Juan Arturo Brennan
Uno de los sobrenombres más famosos, más mencionados y más permanentes en la historia de la música es aquel que se ha asignado a Haydn como “el padre de la sinfonía”. Sí, Haydn es el primer sinfonista importante de la tradición clásica, pero su trabajo en este campo es, ni más ni menos, un eslabón más en la cadena del desarrollo histórico de la sinfonía. Lo que da a Haydn y a sus sinfonías un valor tan especial es que ese eslabón es uno de los más sólidos e importantes de la cadena. Así pues, en vez de repetir aquí el asunto de la paternidad de Haydn respecto a la sinfonía, prefiero que escuchemos algunas voces de musicólogos que se han manifestado al respecto de este tema...
Cecil Gray: El lugar honroso y prominente que se ha asignado a Haydn en los anales de la historia de la música se debe no tanto a sus logros particulares en cuanto a la evolución de la forma sinfónica, sino a su contribución en el contexto de esa evolución.
Arthur Jacobs: En Esterháza, Haydn logró una reputación que se extendió por toda Europa, especialmente por sus sinfonías y sus cuartetos; Haydn estableció los modelos clásicos de estas dos formas.
Lionel Salter: Aunque Haydn no es, en el sentido literal, el padre de la sinfonía, su importancia en la formación y el desarrollo de esta forma no puede ser soslayada.
Percy A. Scholes: Su estilo de composición estuvo basado inicialmente en el de C.P.E. Bach, es decir, en el nuevo estilo de la sonata y la sinfonía.
Hasta aquí las citas, de las cuales hay muchísimas más. Baste decir, en cambio, que para efectos prácticos casi todos los textos analíticos sobre la sinfonía se inician formalmente con Haydn, aunque en los respectivos prólogos suele mencionarse a compositores como Johann Sebastian Bach (1685-1750) y sus hijos, Giovanni Battista Sammartini (1698-1775), Johann Stamitz (1717-1757), Georg Matthias Monn (1717-1750) y otros que son considerados como precursores del pensamiento sinfónico de Haydn. Con el trabajo de estos precursores muy bien estudiado y aprendido, Haydn inició su larga y fructífera trayectoria sinfónica hacia 1759 ó 1760, cuando compuso la primera de sus 104 sinfonías. Treinta años y más de noventa sinfonías después, Haydn fue invitado a Londres por el empresario Johann Peter Salomon. Durante su estancia en Inglaterra, Haydn fue aplaudido y celebrado por la comunidad musical entera y, entre otras cosas, fue galardonado con un doctorado en música por la Universidad de Oxford. Entre ceremonia y ceremonia, Haydn se dio tiempo para componer seis sinfonías para Salomon, las que llevan los números 93 a 98 de su catálogo. Años después, y de nuevo por invitación del empresario Salomon, Haydn regresó a Londres, permaneciendo ahí desde enero de 1794 hasta agosto de 1795. Durante esta segunda jornada londinense Haydn compuso otras seis sinfonías, las últimas de su catálogo de la 99 a la 104, y la mayor parte de los conocedores en la materia coinciden en que estas doce sinfonías (conocidas colectivamente como las Sinfonías Salomon) representan lo mejor de su producción sinfónica.
Estrictamente, cualquiera de estas doce sinfonías podría llevar el subtítulo de Londres, pero sólo la última de ellas, la número 104, es conocida con ese nombre ¿Por qué? Es posible explorar algunas opiniones al respecto:
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Ciertos musicólogos dicen que esta sinfonía fue llamada así porque su último movimiento contiene melodías que parecen imitar los gritos callejeros de la capital inglesa. (Explicación poco convincente, por cierto).
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Otros, más específicos, afirman que en el cuarto movimiento de la sinfonía Haydn cita una canción popular londinense titulada Red hot bun (algo así como Bolillo al rojo vivo), que estaba muy en boga por aquella época.
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Como contradicción a estas dos versiones, hay una tercera que indica que el tema principal del último movimiento de la sinfonía es en realidad una antigua melodía austríaca de danza, asociada con una canción titulada Oh, Jelena.
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Al respecto de esta teoría, el musicólogo H. W. Hadow dijo que el origen real de este tema puede encontrarse en Croacia, en Serbia y en Carniola.
Sea cual fuere el origen del mencionado tema, y sea cual fuere la razón para haber elegido precisamente esta sinfonía entre las doce últimas de Haydn para llamarle Londres, el caso es que la obra es un digno colofón a un muy distinguido catálogo sinfónico. Formalmente, la Sinfonía Londres es típica del tratamiento que Haydn solía darle a este género. Una introducción lenta y solemne da paso a un allegro robusto y brillantemente diseñado. El andante, dramático y profundo, ha sido interpretado como un lamento por la prematura muerte de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791). El minueto, ligero y elegante, parece tener el germen de los scherzi de los sinfonistas alemanes posteriores a Haydn. Y el spiritoso final es, como en muchas otras sinfonías del ilustre músico de Rohrau, un extrovertido punto final a un discurso sonoro compacto, sólido y lleno de inventiva armónica y melódica.
La Sinfonía Londres se estrenó en la capital inglesa el 4 de mayo de 1795 en un concierto a beneficio del compositor, ocasión a la que en aquel entonces se llamó coloquialmente Dr. Haydn’s Night. Y aunque esto de La noche del Doctor Haydn suene como título de una película de terror, no es más que una muestra del respeto y aprecio que en Londres se le tuvo a Haydn. Muy merecido, por cierto.