Juan Arturo Brennan
A pesar de lo que digan los modernistas, es un hecho que la música de Beethoven todavía tiene una poderosa capacidad para sorprendernos y, en ocasiones, la sorpresa crece a medida que pasa el tiempo y escuchamos una y otra vez alguna de sus obras. No cabe duda que la Quinta sinfonía de Beethoven es una de las obras más sorprendentes de su catálogo, y de toda la historia de la música. No es novedad afirmar que hay algo de mágico e insólito en el primer movimiento de esta obra, un movimiento que ha sido objeto de innumerables análisis a lo largo del tiempo. Uno de los estudios más interesantes que se han hecho del primer movimiento de esta sinfonía fue realizado por Carlos Chávez (1899-1978), en una conferencia dictada en la Universidad de Harvard a fines de la década de los 1950s. La conferencia lleva por título La repetición en música y expone con toda claridad un hecho fundamental: que una parte importantísima del lenguaje musical de Occidente está basada en la repetición. Como ejemplo significativo de este hecho, Chávez alude al Allegro con brio con que se inicia la Quinta sinfonía de Beethoven y nos hace descubrir, entre otras cosas, que el breve y contundente tema de cuatro notas con que se inicia la obra se repite más de doscientas veces tan sólo en el primer movimiento, y que aparece muchas otras veces a lo largo de la obra, produciendo un diseño unitario y simétrico que se advierte en muy pocas obras musicales, y que aún tiene la capacidad de sorprendernos a casi doscientos años de distancia. La Quinta sinfonía de Beethoven no sólo ha dado origen a muchos estudios y análisis, sino también a muchas anécdotas. Una de ellas nos dice que el compositor y maestro francés Jean François Lesueur (1760-1837), quien detestaba la música de Beethoven, fue convencido por uno de sus alumnos, Héctor Berlioz (1803-1869), de escuchar la Quinta sinfonía del compositor alemán. Cuando Lesueur escuchó finalmente esta obra maestra de Beethoven, quedó tan impresionado que se puso a gritar:
"¡Déjenme salir, necesito aire! ¡Esto es increíble, maravilloso!"
Más tarde, Lesueur habría de confesar que al final de la audición de la sinfonía estaba tan afectado que cuando quiso ponerse el sombrero no pudo encontrar su cabeza.
Hacia 1808 Beethoven ya padecía la sordera que habría de ser su mayor desgracia. A pesar de ello, todavía hacía apariciones públicas como pianista, participando en conciertos monumentales que aún en nuestro tiempo podrían parecer excesivos. En la temporada de Navidad de 1808, en el Theater an der Wien de la capital austriaca, se llevó a cabo uno de esos conciertos, en el que Beethoven fue protagonista absoluto como compositor, pianista y director. El programa de esa noche sin duda hizo las delicias de los admiradores de Beethoven, y quizá más de uno enloqueció, como le ocurrió a Lesueur años más tarde. Esa noche, Beethoven estrenó su Cuarto concierto para piano y obsequió al público con algunas otras de sus obras: la Fantasía coral para piano, coro y orquesta, el aria de concierto ¡Ah, pérfido!, fragmentos de su Misa en do mayor, una fantasía para piano solo, y el estreno mundial de dos de sus sinfonías, la quinta y la sexta.
Entre las muchas asociaciones extramusicales que la Quinta sinfonía de Beethoven ha generado hay que recordar el hecho de que durante la Segunda Guerra Mundial los aliados tomaron el tema inicial del primer movimiento como un símbolo de la victoria, ya que ese tema de cuatro notas es idéntico en su distribución (tres cortas, una larga) a la letra "V" del alfabeto telegráfico de Morse. Y entre las glosas más complicadas que sobre esta obra se han hecho, hay una muy interesante, escrita por Henry Brenner en 1923, en la que el comentarista describe los cuatro movimientos de la sinfonía de un modo muy complejo y lleno de alusiones filosóficas. Así, en el curioso texto de Brenner cada movimiento de la Quinta sinfonía de Beethoven lleva un subtítulo:
Primer movimiento: El paraíso perdido
Segundo movimiento: El paraíso reencontrado
Tercer movimiento: Relaciones sociales
Cuarto movimiento: El triunfo del entusiasmo
Además, en el texto de Brenner el análisis de cada movimiento va precedido de un epígrafe tomado de un escritor; los dos primeros movimientos llevan epígrafes de Carlyle, el del tercero es de Addison, y el del cuarto de Emerson. El primer epígrafe de Carlyle podría tomarse como un buen comentario general sobre la Quinta sinfonía de Beethoven, y quizá, sobre su indomable espíritu musical: "El hombre es de la tierra, pero su pensamiento está con las estrellas."
Finalmente, vale la pena repetir lo que tantas veces se ha dicho respecto a que las cuatro notas iniciales de la sinfonía representan la forma en que el destino llama a la puerta. Es imposible saber si el propio Beethoven tuvo alguna vez esta idea en forma muy clara; lo que sí es cierto es que esta sinfonía, de principio a fin, es una enorme, poderosa llamada de atención para todo aquel que alguna vez haya escuchado música y, como el señor Lesueur, haya perdido la cabeza.