberse apartado de las reglas clásicas en algunas partes de la sinfonía. ¿Qué habría opinado Damrosch de la Cuarta sinfonía (1910-1916) de Ives, un alucinante collage sonoro, tan complejo que el día de su estreno se requirieron tres directores para controlar a la gran orquesta?
Una audición reciente de la Primera sinfonía de Ives me ha hecho trazar (con las reservas del caso) cierto paralelismo entre esta obra y la Primera sinfonía (1901) del compositor mexicano Julián Carrillo (1875-1965). Además de ser obras contemporáneas, las dos son sinfonías concebidas a la manera tradicional, cuya audición no permite vislumbrar los rumbos revolucionarios que sus creadores habrían de seguir al paso del tiempo.

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