Programa Strauss

Esta página documenta un concierto pasado.

Ilustración sobre el concierto

= Programa Strauss =

Johann Strauss Jr. (1825-1899)

Obertura a la opereta El murciélago
Voces de primavera Op. 410
En el bosque de Krapfen Op. 336
¡A la caza! Op 373
Sangre vienesa Op. 354
El caballero Pasman Op. 441

I N T E R M E D I O

Marcha procesional de El murciélago
Tritsch-Tratsch Op. 214 (2')
Vals Emperador Op. 437 (11')
¡Viva Hungría! Op. 332
Polka Pizzicato (Johann y Josef Strauss) (3')

Josef Strauss (1827-1870)

Desde lejos, Op. 270
Sin preocupaciones, Op. 271

Georg Mark, director huésped

Georg Mark
Director(a)
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por Juan Arturo Brennan

Johann Strauss Jr. (1825-1899)

Obertura a la opereta El murciélago
Voces de primavera Op. 410
En el bosque de Krapfen Op. 336
¡A la caza! Op 373
Sangre vienesa Op. 354
El caballero Pasman Op. 441
Marcha procesional de El murciélago
Tritsch-Tratsch Op. 214 (2')
Vals Emperador Op. 437 (11')
¡Viva Hungría! Op. 332
Polka Pizzicato (Johann y Josef Strauss) (3')

Cuando uno piensa en un vals de Strauss, o mejor aún, cuando uno lo escucha...o mejor todavía, cuando uno lo baila, por lo general lleva en la mente una fantasía que incluye la imagen de un enorme salón en la Viena del siglo XIX, iluminado por grandes candelabros, lleno de mármoles exquisitos y estatuas románticas, en medio del cual elegantes y ágiles parejas bailan con perfección y simetría envidiables. Una atmósfera vaporosa, de ensueño, cubre la escena y permite ver, en un extremo del gran salón, a una orquesta formada por elegantes y tiesos caballeros, dirigidos por otro elegante y tieso caballero que casi siempre exhibe un enorme y bien atusado bigote y, quizá, grandes patillas de color castaño. Probablemente, el mencionado director utilice su violín y su arco como improvisadas batutas. La impresión general que tal imagen causa es la de un ambiente arcaico, casi de fantasía, cubierto de crema batida, muy dulce, y adornado con cerezas. Por otra parte, tampoco es fácil olvidar que para muchos de nosotros el primer contacto con un vals de Strauss se dio en un medio muy diferente: en la hospitalaria oscuridad de un cine, escuchando una mágica versión de El Danubio azul acompañando las improbables imágenes de elegantes y estilizadas naves espaciales, preñadas de armas atómicas, circundando la tierra y circundándose unas a otras en una helada, perfecta, maravillosa y aterradora coreografía espacial. La escena, que pertenece a esa magistral película que es 2001: Odisea del espacio, realizada por Stanley Kubrick en 1968, se ha convertido en una de las más legendarias combinaciones de imagen y sonido en toda la historia del cine, y demostró desde su aparición en la pantalla que la música (sobre todo la buena música), al margen de sus tradicionales asociaciones culturales y estéticas, puede tomar significados totalmente nuevos en otros medios cuando es empleada con inteligencia y creatividad.
De la numerosa y muy musical familia vienesa de los Strauss, Johann Jr. (hijo de otro Johann menos famoso) fue el compositor más prolífico, y sin duda el que llevó al vals vienés a su punto más alto de desarrollo musical y de popularidad. En contra de la voluntad paterna, el joven Strauss estudió violín y composición por su cuenta y muy pronto estaba dirigiendo su propia orquesta, tocando música suya y de su padre. A la muerte de Johann Strauss Sr., el hijo fundió la orquesta de su padre y la suya propia en una sola, y con el nuevo grupo realizó exitosas y muy productivas giras de conciertos por Alemania, Polonia, Rusia, Inglaterra, Francia y los Estados Unidos. El joven Strauss compuso más de 200 valses que en realidad son, cada uno de ellos, una cadena de valses formados por melodías fáciles y agradables, precedidas en ocasiones por preludios de corte dramático y cerradas con brillantes codas. Si bien son sus valses lo que le ha dado fama duradera a Johann Strauss Jr., es preciso recordar que durante su prolífica carrera compuso numerosas obras en otros géneros (sobre todo polkas y marchas), la mayoría de ellas hábilmente orquestadas y en general designadas con títulos muy descriptivos, que aludían a asuntos muy en boga en la Viena de fines del siglo XIX: Polka champaña, Polka pizzicato, Marcha egipcia, Bombones de Viena, Vida de artista, Rosas del sur, Truenos y relámpagos, Cuentos de los bosques de Viena, Vino mujeres y canto y muchísimas otras. Dato curioso: la obra más famosa de Johann Strauss Jr., que es precisamente el hermoso vals El Danubio azul, fue escrita originalmente en una versión coral que no tuvo mayor éxito. En una ocasión, el compositor francés Jacques Offenbach (1819-1880), especialista en operetas, visitó Viena para supervisar la producción de algunas de sus obras. Al contacto con Offenbach, Strauss decidió dedicar su talento a la composición de operetas, y escribió 16 obras de este género, entre las cuales sólo dos permanecen en la memoria y el repertorio: El murciélago y El barón gitano.

