Juan Arturo Brennan
En el año de 1945, Sergei Prokofiev declaró lo siguiente:
Considero mi Quinta sinfonía como la culminación de un largo período de mi vida creativa. La concebí como una sinfonía sobre la grandeza del espíritu humano. Además, esta obra es de particular importancia para mí, porque marcó mi regreso a la forma sinfónica después de un largo intervalo.
En efecto, el cuadro cronológico de las sinfonías de Prokofiev nos muestra una larga pausa después de la Cuarta sinfonía:
- Sinfonía No. 1 1916-1917
- Sinfonía No. 2 1924
- Sinfonía No. 3 1928
- Sinfonía No. 4 1929-1930
- Sinfonía No. 5 1944
- Sinfonía No. 6 1947
- Sinfonía No. 7 1951-1952
El hecho de que hayan pasado casi quince años entre la Cuarta sinfonía y la Quinta no implica que hayan sido años improductivos para el compositor. Por el contrario, en ese período surgieron algunas obras de importancia que, ciertamente, habría de influir en la escritura de la Quinta sinfonía, considerada por muchos críticos como la mejor de las obras sinfónicas de Prokofiev. Entre las obras compuestas por Prokofiev en ese largo intervalo pueden mencionarse su partitura para el filme El teniente Kijé, Pedro y el lobo, los conciertos para piano números 4 y 5, el Concierto para violoncello, el ballet Romeo y Julieta y la ópera La guerra y la paz. Especial mención merece en este período la cantata Alexander Nevski, construida por el compositor a partir de la música escrita para el filme homónimo de Sergei Eisenstein, y que es sin duda una de sus mejores partituras. Así, la Quinta sinfonía representó para Prokofiev no sólo la vuelta a la forma sinfónica sino también, de alguna manera, la vuelta a su patria.
En 1918, con permiso de las autoridades, Prokofiev dejó Rusia y en 1920 se estableció en Francia para una larga temporada. En 1927 regresó a Rusia brevemente en una gira de conciertos y fue bien recibido. De regreso en París, continuó su asociación cercana con el empresario Serge Diaghilev, para quien compuso algunas partituras importantes de música para la escena. En 1936 el compositor regresó definitivamente a su tierra natal y tuvo que pasar por un breve período de adaptación debido a las enormes diferencias que había entre el mundo musical soviético y el ambiente de Europa Occidental. Entre su partida y su regreso, la Rusia de Prokofiev se había convertido en la Unión Soviética y, como tantos otros compositores, tuvo que pagar tributo a la historia y a los héroes. Con Alexander Nevski, Prokofiev estaba seguro de haber cumplido con el estado soviético, de modo que pudo enfocar sus energías a la composición de música pura. Así, la Quinta fue la primera de sus sinfonías escritas como ciudadano soviético. Prokofiev compuso la obra en el verano de 1944, durante un período en que Moscú había sido evacuada a causa de la guerra. Buena parte de la sinfonía fue escrita en Ivanovno, y la obra fue estrenada unos meses después de ser terminada, en Moscú. Dicen las crónicas que poco antes del inicio del concierto en el que se estrenó la obra, se recibieron noticias de la gran victoria del ejército soviético en el río Vístula. Sobre este asunto, Israel Nestyev, biógrafo de Prokofiev, escribió lo siguiente:
Los primeros compases de la sinfonía se escucharon contra el tonante fondo de una salva de artillería. La emotiva música de Prokofiev iba plenamente con el ánimo del público. Los críticos señalaron esto en sus laudatorias reseñas sobre la nueva obra. Dmitri Kabalevski, elogiando la sinfonía como la expresión del valor del hombre, su energía y su grandeza de espíritu, también hizo notar su profundo carácter nacional.
Si bien es probable que Prokofiev haya querido infundir en su Quinta sinfonía algo de orgullo nacional, sería difícil hablar de esta obra como una sinfonía nacionalista. A pesar de que Prokofiev no dudaba en emplear temas rusos en algunas de sus composiciones, su pensamiento musical no era estrictamente nacionalista, y su estilo y su lenguaje musical estaban muy lejanos de las enseñanzas y la herencia del Grupo de Los Cinco, mensajeros supremos del nacionalismo musical en Rusia. Sin embargo, escrita y estrenada bajo el estruendo de la guerra, la Quinta sinfonía de Prokofiev dejó, desde el día de su estreno, un sabor nacional que conserva hasta nuestros días. Para esta sinfonía el compositor utilizó una gran orquesta con piano, arpa, una nutrida sección de percusiones, maderas a tres con un clarinete extra, cuatro cornos, tres trompetas, tres trombones, tuba y cuerdas. La Quinta sinfonía de Sergei Prokofiev fue estrenada en Moscú el 13 de enero de 1945 bajo la batuta del compositor, en la que habría de ser su última aparición como director de orquesta.