Respighi, Ottorino - Los pinos de Roma

Ottorino Respighi (1879-1936)

Los pinos de Roma

Los pinos de la Villa Borghese
Pinos cerca de una catacumba
Los pinos del Gianicolo
Los pinos de la Vía Appia

Como en la mayoría de las ciudades italianas de importancia, las principales atracciones para quien visita Roma se hallan concentradas, con raras excepciones, en la zona central de la ciudad. En un mapa turístico de los que se consiguen en cualquier aeropuerto, terminal de trenes o puesto de periódicos de la capital italiana, es relativamente fácil hallar los cuatro puntos de la traza urbana de Roma que inspiraron a Ottorino Respighi la más famosa de sus composiciones. En la parte norte de ese hipotético mapa usted podrá ver, detrás de la Plaza de España y detrás de la Plaza del Pueblo, la enorme mancha verde de la Villa Borghese. Es el parque más importante de Roma y en su interior se hallan algunos museos muy interesantes que, como muchas otras cosas en Roma, están en permanente proceso de conservación y restauración. Villa Borghese es para los romanos lo que Chapultepec es para los mexicanos de la capital. En la esquina inferior derecha de nuestro mapa romano (es decir, al sureste de la ciudad) encontramos la Vía Appia Antigua.

Esta es una de las más antiguas vías de comunicación de Europa y fue trazada alrededor de 300 años antes de nuestra era para comunicar a Roma con sus posesiones en el sur. Hoy en día todavía quedan algunos restos de su empedrado original debajo del moderno asfalto. Por donde hoy transitan legiones de turistas en sus autobuses con aire acondicionado, hace siglos transitaban las legiones romanas a su regreso de las guerras de conquista. A los lados de la Vía Appia todavía pueden verse numerosos restos de los monumentos dedicados a los patricios romanos y a los héroes de las legiones guerreras. Y si bien es posible encontrar catacumbas en diversos puntos de Roma y sus alrededores, las más visitadas son las que quedan, precisamente, por la Vía Appia. Especialmente notables son las catacumbas de San Calixto, consideradas como las primeras tumbasoficialesde los primeros tiempos de la cristiandad. Por ahí cerca pueden visitarse también las catacumbas de San Sebastián y las de Domitila. Finalmente, si utilizamos el mapa para ir hacia la parte occidental de la Roma turística, nos encontraremos con la Ciudad del Vaticano, y ligeramente al sur de ella, una de las famosas siete colinas de Roma: el Gianicolo. Desde la ribera del Tíber hasta la cima de la colina la caminata es ardua y pesada, pero vale la pena porque desde el Gianicolo pueden apreciarse algunas soberbias vistas de la capital italiana. Estos son, pues, los cuatro sitios que Respighi describe en su partitura con singular efectividad y un gran instinto para el color orquestal.

Cada una de las cuatro secciones de este divertido poema sinfónico ofrece algún atractivo sonoro particular. EnLos pinos de la Villa Borghesepodemos escuchar el bullicio infantil y la imitación que los niños hacen de una marcha militar. En la sección dedicada a las antiguas catacumbas, Respighi nos ofrece una buena muestra de su conocimiento del canto gregoriano y otras manifestaciones musicales afines. Especialmente interesante y evocativo es el solo de trompeta fuera de la escena, de corte claramente modal y basado en una antigua melodía de canto gregoriano, que le da a esta sección un aura misteriosa y lejana que resulta muy sugestiva. La visita musical que Respighi propone al Gianicolo ocurre de noche; de ahí la enrarecida atmósfera sonora que nos ofrece el compositor. De entre los pinos perfilados por la luz de la luna surge el canto de un ruiseñor. Originalmente, Respighi intentó describir a este ruiseñor con medios estrictamente musicales; pensó en una soprano y en diversas combinaciones instrumentales en las que podían estar incluidos algunos alientos, la celesta, el arpa y el piano. Sin embargo, Respighi no quedó satisfecho con ninguna de estas ideas y eligió un camino muy novedoso: anotó en la partitura que el canto del ruiseñor debía ser reproducido de un disco fonográfico, señalando incluso la marca y el número de serie de la grabación específica.

En este sentido, al menos, Respighi fue un auténtico pionero, ya que Los pinos de Romaes la primera obra musical que requiere la intervención de sonidos grabados previamente. El caso es que en cuanto termina de cantar el ruiseñor, desde la lejanía se acerca un insistente ritmo de marcha. Son las legiones romanas que vuelven triunfantes después de anexarse algunos bienes raíces ajenos en beneficio de éste o aquel César.

En Los pinos de la Vía AppiaRespighi construye un imponente crescendo orquestal en el que se incluye el sonido de las buccine, añejas trompetas romanas que son representadas por losflugelhorns. Esta poderosa sección final deLos pinosde Romacontiene música digna de acompañar cualquier producción del cine de Hollywood dedicada a las hazañas épicas de antaño; pienso, específicamente, en las superproducciones al estilo de Cecil B. De Mille. Respighi compuso Los pinos de Romaen 1924 y la obra se estrenó en el Augusteo de la capital italiana en la temporada 1924-1925 bajo la dirección de Bernardino Molinari.

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