BRITTEN, BENJAMIN - Cuatro interludios marítimos y Passacaglia de Peter Grimes, op. 33

Benjamin Britten (1913-1976)

Cuatro interludios marítimos y Passacaglia de Peter Grimes, op. 33

Amanecer
Mañana de domingo
Luz de luna
Tormenta

Passacaglia

Desde su origen allá por el siglo XVII la ópera se ha caracterizado en general por subordinar el contenido textual y narrativo a la música, y más específicamente, a las dotes de virtuosismo pirotécnico de los cantantes de todos los tiempos. Así, en el gran repertorio de la ópera es posible encontrar obras con música muy bella que por desgracia está al servicio de textos que dejan mucho que desear, llenos de amores contrariados o imposibles, tragedias inverosímiles, conflictos emocionales y morales bastante insulsos y esquemáticos, y en general, una palidez argumental que no suele estar a la altura de la música en cuestión. Por supuesto, han existido notables excepciones a este triste estado de cosas, y entre ellas podrían mencionarse, por ejemplo, algunas de las mejores óperas de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) y Richard Wagner (1813-1883). Sin embargo, puede decirse que fue apenas en las últimas décadas del siglo XIX cuando los creadores de ópera comenzaron a preocuparse en serio por el contenido y el alcance de sus argumentos y sus libretos. Los textos que parecían dignos de la más cursi telenovela comenzaron a ceder el paso a libretos en los que se exploraban rincones más interesantes del alma humana. Nacieron así otros modos de concebir y escribir la ópera, modos que cristalizaron en las obras operísticas de Alban Berg (1885-1935), Claude Debussy (1862-1918), Richard Strauss (1864-1949), Kurt Weill (1900-1950) y otros compositores. En esta categoría de creadores de ópera que pusieron en música argumentos sólidos e interesantes, el inglés Benjamin Britten ocupa un lugar importante.

Precoz, inteligente y muy prolífico, Britten inició su contacto profesional con la música componiendo partituras para el teatro, el cine y la radio. Muy pronto, Britten destacó por su maestría en la escritura vocal, haciendo de la ópera un terreno muy suyo, al grado de que puede decirse sin exagerar que la producción operística de Britten es la más importante de la historia de la ópera en inglés, y una de las más importantes del siglo XX.

Entre 1940 y 1973 Britten compuso sin cesar para la escena, produciendo una serie de óperas muy importantes entre las que destacan Albert Herring, El rapto de Lucrecia, Billy Budd, Gloriana, El hijo pródigo, Owen Wingrave, Muerte en Venecia y La vuelta de tuerca. Al inicio de la Segunda Guerra Mundial Britten se hallaba en los Estados Unidos, donde produjo algunas obras importantes de su catálogo. En 1942 el compositor regresó a Inglaterra con el encargo de la Fundación Koussevitzki para escribir una ópera. El producto de ese encargo fue Peter Grimes, ópera que desde su estreno en Londres en junio de 1945 fue aclamada como una obra maestra y señalada como el inicio de una nueva era en la ópera inglesa.

Peter Grimes fue compuesta por Britten sobre un libreto de Montagu Slater, basado a su vez en un poema de George Crabbe. La historia transcurre en un pueblo de pescadores en la costa oriental de Inglaterra al inicio del siglo XIX. Como en ninguna otra obra en la historia de la música, Britten logró en Peter Grimes hacer del mar un protagonista de tanta importancia como los personajes de carne y hueso. A través de su brillante y evocativa música, Britten plantea no sólo el conflicto personal del protagonista, Peter Grimes, sino el de todo un pueblo de pescadores que depende del mar y, al mismo tiempo, está a su merced. Es por ello que los interludios orquestales que Britten escribió para Peter Grimes son de una gran importancia, tanto musical como dramática, por lo que representan como auténticas pinturas tonales que definen y marcan continuamente las relaciones de los personajes con el mar. El primer interludio, Amanecer, establece el ambiente sonoro de la ópera, describiendo de un modo casi impresionista la relación del pueblo con el mar. El segundo, titulado Mañana de domingo, nos deja oír las campanas del pueblo y los preparativos de sus habitantes para entregarse a la oración dominical. El tercer interludio, de nuevo contemplativo, se titula Luz de luna y es una exploración del destino inexorable al que se enfrenta Peter Grimes. Para finalizar, Tormenta, una descripción musical dual del conflicto de la naturaleza y el conflicto interno del protagonista de la ópera. Con estos Interludios marinos y con la música de toda la ópera, Britten nos permite asomarnos al alma de un Peter Grimes solitario, necesitado de dar y recibir afecto, de espíritu feroz y turbulento, violento a veces, visionario y poético siempre, aún en medio del terrible conflicto que lo enfrenta al mar, a sus conciudadanos, a su destino y a sí mismo. ¡Qué diferencia con tantos héroes y heroínas de la ópera, que no son más que figuras unidimensionales de cartón puestas en el escenario para el lucimiento de tales o cuales voces virtuosas!

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