TURINA, JOAQUÍN - Danzas fantásticas

Joaquín Turina (1882-1949)

Danzas fantásticas

Exaltación
Ensueño
Orgía

Si algún día tiene usted la suerte de poder visitar Andalucía, no deje de ponerse en contacto con las manifestaciones de música popular del pueblo andaluz. Y recuerde que una de las más singulares experiencias sonoras que puede usted tener por aquellos rumbos es la de ver y escuchar a quienes tocan, cantan y bailan flamenco, precisamente en la cuna de esta música incomparable. Le recomiendo, sin embargo, que trate de no caer en las numerosas trampas para turistas (como alguna vez me ocurrió a mí) que los negociantes andaluces tienen preparadas para los incautos. Sin duda, en la recepción de su hotel en Granada, Córdoba o Sevilla habrá información amplia y variada sobre diversos lugares donde se puede ver y escuchar flamenco "en un ambiente familiar". Ni se le ocurra acercarse a esos sitios, porque suelen ser escenarios donde se hace el flamenco de un modo diluido y maquillado, ligero y optimista, para disfrute del turista poco exigente. Mejor, pregunte a la gente del pueblo y hágase llevar a los barrios populares y a las cuevas donde se canta el verdadero flamenco, el que duele, el que cimbra, el que desgarra.

Esta recomendación no es sólo mía, sino que está implícita en las palabras de Joaquín Turina respecto a sus fogosas, vitales Danzas fantásticas. Sobre la intención expresiva de este tríptico orquestal, el compositor afirmó que trataba de lograr una obra cercana a la verdadera música andaluza, la de raíz popular, y no la que se preparaba para los turistas. Y algo debía saber Turina de estos asuntos, ya que era nativo de Sevilla. Si sus inclinaciones nacionalistas no hubieran sido suficientemente fuertes para definir el camino musical de Turina, su paso por París le propició un encuentro fundamental en este sentido: en la capital francesa entró en contacto con Manuel de Falla (1876-1946) y con Isaac Albéniz (1860-1909), a partir de lo cual decidió categóricamente dedicarse a crear música con un fuerte sabor nacional español.

No contento con acudir a los lenguajes sonoros populares como materia prima para su música, Turina enfatizó su intención nacionalista en los títulos de la mayoría de sus composiciones importantes. Citar unas cuantas, de entre sus obras más conocidas, es buena prueba de ello: La procesión del rocío, Sinfonía sevillana, Escena andaluza, La oración del torero, Sevilla, Mujeres españolas, Cuentos de España, Jardines de Andalucía, Mallorca, Verbena madrileña, La leyenda de la Giralda, El castillo de Almodóvar, Canto a Sevilla, Homenaje a Lope de Vega. Sin apartarse nunca de su vena de expresión nacional, Turina supo también integrar en sus obras otros elementos musicales, para dar a su lenguaje sonoro una dimensión más amplia, que pudiera trascender el simple folklorismo. Así, es posible hallar en la música de Turina una inteligente combinación de los elementos estrictamente españoles con interesantes apuntes impresionistas y una vena romántica orientada básicamente hacia lo descriptivo y, en ocasiones, hacia lo contemplativo. El hecho de que Turina haya logrado crear un número notable de obras de inconfundible sabor español no debe hacernos olvidar el hecho de que durante sus años de estudio en París (1905-1913) tuvo amplia oportunidad de asimilar diversos elementos franceses, particularmente a través de su maestro Vincent D'Indy (1851-1931). Sin embargo, a su regreso a España, Turina supo dejar atrás cualquier influencia afrancesante para concentrarse de lleno en el espíritu musical español. (Como posible comparación, pueden mencionarse numerosos compositores contemporáneos de Turina, incluyendo a algunos mexicanos, que se afrancesaron plenamente después de la indispensable jornada de estudios en París.)

En el año de 1920 Turina emprendió la composición de sus Danzas fantásticas, que son contemporáneas de una de sus obras más importantes, la Sinfonía sevillana, y en las que el compositor explora con singular fortuna diversos aspectos de la música andaluza de danza. Como comentario a cada una de las tres danzas, Turina eligió un breve fragmento extraído de la producción poética de José Más:

  1. Exaltación. Pareciera que las figuras de ese cuadro incomparable se mueven como el cáliz de una flor.

  2. Ensueño. Pulsadas, las cuerdas de la guitarra sonaban como el lamento de un alma que ya no pudiera soportar el peso de la amargura.

  3. Orgía. El perfume de las flores, mezclado con la fragancia de la manzanilla y el aroma de un vino espléndido, era como un incienso que inspiraba al gozo.

De estos breves textos puede deducirse, sin lugar a dudas, que la intención de Turina en estas Danzas fantásticas es, ante todo, provocar el goce de los sentidos. No está de más anotar que si bien la materia primordial de estas danzas tiene su origen en Andalucía, aparecen también en la obra algunos ritmos provenientes de otras regiones de España, como el zortzico del País Vasco.

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