Pero el hecho es que Strauss es y será recordado sobre todo por sus valses. Y suponiendo que los valses sean, como dicen algunos, música un tanto vacía y superficial, ¿a qué se debe su tremendo éxito popular? El escritor H.L. Mencken, en un libro titulado adecuadamente Prejuicios, comentó lo siguiente allá por 1927:

El vals es magníficamente impropio, es el arte del sonido vuelto lascivo. Me atrevo a decir que las composiciones de Johann Strauss han llevado a la perdición a más criaturas que todos los actores de cine y tratantes de blancas desde la caída del Imperio Occidental. Hay algo en el vals que es irresistible.

Para cualquier especulación sobre el verdadero valor musical del vals en general y de los valses de Strauss en particular, es prudente recordar que músicos de tanta reputación como Johannes Brahms (1833-1897) y Richard Wagner (1813-1883) declararon abiertamente su admiración por la música bailable del compositor vienés. Por otra parte, dada la popularidad universal de sus valses, sería injusto negarle a Johann Strauss un pequeño nicho en la historia de la música, si no por otra cosa, por su tenaz dedicación a la composición de música para agradar el oído y el espíritu. Como muestra de su productividad es bueno recordar que el Vals Sangre vienesa lleva el número de Opus 354 en el catálogo de Strauss, y el vals Voces de primavera es el Op. 410, lo que indica, al menos, que en los salones de Viena en las últimas décadas del siglo XIX se iban muchas horas bailando a la luz de los candelabros.

Hoy en día, la legendaria orquesta de Johann Strauss tiene una extraña reencarnación moderna, tan exitosa como la original. Se trata de la Orquesta Johann Strauss fundada y dirigida por el violinista holandés André Rieu. Se dice que sus fastuosos y mediáticos conciertos (que incluyen, claro, muchos valses, polkas y marchas) van más allá incluso de la cursilería, y que pertenecen claramente al terreno del kitsch; dígase lo que se diga, a esos conciertos asisten por todo el mundo multitudes entusiastas y extáticas, y sus discos y videos se venden como pan caliente.

Josef Strauss (1827-1870)

Desde lejos, Op. 270
Sin preocupaciones, Op. 271

Y debido a que dos y media de las piezas de este programa se deben a otro Strauss, es justo dedicarle también a él unas cuantas líneas.

Josef Strauss fue un miembro más de la prolífica e industriosa familia de músicos vieneses dedicados con ahínco a la producción de valses, marchas, polkas y operetas. Su fama menor indica con claridad que no fue un compositor tan hábil como su hermano, Johann Strauss Jr., pero es un hecho que su biografía es bastante más interesante.

Josef Strauss padeció durante toda su vida una rara enfermedad del cerebro y la médula espinal, que le causaba agudos dolores, mareos y desmayos. A pesar de ello, su padre insistió (infructuosamente, por suerte) en que Josef hiciera la carrera militar. En cambio, se dedicó con bastante provecho a estudiar ingeniería y arquitectura, convirtiéndose en un inventor de cierto prestigio. Entre otras cosas, imaginó, diseñó y construyó una máquina limpiadora de calles, que le fue comprada por el ayuntamiento de la ciudad de Viena. No fue sino hasta 1856, a raíz de la publicación de su Op. 16 (una serie de valses, para seguir con la tradición familiar) que Josef Strauss decidió emprender de lleno la carrera musical. Compartió con sus hermanos Johann y Eduard la dirección de la famosa Orquesta Strauss, pero el ajetreo de las giras, los conciertos y los contratos como director huésped, no le hizo mucho bien a su salud. Después de un altercado con un músico de la orquesta durante una gira a Varsovia, sufrió un colapso; fue llevado de inmediato a Viena, donde murió poco después.

Se dice que la música de Josef Strauss ofrece al oyente ciertos tintes de melancolía y pesimismo, y que es en general más profunda y más poética que la de cualquiera de sus ilustres parientes. Los musicólogos que han estudiado la obra de Josef Strauss mencionan un ilustre linaje musical como influencia en sus composiciones, un linaje que incluye a Chopin, Schubert, Berlioz, Liszt y Wagner. A pesar de la presencia de tan ilustres ancestros en su propia creación musical, Josef Strauss no se apartó de la tradición familiar, y evitó abordar formas y géneros musicales más ambiciosos y exigentes que los que eran usuales en su entorno inmediato. Así, una revisión de su catálogo permite descubrir muchos valses, muchas polkas, varias cuadrillas, algunas marchas, un par de ländler, y poco más. Desde lejos (Aus der Ferne en alemán) es una de las últimas polkas escritas por Josef Strauss; data de 1869, el año anterior al año de su muerte. Ohne Sorgen, cuya traducción al castellano sería Sin preocupaciones, lleva en la partitura la designación de polka schnell, es decir, polka rápida.

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