STRAUSS, RICHARD - *Así hablaba Zaratustra*, Op. 30

Richard Strauss (1864-1949)

Así hablaba Zaratustra, Op. 30

Introducción
De los del trasmundo
Del gran anhelo
De los gozos y pasiones
El canto fúnebre
Del saber
El convaleciente
El canto de la danza
Canción del sonámbulo

¿Así hablaba quién? Zaratustra, conocido también como Zoroastro entre los griegos, gran reformador de la religión persa. Poco se sabe de su vida, más allá de algunos datos contenidos en los Gathas, libros que según la tradición fueron escritos por el mismo Zaratustra. Se cree que Zaratustra vivió aproximadamente entre los años de 630 y 541 a.C. y que pasó la mayor parte de su vida enseñando filosofía entre las tribus seminómadas de lo que hoy es la región noroeste de Irán. La tradicional imagen del profeta desposeído que vaga por el mundo predicando fantasías y anunciando el fin del mundo no va con Zaratustra. Se sabe que fue un hombre de riqueza moderada, de cierta educación y con una clara vocación reformista, vocación que no estaba dirigida exclusivamente a cuestiones religiosas. Básicamente, Zaratustra dedicó sus esfuerzos a la reforma y a la sistematización del politeísmo ancestral de la religión iraní, dándole un fundamento ético del que hasta entonces había carecido. Sin embargo, no fue Zaratustra un agitador que exigiera reformas religiosas al margen de las condiciones sociales reales de su entorno; entre otras cosas, Zaratustra se oponía al desorden implícito de la vida de los nómadas y dedicó mucho esfuerzo a tratar de convencer a las tribus de las bondades de la vida sedentaria basada en la agricultura. Como todos los reformadores razonables y sensatos, Zaratustra fue duramente atacado en su tiempo por quienes detentaban el poder; ello se debió principalmente a sus denuncias en contra de la clase sacerdotal dedicada al engaño, la intimidación y la explotación. Esto, claro, ha sido el común denominador de las religiones organizadas a través de los siglos, y no ha cambiado hasta nuestros días. Si bien el fundamentalismo islámico de tintes fanáticos que se apoderó de la región hace ya bastante tiempo no tolera el pluralismo religioso, el zoroastrianismo sobrevive a poca distancia de Irán: la secta de los parsis, huyendo de la persecución religiosa musulmana, emigra hacia el oriente y se establece en pequeñas comunidades alrededor de Bombay en la India, y de Karachi en Pakistán, donde mantiene viva la doctrina de nuestro personaje, el famoso Zaratustra.

Veintiséis siglos después de la era de Zaratustra, el filósofo alemán Friedrich Nietzsche (1844-1900) publica en 1893 su más conocido, más enigmático y menos comprendido libro: Así hablaba Zaratustra. Según los entendidos en la materia, Nietzsche deformó en su libro la doctrina de Zaratustra, ajustándola a sus propias ideas, de manera que en vez de pintar a Zaratustra como uno de los primeros grandes moralistas, el filósofo alemán nos ofrece la imagen de un Zaratustra convertido en el primer gran inmoralista. A grandes rasgos, el pensamiento filosófico que Nietzsche nos ofrece en Así hablaba Zaratustra está centrado en su convicción de que toda actividad humana está gobernada por el impulso básico del ansia de poder. Según Nietzsche, la aspiración de todo hombre es alcanzar un estado superior en el que la infinita impotencia de la vida presente es vencida por el poder. A este estado superior pertenece el Übermensch de Nietzsche, su hombre superior, su superhombre. Es así como Nietzsche da inicio a su libro:

Cuando Zaratustra tenía 30 años, abandonó su patria y el lago de su patria y se fue a la montaña. Gozó allí de su espíritu y de su soledad y no se cansó de ello por espacio de diez años. Al fin cambió de parecer y un día se levantó al romper la aurora, se puso cara al sol y le habló así: “Qué sería de tu felicidad, astro radiante, si no existiesen aquellos para quienes brillas”.

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Allá por el año de 1883, mientras Nietzsche trabajaba en su obra maestra, se preguntaba: “¿A qué ámbito pertenece en realidad mi Zaratustra?” Y se respondía él mismo: “Creo que pertenece al ámbito de las sinfonías.”

