PROKOFIEV, SERGEI - Sinfonía No. 2 en re menor, Op, 40

Sergei Prokofiev (1891-1953)

Sinfonía No. 2 en re menor, Op, 40

Allegro ben articolato
Tema con variazioni

De la pluma y la voz de Sergei Prokofiev:

En mi Sinfonía No. 2 quiero crear una obra de hierro y acero.

Compuse mi Segunda sinfonía en nueve meses de trabajo frenético.

He hecho esta música tan compleja, y a tal grado, que al escucharla yo mismo no puedo desentrañar su esencia. ¿Qué puedo pedir a los demás?

En septiembre de 1923, Prokofiev se casó con la cantante española Lina Llubera, y poco después de mudó con su familia a París. Fue en la capital francesa que el compositor ruso escribió la obra que le inspiró los comentarios arriba citados. En algunos documentos enciclopédicos se dice que la inspiración para esta singular obra “de hierro y acero” fue una partitura similar, el poema sinfónico Pacific 231 (1924) del compositor suizo Arthur Honegger (1892-1955), que en su título y en su contenido sonoro se refiere a un modelo particular de locomotora… construida, sí, de hierro y acero. Después de comentar ese posible antecedente para esta sinfonía de Prokofiev, la musicóloga Rita McAllister afirma:

Esta fue su Segunda sinfonía, quizá su más sorprendente (y ciertamente más complicada) partitura. Su composición, que para Prokofiev resultó un proceso inusualmente difícil, lo ocupó durante el siguiente otoño e invierno y, aun así, cosa atípica en él, tuvo serias dudas sobre el resultado. El estreno de la obra en junio de 1925 no hizo nada para acallar sus dudas. La obra estuvo lejos de ser exitosa, y Prokofiev hubiera caído en profunda depresión si el empresario Diaghilev no se hubiera acercado a él con un nuevo y muy sorprendente encargo.

Una audición paciente y atenta de la Segunda sinfonía de Prokofiev permitirá constatar que sus propias dudas, así como una parte sustancial de los comentarios críticos sobre la obra, tienen un sustento creíble. La obra inicia con ásperas afirmaciones de las trompetas y el resto de los metales, y el discurso continúa en el mismo estilo, en un marco de aspereza armónica, instrumentación ruda y una punzante acentuación rítmica. Después del abrupto y tajante final del primer movimiento, hay un período de (tensa) calma en la afirmación del tema del segundo, sujeto después a una serie de variaciones que si bien no son tan severas y astringentes como la música inicial de la obra, sí se mueven en un ámbito semejante, y por momentos alcanzan una expresión feroz similar a la que pude hallarse en algunas páginas de la Suite escita (1915) de Prokofiev. Este momento hasta cierto punto reflexivo es reafirmado en los últimos compases de la obra. Ciertamente, no deja de sorprender que esta ruda y hasta cierto punto hermética sinfonía de Prokofiev haya sido la sucesora de la ligera y transparente Sinfonía No1, Clásica, del compositor.

Las dudas originales que su Segunda sinfonía causó a Prokofiev persistieron durante largo tiempo. Al final de su vida, el compositor retomó la partitura de esta conflictiva obra con la intención de revisarla y, de hecho, alterarla sustancialmente. Se sabe que la parte medular del plan de revisión de Prokofiev era convertir la obra en una sinfonía en tres movimientos. De hecho, el compositor ya había asignado el número de Op. 136 a la revisión de su Segunda sinfonía. Sin embargo, tal revisión quedó simplemente en proyecto, y nunca se materializó. Se dice que la inusual estructura de la Segunda sinfonía le fue inspirada a Prokofiev por la de la Sonata para piano Op. 111 de Ludwig van Beethoven (1770-1827). Para concluir esta nota en un tono cabalmente metalúrgico, hay una curiosa coincidencia que conecta a la férrea locomotora de Honegger con la acerada Segunda sinfonía de Prokofiev y la obra arriba mencionada que le encargó al compositor ruso el empresario Diaghilev; de este nuevo encargo surgió un sólido (en más de un sentido) ballet de Prokofiev, titulado Paso de acero, el tema de cuyo argumento es la industrialización.

La Sinfonía No. 2 de Prokofiev fue estrenada en París el 6 de junio de 1925 bajo la batuta de Serge Koussevitzki, a quien está dedicada la partitura.

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