CHÁVEZ, CARLOS - Concierto para violín y orquesta

Carlos Chávez (1899-1978)

Concierto para violín y orquesta

La mejor manera de abordar la elaboración de esta nota de programa hubiera sido tener una entrevista personal con Carlos Chávez. Ante la imposibilidad de hacerlo, tengo la fortuna de obtener la información necesaria de la segunda mejor manera posible...

Mientras por un amplio ventanal se filtra la última, enrojecida luz del atardecer, y en la lejanía se dibuja el pétreo perfil del Cerro del Tepozteco, escucho una grabación del Concierto para violín de Carlos Chávez, en la que el solista es Emanuel Borok, acompañado por Eduardo Mata al frente de la Orquesta Sinfónica de Dallas. La audición de esta grabación es complementada por la siempre cálida presencia de Eduardo Mata (1942-1995) quien, partitura en mano, me guía a través del poderoso discurso musical de su maestro. Es difícil hallar en México a alguien que conozca mejor la música de Carlos Chávez que Eduardo Mata, de modo que la audición del concierto en estas condiciones resulta sumamente reveladora. De entrada, aprendo que si bien la obra se toca como un solo movimiento continuo, de hecho está claramente dividida en secciones, nueve de ellas para ser exactos. Lo interesante de esta división es que Chávez se la planteó como un reto estructural de grandes alcances, que tiende sobre todo a la simetría. Así, una forma muy sencilla de esquematizar este concierto sería la siguiente:

A-B-C-D-X-D-C-B-A

En este esquema, los elementos A, B, C y D son, respectivamente, una introducción, una sección rápida, una sección lenta y un scherzo, mientras que el elemento X es una extensa, compleja cadenza para el violín solo. Así, Chávez ha construido su Concierto para violín de manera que la primera y la segunda partes son simétricas, siendo la segunda un espejo de la primera y con la cadenza a la mitad como elemento de equilibrio. Para más señas, los temas de la segunda parte (el espejo) aparecen invertidos en relación a su primera aparición en la obra. Lo más interesante de esta singular estructura musical está en el hecho de que el artificio formal que me ha explicado Eduardo Mata no es evidente para el oído, de modo que la obra fluye naturalmente, y sólo el estudio atento de la partitura permite desentrañar el proceso constructivo aplicado por Chávez en su Concierto para violín.

Desde el punto de vista del que escucha, esta obra se mueve en un ámbito sonoro permanentemente tenso, de una intensidad poco común. La tensión es generada, sobre todo, por el inteligente empleo que hace Chávez de la politonalidad, mientras que la intensidad expresiva de la obra es explicada así por el propio compositor:

El violín es un instrumento cantante, pero también puede ser percusivo. Depende de la manera en que el arco trata a las cuerdas, ya sea deslizándose suavemente o golpeándolas nerviosamente. Ambas formas son válidas y cada una corresponde a un modo distinto de expresión. En este concierto lo que hay es fundamentalmente música cantabile.

Es interesante notar asimismo que si bien el violín solista se mueve casi permanentemente en esa dinámica expresiva a la que alude Chávez, la orquesta propone en general un acompañamiento contrastante, lleno de momentos percusivos, y de gran solidez. Como excepciones muy notables a este planteamiento cabe señalar el solo de corno que precede a la cadenza y el solo de oboe que la sucede. Siguiendo el plan de construcción en espejo de este concierto, el solo de oboe es como el espejo del solo de corno; mientras el de corno se mueve en un ambiente casi pastoral, el de oboe se mueve en un terreno melódico y armónico más austero. Este es apenas uno de los muchos ejemplos de que Chávez abordó en su Concierto para violín la construcción simétrica sin aplicarse una camisa de fuerza musical, sino con la inteligencia y flexibilidad necesarias para redondear satisfactoriamente el discurso sonoro.

Desde el punto de vista vocacional, el origen de esta obra puede hallarse en el aprecio de Chávez por el violín, instrumento del que le gustaba no sólo su sonido sino también su aspecto y sus sugestivas formas curvilíneas. Desde el punto de vista práctico, el Concierto para violín surge de un encargo hecho a Chávez por Murray D. Kirkwood, hombre de negocios de Nueva York, para la violinista Viviane Bertolami. Al abordar la realización de la obra, Chávez rescató algunos temas para el violín que se le habían ocurrido un par de años antes, en 1945, durante un largo viaje en tren. La idea principal de la obra fue descrita así por Chávez:

Quise aprovechar la ilimitada flexibilidad y virtuosismo del violín para dar forma a una arquitectura musical diferente y algo atrevida.

Chávez trabajó en el Concierto para violín entre 1947 y 1950, y a medida que progresaba el trabajo, iba enviando trozos de la obra a Viviane Bertolami, quien, según sus propias palabras, soportó la larga espera con la convicción de que la obra estaba destinada a ser una pieza de capital importancia en el repertorio violinístico. El Concierto para violín y orquesta de Carlos Chávez se estrenó el 29 de febrero de 1952, en el Teatro de Bellas Artes, con la Orquesta Sinfónica de México dirigida por el compositor, y actuando como solista Viviane Bertolami, quien por cierto era la esposa de Mr. Kirkwood.

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