Esta profética visión se cumplió en cierta medida en noviembre de 1896 en Frankfurt, al realizarse el estreno del poema sinfónico de Richard Strauss basado libremente en la obra de Nietzsche. Hasta hoy, no sabemos con precisión hasta qué punto quiso Strauss hacer un poema sinfónico estrictamente programático; lo que hizo fue tomar los títulos de algunos de los capítulos de la obra de Nietzsche y aplicarlos a las diversas secciones de su obra musical. La posible relación armoniosa entre el pensamiento de Nietzsche, la música de Strauss y las numerosas notas de programa (incluyendo ésta) que se han escrito sobre el poema sinfónico Así hablaba Zaratustra, es bastante dudosa. Consideremos, por ejemplo, que Nietzsche sentía un peculiar desprecio por la religión, y por la religión cristiana en particular. ¿Cómo conciliar, entonces, su pensamiento con la nota de programa del estreno en Frankfurt, cuya referencia a la introducción del poema sinfónico es de filiación claramente religiosa? Hela aquí:

Amanecer. El hombre siente el poder de Dios. Pero el hombre anhela. Se arroja en brazos de la pasión pero no halla la paz. Se vuelve hacia la ciencia pero en vano intenta resolver el problema de la vida. Suenan entonces tonadas de danza y se convierte en un individuo; su alma se eleva mientras el mundo se hunde bajo sus pies.

Pasando al plano estrictamente anecdótico, es imprescindible mencionar, una vez más, que la poderosa introducción de Así hablaba Zaratustra se ha convertido casi en un mito, lleno de asociaciones extramusicales, a través de un camino ciertamente complejo. Veamos...

Un místico del Asia Central funda una religión, sobre la cual un filósofo alemán realiza una glosa literaria impenetrable, en la cual un compositor alemán basa un gran poema sinfónico, cuya introducción inspira a un cineasta estadunidense para musicalizar una serie de secuencias fílmicas en las que prácticamente se resume la evolución del hombre, desde primate hasta superhombre y su ulterior encuentro con una inteligencia superior. Después de todo, es innegable que hoy en día es difícil escuchar la majestuosa introducción al poema sinfónico de Strauss sin asociarla automáticamente con las fascinantes vistas cósmicas y telúricas que Stanley Kubrick nos ofreció en su soberbia película 2001: Odisea del espacio (1968), en la que la transformación progresiva del hombre es analizada a través de una visión muy escéptica, sin duda más cercana a Nietzsche que a Strauss. Del posible superhombre que pudiéramos imaginar a través de la larga cadena Zaratustra-Nietzsche-Strauss-Kubrick, el filósofo alemán nos dice lo siguiente:

Mas al amanecer el nuevo día, una nueva verdad me fue revelada y entonces pude decir: ‘Qué me importa la plaza y la plebe y su bullicio, y las orejas largas de la plebe. Superhombres, aprended de mí esta lección: en la plaza nadie cree en los superhombres.’ Si queréis hablar de ello, hacedlo, pero la plebe dice, guiñando un ojo: ‘No hay superhombres, todos somos iguales ante Dios.’ Pero este Dios ha muerto...’

Finalmente, si bien es un hecho que casi todo buen melómano conoce la introducción al poema sinfónico de Strauss, la verdad es que vale la pena escuchar la obra en su totalidad, entre otras cosas por el magistral manejo orquestal de Strauss, y por las riquezas armónicas que su desarrollo nos ofrece. A este respecto, los conocedores nos hacen notar que el poema sinfónico termina con un acertijo armónico sin solución: un acorde de si mayor superpuesto al do mayor con que inicia la obra. Según algunos analistas, esta armonía sin solución representa el gran acertijo del mundo, acertijo que, según Philip Hale, no fue resuelto ni por Nietzsche, ni por Strauss, ni por los analistas de Strauss. Probablemente tampoco fue resuelto por Zaratustra, ni será resuelto por los intérpretes de la música de Strauss. Y ciertamente, tampoco será resuelto por quienes escriben las notas a los programas sobre la música de Strauss.

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