Moncayo, José Pablo - Tres piezas para orquesta

José Pablo Moncayo (1912-1958)

Tres piezas para orquesta

Feria
Canción
Danza

Las Tres piezas para orquesta, escritas por José Pablo Moncayo en 1947, son una prueba más de la sabiduría de este compositor en los campos de la armonía, la orquestación y el ritmo. Junto con obras como la Sinfonietta, Cumbres, Bosques y Tierra de temporal, estas Tres piezas para orquesta vienen a completar un perfil de Moncayo que no puede estar completo, ni mucho menos, con la sola audición repetida de su notorio Huapango que, obra excelente como es, pudiera considerarse como atípica dentro del catálogo de Moncayo. Una audición de las Tres piezas para orquesta permite descubrir numerosas riquezas, tanto de concepto como de realización.
Feria, la primera de las Tres danzas, es una pieza robusta y enérgica, que se mueve en un tempo moderado. Moncayo utiliza a lo largo de la pieza, con efectividad y discreción, los instrumentos orquestales de percusión, con objetivos más rítmicos que colorísticos. De hecho, es posible detectar a lo largo de Feria procedimientos rítmicos y acentos típicos del pensamiento musical de Moncayo. A esto se añade un peculiar brillo otorgado por los metales en diversas combinaciones. Esta pieza, como el resto de la obra, comparte en muchos momentos las sonoridades logradas por Moncayo en otras obras sinfónicas suyas, particularmente la Sinfonietta y Tierra de temporal.

Canción es una pieza que se mueve en el ámbito de un lirismo parco y depurado, esa especie de impresionismo mexicano que surge en numerosas partituras del compositor jalisciense. Esta Canción contiene, entre otros aciertos, una serie de breves solos para instrumentos de aliento, manejados aquí más por lo que aportan de color que por sus posibilidades virtuosísticas. Hacia la mitad de la pieza, la transparente orquestación se vuelve más densa y hay un clímax de carácter dramático. Después, la música vuelve al ambiente tranquilo del principio para hacer resaltar un hermoso episodio protagonizado por el corno, seguido del oboe.

La Danza con que concluyen estas Tres piezas para orquesta de José Pablo Moncayo se mueve en un ambiente análogo al de la Feria, pero en un ritmo más vivo y marcado. El atractivo impulso motor de esta pieza se debe, sobre todo, al inteligente y discreto uso que Moncayo hace de los acentos desplazados y la síncopa. Hay aquí una sabrosa alternancia de colores orquestales, no sólo en la variedad tímbrica misma sino también en la intensidad: diríase que junto a sutiles pinceladas en colores pastel, Moncayo ha combinado brillantes brochazos cromáticos. Asimismo, se detectan aquí algunas atractivas propuestas armónicas por parte del compositor. Especialmente interesante es un episodio en el que se alternan los cornos y los alientos, acompañados por los fuertes acentos del címbalo. A lo largo de la Danza, la trompeta tiene varias intervenciones importantes, y la pieza concluye con una coda compacta y enérgica a la que los metales confieren un brillo singular.
No es casualidad, quizá, que muchas de las observaciones contenidas en este sencillo comentario sobre las Tres piezas para orquesta de José Pablo Moncayo sean confirmadas por un texto que al respecto del compositor escribió su colega y coterráneo Blas Galindo (1910-1993). Decía Galindo:

Es uno de los compositores mexicanos más destacados en la actualidad. Sus dotes para la música son extraordinarias. Desde sus obras más tempranas se encuentran elementos melódicos de la más alta distinción. En algunos de sus primeros trabajos de estudiante se aprecian influencias veladas de giros melódicos ravelianos. Es importante hacer notar este rasgo, ya que reaparece en sus recientes Tres piezas para piano solo. Claro está, la supuesta influencia melódica del compositor francés queda desvirtuada en parte por la concepción rítmica peculiar de Moncayo. En aquellas de sus obras que no son de procedencia folklórica se advierten, sin embargo, ciertos elementos mexicanos, los cuales imprimen un carácter peculiar a la música de este autor. Es, sin duda, un mexicanismo elevado a una categoría universal. La armonía empleada por Moncayo es, a la par que audaz, sencilla. Basada en la escala diatónica, es enriquecida frecuentemente con acordes disonantes alterados. En las obras de Moncayo el ritmo es sobremanera variado. La variedad nace del uso de múltiples fórmulas rítmicas complejas y contrastadas.

La audición de las Tres piezas para orquesta, injustamente infrecuente como la de muchas otras obras valiosas de Moncayo, no sólo confirma lo escrito por Galindo, sino que sirve también para enfatizar el hecho de que aún falta mucho por hacer en cuanto al estudio y difusión amplia de la obra de este singular compositor mexicano, famoso por una sola obra, desconocido por muchas otras. El propio Moncayo dirigió el estreno de sus Tres piezas para orquesta, el 18 de julio de 1947, al frente de la Orquesta Sinfónica de México.

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