SCRIABIN, ALEXANDER - Sinfonía No. 1 en mi mayor, Op. 26

Alexander Scriabin (1872-1915)

Sinfonía No. 1 en mi mayor, Op. 26

Lento
Allegro drammatico
Lento
Vivace
Allegro
Andante

Sinfonía No. 1 en mi mayor, Op. 26

Como tantos otros compositores a lo largo de los siglos, el moscovita Alexander Scriabin se vio obligado a realizar labores docentes no por gusto sino por necesidad. Así, en 1898, el compositor y pianista se unió a la planta profesoral del Conservatorio de Moscú, y se las arregló para que sus deberes magisteriales no interfirieran demasiado con su trabajo creativo. Ese mismo año compuso la pieza orquestal Rêverie (‘Ensueño’), concluyó su Tercera sonata para piano, y al año siguiente realizó un Andante para cuerdas y las Nueve mazurkas Op. 25. De 1899 también data una auténtica curiosidad en el catálogo de Scriabin: compuso la segunda variación de las Variaciones sobre un tema ruso (para cuarteto de cuerdas) en cuya composición participaron también Artsibushev, Glazunov, Rimski-Korsakov, Liadov, Vitols, Blumenfeld, Evald, Vinkler y Sokolov. Fue en ese período que el compositor abordó su segunda obra de gran aliento (la primera había sido el Concierto para piano de 1896).

El escritor especializado Andrew Huth hace este comentario sobre la Sinfonía No. 1 de Scriabin:

*Después del Concierto para piano, Scriabin estaba decidido a escribir algo en una escala aún más ambiciosa. Su Primera sinfonía tiene seis movimientos en vez de los tradicionales cuatro, con un movimiento final que incluye solistas y coro cantando versos (del compositor) en alabanza al arte. Está llena de ideas maravillosas (durante toda su vida Scriabin fue capaz de crear un estado de ánimo o mental particular con unas cuantas notas), aunque su duración de tres cuartos de hora pone en tensión los poderes formales de un compositor que hasta entonces había tenido poca experiencia escribiendo en tan gran escala. Compuesta en 1899-1900, la Primera sinfonía de Scriabin fue estrenada (sin el movimiento final) el 11 de noviembre de 1900 en San Petersburgo, y cuatro meses después ocurrió una ejecución integral de la obra en Moscú. Ninguna de estas interpretaciones fue particularmente bien recibida, pero Scriabin no se desanimó y de inmediato comenzó a trabajar en la Segunda sinfonía. *

Para complementar lo escrito por Huth, cabe mencionar que el estreno incompleto de la Sinfonía No. 1 de Scriabin fue dirigido por su colega Anatol Liadov (1855-1914), mientras que el estreno integral, realizado el 29 de marzo de 1901 en el contexto de un homenaje a Nikolai Rubinstein (1835-1881), fue dirigido por Vasili Safonov (1852-1918). Si bien ya es posible detectar en esta obra algunos elementos muy individuales del lenguaje de Scriabin, se trata de una composición que aún rinde homenaje a algunos de sus ilustres ancestros, entre los que se puede mencionar a Richard Wagner (1811-1883) y Richard Strauss (1864-1949).

Algunos de los maestros y colegas de Scriabin criticaron la sinfonía, en particular su último movimiento (que incluye mezzosoprano y tenor solistas, y coro mixto), lo que no impidió que el compositor obtuviera el Premio Glinka por esta obra suya. Esas críticas no fueron del todo erradas ya que, claramente, el último movimiento no tiene la calidad de los otros cinco. He aquí una traducción aproximada, en prosa, del texto escrito por Scriabin para el último movimiento de su Primera sinfonía:

Oh, maravillosa imagen de lo Divino, arte puro de la armonía. Hasta ti traemos felices la alabanza de ese sentimiento de arrobo. Tú eres la brillante esperanza de la vida, eres celebración, eres remanso; como un regalo traes a la gente tus visiones encantadas. En esa hora oscura y fría, cuando el alma se llena de tumulto, el hombre encuentra en ti el gozo de la consolación. A la fuerza, caída en la batalla, tú la llamas a la vida; en la mente exhausta y afligida engendras pensamientos de un nuevo orden. Engendras un océano infinito de emoción en el corazón embelesado, y el más alto cantar de los cantares es cantado por tu sumo sacerdote, al que has llenado de vida. En la tierra reina glorioso tu espíritu, libre y poderoso. El hombre, elevado por ti, realiza gloriosamente la mayor hazaña. ¡Venid, pueblos todos de la tierra, cantemos las loas al arte! ¡Gloria al arte, gloria por siempre!

De la lectura de este texto se desprende que Scriabin fue mucho mejor compositor que escritor. Fue precisamente poco después de terminar la Primera sinfonía (auténtica hija del siglo XX) que el compositor empezó a adentrarse en los terrenos filosóficos y teosóficos que habrían de nutrir de manera importante su producción musical madura.

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