Bartók, Béla - Música para cuerdas, percusión y celesta, Sz 106

Béla Bartók (1881-1945)

Música para cuerdas, percusión y celesta, Sz 106

Andante tranquilo
Allegro
Adagio
Allegro molto

Los últimos años de la vida de Bela Bartók, los que pasó en Estados Unidos, fueron probablemente los más tristes y difíciles, dadas las desafortunadas condiciones personales y profesionales en las que se vio obligado a realizar su trabajo. Sin embargo, menos de una década antes, el compositor húngaro había pasado por un período de bonanza en el que pudo componer algunas de sus obras más importantes gracias a diversos encargos, tanto individuales como institucionales. Así, su Quinto cuarteto de cuerdas (1934) le fue encargado por Elizabeth Sprague Coolidge, mientras que la Sonata para dos pianos y percusión (1938) fue un encargo del grupo ISCM de Basilea. A su vez, la obra Contrastes (1938) fue escrita para el violinista Josef Szigeti y el clarinetista Benny Goodman, y su Segundo concierto para violín (1937-1938) tuvo como destinatario al violinista Zoltan Székely. Dos de los encargos más importantes de ese período provinieron de Paul Sacher, quien en su tiempo fue no sólo un connotado director de orquesta, sino también un importante promotor e impulsor de la música de su tiempo. Bartók compuso para Sacher dos de las obras más destacadas de su catálogo: el Divertimento (1939) y la Música para cuerdas, percusión y celesta (1936).

En esta obra singular del repertorio orquestal, Bela Bartók propone una dotación formada por cuerdas, dos tambores, címbalos, tam-tam, bombo, tres timbales, xilófono, celesta, arpa y piano. El primer movimiento de la Música para cuerdas, percusión y celesta está concebido como una fuga de características muy individuales: cada entrada sucesiva del tema ocurre a la distancia de un intervalo de quinta, lo que da como resultado un fascinante esquema armónico. Se trata de una pieza austera y transparente, protagonizada de manera importante por las cuerdas, sobre todo al inicio. El desarrollo fugado va creciendo en volumen y densidad hasta alcanzar un clímax señalado por los címbalos. A partir de ahí, el movimiento va regresando hacia un ambiente parecido al del inicio, para concluir en una tensa calma. En uno de sus numerosos escritos, Bartók menciona este movimiento como uno de los casos en que su construcción rítmica está basada en el estilo de ejecución de la música folklórica de Hungría, Rumania y Bulgaria. El segundo movimiento es ágil y vigoroso, muy acentuado, con una mayor intervención del piano, al que Bartók trata en ocasiones como otro instrumento de percusión. El movimiento está diseñado como un allegro de sonata, y en él las percusiones están más presentes que en el primero. Los acentos desplazados y el inteligente uso del pizzicato de las cuerdas en movimiento paralelo con diversos instrumentos, dan a este movimiento una calidad sonora muy atractiva. Aquí, la celesta es empleada por el compositor con gran discreción. Hacia el final de este movimiento, Bartók plantea un activo intercambio de materiales musicales entre dos grupos iguales de cuerdas, que deben estar colocados simétricamente a cada lado del director de orquesta. En el tercer movimiento, el compositor húngaro crea una atmósfera misteriosa y tentativa, comenzando por notas repetidas en el xilófono y glissandi en los timbales. Muchos de los efectos sonoros creados aquí por Bartók (como lo señala el musicólogo Paul Griffiths) tienen su origen en los cinco cuartetos de cuerda escritos por el compositor entre 1908 y 1934, es decir, antes de la composición de la Música para cuerdas, percusión y celesta. Entre las sonoridades más atractivas creadas por Bartók en este movimiento, destaca por ejemplo la combinación de la celesta con el registro agudo del violín, en movimiento paralelo, con la discreta colaboración del piano. También puede mencionarse una especie de nebulosa sonora, anclada por los arpegios ascendentes y descendentes de la celesta. En ciertos momentos, este adagio se vuelve un poco más agitado, para dar paso al intercambio de materiales entre distintos instrumentos. El final del movimiento es análogo a su inicio. Para concluir la obra, el compositor propone otro movimiento vivo y enérgico, en el que, más que en ningún otro, se hacen notables las raíces centroeuropeas de los temas empleados. El movimiento es una inteligente combinación de danza y rondó, y tiene en su parte central una sección más lenta. Un episodio intenso y dramático da paso al final del movimiento que, de nuevo, es semejante a su inicio.

Bartók terminó la composición de la Música para cuerdas, percusión y celesta el 7 de septiembre de 1936, y la obra fue estrenada el 21 de enero de 1937 por la Orquesta de Cámara de Basilea dirigida, naturalmente, por Paul Sacher. Más de cuarenta años después, el genial director de cine Stanley Kubrick utilizó fragmentos de la Música para cuerdas, percusión y celesta en su filme The shining (El resplandor, 1980), logrando momentos de gran tensión e impacto emocional con la combinación de sus imágenes y los sonidos de Bartók.

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