Shostakovich, Dmitri - Concierto No. 2 para violín en do menor, op. 129

Dmitri Shostakovich (1906-1975)

Concierto No. 2 para violín en do menor, op. 129

Moderato
Adagio
Adagio - Allegro

El día de hoy amanecí de humor para hacer una lista, cosa que como mis lectores saben, suelo hacer con alguna frecuencia. La lista de este día es breve, pero significativa: Evgeny Mravinski, Sviatoslav Richter, Emil Gilels, Mstislav Rostropovich, Galina Vishnevskaya, David Oistrakh, Maxim Shostakovich, el Cuarteto Beethoven. Una vez enunciada la lista, se impone la pregunta: ¿qué tienen en común los ilustres personajes aquí enumerados? Dos cosas: todos ellos son (o fueron) músicos de primera, nacidos en diversas latitudes de lo que fue la Unión Soviética, y todos ellos fueron destinatarios de diversas dedicatorias de obras de Dmitri Shostakovich. Y en vista de que lo que hoy nos interesa es la escritura concertante de Shostakovich, no está de más recordar lo siguiente: su Primer concierto para piano fue escrito para su uso personal, mientras que el Segundo concierto fue dedicado a su hijo Maxim; sus dos conciertos para violoncello y orquesta fueron compuestos para Mstislav Rostropovich, y los dos conciertos para violín fueron dedicados a David Oistrakh.
Quienes gustan de trazar el perfil estilístico de un compositor a partir de referencias cronológicas suelen dividir su trabajo creativo en períodos bien definidos, y el caso de Shostakovich no es la excepción. El musicólogo Boris Schwarz afirma que en el desarrollo composicional de Shostakovich hay tres períodos bien definidos, el último de los cuales va de 1967 hasta la muerte del compositor en 1975. Según Schwarz, este período se inicia con la creación de los Siete romances para soprano, violín, violoncello y piano, escritos sobre textos de Alexander Blok en 1967, y finaliza con la última composición completa de Shostakovich, su Sonata para viola y piano Op. 147, terminada poco antes de su muerte. Entre estos dos hitos encontramos las dos últimas sinfonías y los últimos tres cuartetos de cuerda de Shostakovich, así como tres partituras cinematográficas, cinco ciclos vocales y algunas otras piezas de menor importancia. Es precisamente a este período que pertenece el Segundo concierto para violín y orquesta, que data del año de 1967.
En el ensayo enciclopédico que Schwarz dedica a Shostakovich, menciona que hacia el final de su segundo período creativo y, sobre todo, en el inicio del tercero, el compositor comenzó a evidenciar una marcada tendencia hacia la orquestación transparente y depurada, que de alguna manera contrastaba con algunas de las partituras orquestales densas y opulentas de sus períodos anteriores. A este respecto, Schwarz anota:

La tendencia hacia la orquestación transparente es también notable en el Segundo concierto para violín y orquesta, partitura en la que la percusión y otros instrumentos son llamados a dialogar con el violín solista, procedimiento también empleado en el Segundo concierto para violoncello. Si bien el Primer concierto para violín es más ambicioso, el segundo no es, ni mucho menos, una obra inferior; tiene bellos pasajes cantables y una gran inventiva técnica, aunque en su totalidad es menos “difícil” que el primero. Ambos conciertos están dedicados a Oistrakh, quien realizó los respectivos estrenos.

Una vez leído y asimilado este breve texto de Schwarz sobre la obra que nos ocupa, es más que pertinente hacer notar que las comillas que encierran a la palabra “difícil” son del propio Schwarz, lo cual no deja de ser una interesante referencia, un tanto indirecta, al alcance técnico de los dos conciertos para violín de Dmitri Shostakovich. Una audición de la obra que hoy nos ocupa permite descubrir, además de lo anotado por Schwarz, algunas otras características típicas del Shostakovich maduro. Así, en su Segundo concierto para violín es posible oír alternativamente el discurso intenso y apasionado, y la ligereza de espíritu, marcada por el sarcasmo. Junto a pasajes realmente conmovedores, aparecen las bulliciosas marchas y los sonidos juguetones tan típicos del pensamiento orquestal de Shostakovich. Y sobre todo, al interior de un discurso de asombroso diseño formal, hallamos muchos puntos de contacto entre la parte del violín solista y las propuestas que Shostakovich hizo en esa misma época en sus cuartetos de cuerda. Todos estos elementos dan como resultado una obra sólida y poderosa, en la que el ámbito sonoro tiene mucho de enigmático.
Originalmente, Shostakovich compuso el Segundo concierto para violín como un regalo para celebrar el cumpleaños número sesenta de David Oistrakh. Al parecer, sin embargo, el compositor confundió la fecha de nacimiento del gran violinista y la obra estuvo lista muchos meses antes de la singular fecha. Así, Oistrakh estrenó el concierto el 26 de septiembre de 1967, cuando tenía 59 años de edad, acompañado de la Filarmónica de Moscú dirigida por Kiril Kondrashin. Poco antes, el día 13, el propio Oistrakh había realizado un estreno informal de la obra en Bolshevo. (Su cumpleaños, por cierto, era el 30 de septiembre).
Para finalizar, vale la pena señalar que entre las grabaciones de este concierto disponibles en el mercado hay una especialmente atractiva. Es la que lleva como solista a Lydia Mordkovitch, cuya versión dramática y profunda está influida por el hecho de que tuvo a David Oistrakh como maestro en el Conservatorio de Moscú. En esta singular grabación Lydia Mordkovitch es acompañada por la Orquesta Nacional Escocesa, dirigida por Neeme Järvi.

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