Rimski-Korsakov, Nikolai - Scheherazade, Op. 35

Nikolai Rimski-Korsakov (1844-1908)

Scheherazade, Op. 35

Alf Layla Wa Layla. Si esto que acaba usted de leer no le dice nada, se debe a que no es muy común por estos rumbos tener un conocimiento práctico de los idiomas arábigos. Se trata del título original, o al menos el primer título con el que fue conocida, la colección de historias que hoy conocemos en castellano como Las mil y una noches. Imposible definir fechas y autor de este clásico de la literatura oriental, cuya influencia en el occidente es superada sólo por la del Corán. La variedad geográfica y cultural que se percibe en estos cuentos habla claramente de una multiplicidad de autores y de diversas épocas de composición: los nombres principales de las historias provienen de Irán, el esquema básico de la narración viene de la India. Además, los historiadores citan a Irak, Egipto, Turquía y Grecia como otros puntos en los que se originaron algunas de las historias de la colección. Bajo el título de Alf Layla Wa Layla se conoció una primera colección que comprendía unos quinientos cuentos; se les calificó primero como las mil historias para denotar su gran número. Después se empleó la expresión turca bin mir (mil y uno) para el mismo efecto; posteriormente fueron escritos los cuentos restantes para alcanzar realmente tal número.

Un análisis somero del contenido de los cuentos de Las mil y una noches nos indica claramente la gran variedad que en ellos puede hallarse: cuentos de hadas, romance, humor, historias exóticas, narraciones realistas, leyendas, parábolas, fábulas didácticas, anécdotas, historias de viajes y aventuras. Algunos de los cuentos de la colección han trascendido sus fronteras orientales y se han convertido en parte casi integral del folklore occidental: Aladino, Alí Babá, Simbad, son personajes que hoy en día tienen una vida autónoma en la fantasía infantil del occidente, muy al margen de que probablemente ningún niño, y seguramente muy pocos adultos, hayan leído la colección completa de los cuentos de Las mil y una noches.

El marco de referencia narrativa de Las mil y una noches es bien conocido: el sultán Shariar, después de matar a su infiel esposa y a sus amantes, sufre un agudo ataque de misoginia y decide tomar una nueva esposa cada día y matarla esa misma noche. El vengativo sultán lleva a cabo su plan durante muchas noches, hasta que las candidatas parecen acabarse. Ahora bien, su Gran Visir tiene dos hijas casaderas, Sheherazada y Dunyazad. La primera de ellas ingenia un método para detener la venganza: convence a su padre de que la case con el sultán, y a partir de la noche de bodas, cada noche le cuenta una fascinante historia que deja incompleta al amanecer, prometiendo continuarla la noche siguiente. Embelesado por las historias de Sheherazada, el sultán pospone su venganza noche tras noche, hasta que finalmente desiste de sus crueles designios.

Quizá sería posible hallar en alguna olvidada biblioteca algún ejemplar de una edición poco ortodoxa de Las mil y una noches; abriéndola en una página cualquiera, es factible encontrar la siguiente historia (no se preocupe usted por las discrepancias cronológicas; lo que importa es el cuento): “Pero al llegar la noche número 739, Sheherazada dijo: ‘Entonces, mi señor, aquel músico de la Rusia Imperial se retiró en el verano de 1888 a una aldea llamada Nyezhgovity, a orillas del lago Cheryemenyetskoe, con la idea de poner música a algunas de las historias que os he contado. En la primera de ellas, la que habla del valiente Simbad y de su nave, la gran orquesta comienza hablando en un gran rugido, que es vuestra personificación. Y he aquí, mi señor, que en seguida una larga y sinuosa melodía en el violín viene a representar mi propia voz, aquella con la que me he atrevido a contaros estas historias. Y más tarde, las aventuras en el mar, opulentamente representadas en sonido. Sabed, mi amo, que el músico de quien os hablo sentía una gran pasión por el mar. La segunda historia con música nos habla de Kalandar, el príncipe derviche, que ha tomado la voz de un fagot nervioso y activo.

Nuestro Kalandar es retado después por un grave trombón que es imitado sucesivamente por otros instrumentos. Sigue luego la romántica historia de los jóvenes príncipes; en verdad os digo, señor mío, que el músico ruso ha dado voces al amor de estos dos personajes, con las sinuosas cuerdas, con las escalas de flautas y clarinetes y con la coloración del arpa y el triángulo. Finaliza esta música con una arrebatada descripción de un sueño oriental, como los que he narrado para vos: festivales, tormentas, naufragios, son descritos con brillantez y pasión. Al final de la tormenta, se escucha nuevamente mi voz, que termina perdiéndose en la bruma, y así finaliza el músico ruso su versión orquestal de mis historias. Y en ese mismo año de 1888, mi señor, el compositor quiso...’ Pero en ese momento Sheherazada notó que ya amanecía y dejó su narración para la noche siguiente. Intrigado, el sultán Shariar envainó el puñal que estaba destinado a segar la vida de la gentil Sheherazada y decidió aguardar. Allahu Akbar, Alá es grande.”

Para no quedarnos con la misma duda del sultán, habrá que decir que lo que Sheherazada le iba a contar en la noche número 740 de nuestra versión apócrifa de Las mil y una noches, es el hecho de que también en 1888 Rimski-Korsakov compuso su obertura La gran pascua rusa, obra que al igual que la suite sinfónica que hoy nos ocupa, nos asombra por su brillante orquestación. La suite sinfónica Sheherazada, Op. 43 fue estrenada el 3 de diciembre de 1888 en el Club de la Nobleza, en San Petersburgo, bajo la batuta del propio Rimski-Korsakov. Como conclusión literaria se puede mencionar el hecho de que se dice que las aventuras de Simbad inspiraron a Daniel Defoe para su Robinson Crusoe y a Jonathan Swift para sus Viajes de Gulliver. Y Edgar Allan Poe, maquinador de textos fantásticos por excelencia, escribió La milésima segunda historia de Sheherazada, que lleva un epígrafe que bien puede aplicarse a la magia orquestal de Rimski-Korsakov: "La verdad es más extraña que la ficción".

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