Toccata (sin fuga)
Cualquier revisión mínima de catálogos y repertorios permitirá descubrir con cierta facilidad que, en efecto, existen en la historia numerosas toccatas sin fuga. Y en sentido inverso, por supuesto, se han compuesto vastas cantidades de fugas sin toccata. Sin embargo, ante las numerosas evidencias del saludable sentido del humor de Silvestre Revueltas, es lícito suponer que el título de su pequeña pieza instrumental Toccata (sin fuga) es una jocosa referencia a la costumbre (establecida con solidez en el período barroco) de hacer de la toccata y fuga una especie de unidad indivisible. Dicho lo cual, ya es hora de que yo abra gozosamente las fascinantes y siempre útiles páginas del Diccionario Técnico de la Música, editado por Don Felipe Pedrell en Barcelona el año de 1894.
Tocata, toccata, (it.). Del verbo italiano toccare, tocata, que vale lo mismo que toccamento, tocamiento. Es una especie de sonata de un solo tiempo que se destinó en un principio á los instrumentos de teclado, órgano, clave, etc. Las más antiguas toccate para órgano fueron editadas por Claudio Merulo en 1598, aunque compuestas anteriormente. Comenzaban con acordes largos cuya elaboración iba complicándose por grados como puede estudiarse en las célebres composiciones que en este género legaron al arte, Frescobaldi y Juan Sebastián Bach. En las óperas antiguas, como por ejemplo el Orfeo de Monteverde, la pieza de introducción no se denomina Sinfonía sino Toccata. El nombre de Sinfonía lo da este autor a los interludios (interludi).
Fuga. Cuando dos voces ó más voces caminan una después de otra con una misma cantinela, la figura ó ejercicio musical que de ello resulta se llama Fuga, cuyo principal objeto es el enlace de un tema entre sí. Nuestros tratadistas antiguos dividíanlas en atadas, desatadas y compuestas, en simples, dobladas, contrarias, cancrizantes, de engaño, etc., etc. La Fuga antigua tenía estrecha analogía con el Canon que por esto solía denominarse Fuga ligada (Fuga legata, it.) ó atada: cuando la repetición, eco ó respuesta no era rigurosamente igual al tema, llamábase fuga suelta (fuga sciolta, it.) ó desatada.
Así pues, fiel a su espíritu retador, Revueltas despoja de la usual fuga a su Toccata y propone una pieza poderosa y compacta en la que la influencia de Igor Stravinski (1882-1971) se hace presente en diversos momentos de la partitura. La presencia obligada del violín, los torbellinos sonoros en los alientos, los acentos irregulares, son las características más perceptibles de la Toccata (sin fuga) de Revueltas, que en lo estructural puede leerse como una forma tripartita con dos secciones vivas y veloces que enmarcan a un episodio central de contornos contemplativos y serenos.
La intención irónica del compositor en esta obra se vuelve doblemente evidente en el contexto de un espléndido catálogo musical en el que Revueltas se mantuvo casi siempre al margen de las formas, géneros y estructuras tradicionales. La dotación original de la Toccata (sin fuga) es asimismo típica de Revueltas, por cuanto no se parece a la de ningún ensamble establecido: un violín concertante, un piccolo, un clarinete en mi bemol, un clarinete en si bemol, un clarinete bajo, un corno, una trompeta y tres timbales. Fechada el 14 de enero de 1933, esta breve pieza de Revueltas fue dedicada por el compositor a su amigo, el violinista Inocencio Cervantes. Para los melómanos venturosamente interesados en la música mexicana (que son pocos, lamentablemente) y en particular en la obra de Revueltas, consigno el dato de que existen al menos un par de grabaciones comerciales de la Toccata (sin fuga). La primera, con Enrique Bátiz al frente de la Real Orquesta Filarmónica de Londres. La segunda, con José Luis Castillo dirigiendo a la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato.