Juan Arturo Brennan
Dice la historia que allá por septiembre de 1845, Robert Schumann escribió una carta a su amigo y colega Félix Mendelssohn (1809-1847), en la que le decía, entre otras cosas, que trompetas y tambores sonaban en su cabeza cotidianamente. De ahí, los musicólogos han deducido la inspiración para la segunda de las cuatro sinfonías de Schumann, obra que, en efecto, está marcada de manera importante por las trompetas y los timbales. Sin embargo, esos sonidos de trompetas y tambores en la cabeza de Schumann eran algo más que simple inspiración musical: eran, probablemente, una más de las señales de la enfermedad que al cabo de unos años llevaría al compositor a su tumba prematura.
En 1840 Schumann se había casado con Clara Wieck, joven y prometedora pianista, en contra de la voluntad del padre de ella. Dice la historia que el matrimonio le hizo mucho bien a Schumann, quien desde tiempo atrás había mostrado propensión a la debilidad nerviosa. En 1844 Schumann y su esposa realizaron una gira por Rusia, al final de la cual el compositor sufrió su primer colapso nervioso grave, precedido de nerviosismo, depresión y ocasionales pérdidas de la memoria. Debido a ello, Schumann tuvo que abandonar casi por completo sus actividades profesionales, y se mudó a la ciudad de Dresde por instrucciones de su médico. Fue hacia el final de su convalecencia que Schumann comenzó a oír trompetas y tambores en su cabeza, y se lanzó de lleno a la composición de su Segunda sinfonía. Al parecer, el compositor realizó el primer bosquejo de la obra rápidamente, en una semana, a la mitad de diciembre de 1845. Sin embargo, la orquestación de la obra le tomó mucho más tiempo, debido a los síntomas recurrentes de su enfermedad mental. Así, Schumann dedicó la mayor parte de 1846 a trabajar en su Segunda sinfonía, y la terminó en el mes de octubre.
A su Primera sinfonía, Schumann le había puesto un subtítulo: Primavera. Y la Tercera sinfonía habría de tener también un nombre: Renana. La Segunda y la Cuarta, sin embargo, no llevan título alguno, y respecto a ese asunto, hay un interesante texto escrito por el propio Schumann:
Los títulos de las obras musicales, que han estado en boga en nuestro tiempo, han sido criticados de vez en cuando, y se ha dicho que la buena música no necesita letreros. Esto es cierto, pero también es cierto que un título no le roba valor a la música, y el compositor, al ponerle título a una obra, evita que haya un completo malentendido sobre el carácter de su música. Si al poeta se le da licencia para explicar el significado de su poema en el título, ¿por qué no habría de hacer lo mismo el compositor? Lo importante es que tal descripción verbal sea significativa y adecuada. Podría ser considerada como una prueba del nivel general de la educación del compositor.
Tal y como Schumann lo escribió en su carta a Mendelssohn, las trompetas adquieren importancia desde el inicio mismo de la Segunda sinfonía; una introducción de carácter misterioso y lento a cargo de las trompetas es el tema unificador de la obra. Después de varias apariciones a lo largo de la sinfonía, este tema reaparece muy cerca del final, primero suavemente como al inicio, pero después con más fuerza y energía. Hay quienes han hallado la sombra de Ludwig van Beethoven (1770-1827) en esta obra, lo cual no es del todo extraño, considerando la admiración que Schumann sentía por la música de su ilustre predecesor. Sin embargo, esta posible afinidad estética le fue criticada duramente a Schumann en el periódico Musical World de Londres en 1864. A raíz de una interpretación de la Segunda sinfonía, el crítico del Musical World afirmaba que la obra tenía un falso aire de Beethoven, y que Schumann era una especie de Beethoven venido a menos. Es evidente que la solidez musical de la obra contradice directamente lo dicho por el crítico inglés.
La Segunda sinfonía de Robert Schumann fue estrenada por la Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig el 5 de noviembre de 1846, bajo la dirección de Félix Mendelssohn, quien fue un incansable promotor de la música de Schumann. Después del estreno, el compositor revisó la partitura y realizó cambios sustanciales en la orquestación de su Segunda sinfonía, incluyendo entre ellos la adición de tres trombones que no aparecían en la primera versión de la obra. La nueva versión fue tocada once días después del estreno, con el mismo director y la misma orquesta.