DVOŘÁK, ANTONIN - Sinfonía No. 5 en fa mayor, Op. 76

Antonín Dvořák (1841–1904)

Sinfonía No. 5 en fa mayor, Op. 76

Allegro ma non troppo
Andante con moto
Allegro scherzando
*Allegro molto *

Junto con el serialismo integral, las extrapolaciones místicas de Alexander Scriabin (1872-1915) y los patrones rítmicos de las ragas de la India, la numeración de las sinfonías de Dvořák es uno de los temas más complejos de la historia de la música. Conviene recordar, antes que nada, que sus últimas cinco sinfonías han sido conocidas con dos numeraciones distintas; primero fueron numeradas como las sinfonías de la 1 a la 5, y más tarde se les asignó su número definitivo, de la 5 a la 9. Además, en la primera numeración el orden no era el mismo, de modo que la nueva número 5 era antes la número 3, y la nueva número 6 era antes la número 1. ¿Queda claro? ¿No? No importa; es mejor concentrarse en la música que en la numerología, aunque la Quinta sinfonía de Dvořák ocupa un lugar especial al interior de esta confusión numérica.

En cierto momento de su vida, Dvořák dio por perdida la partitura de su Primera sinfonía, la que hoy es conocida como Las campanas de Zlonice, de modo que consideró a su Segunda sinfonía como la primera de su catálogo, y ahí comenzaron las confusiones. Tales confusiones se complicaron cuando su editor, Fritz Simrock, publicó la Sexta sinfonía de Dvořák como si fuera la primera, ya que en efecto era la primera en ser publicada, mas no la primera en orden de composición. Cuando Dvořák le envió al editor el manuscrito de la Quinta sinfonía, Simrock la publicó con el número 3, aunque en la partitura original estaba designada como la número 4, Opus 24. Y después de muchas complicaciones más que no vale la pena anotar aquí, esta obra quedó finalmente con el número 5 y con el Opus 76 con que se le conoce en la actualidad. Así, esta bella y luminosa sinfonía de Dvořák ha tenido tres números de orden y dos números de opus, cosa no muy usual en la historia de la música.

En 1875, dos años después de casarse con Anna Cermakova e iniciar una plácida vida familiar, Dvořák dio algunos pasos que habrían de resultar muy importantes en su carrera, a saber:

  1. Solicitó y obtuvo de parte del gobierno austríaco una pensión que alivió sus penurias económicas, y que le fue renovada por cinco años consecutivos.
  2. Como parte de su solicitud para esta especie de beca, envió algunas de sus obras al jurado calificador, del que formaban parte Johannes Brahms (1833-1897) y el crítico Eduard Hanslick.
  3. Impresionó a Brahms lo suficiente como para que el gran músico alemán se convirtiera de inmediato en su aliado, consejero y promotor.
  4. Por medio de Brahms conoció a Fritz Simrock, quien habría de convertirse en el editor exclusivo de sus partituras.
  5. Gracias a las primeras obras suyas editadas por Simrock, su nombre y su música comenzaron a adquirir perfiles internacionales.

Fue en este significativo año de su vida que Dvořák emprendió la creación de su Quinta sinfonía, obra que completó en el corto lapso de cinco semanas. A pesar de la rapidez en la creación de la partitura, la sinfonía debió esperar cuatro largos años para ser estrenada, pero cuando finalmente se ejecutó por primera vez, hizo mucho por reafirmar la creciente reputación de Dvořák como un compositor de alcances notables. Si bien esta sinfonía no ha sido tocada, analizada y comentada con tanta frecuencia como la sinfonía Del nuevo mundo (la novena y última del catálogo de Dvořák), sí ha llamado la atención de diversos analistas y musicólogos. Por ejemplo, Donald Tovey afirmó que los primeros compases de esta sinfonía representan el inicio sinfónico más ligero desde la Pastoral de Ludwig van Beethoven (1770-1827). Por su parte, Ottakar Sourek, biógrafo de Dvořák, describió el primer movimiento de la Quinta sinfonía en estos términos:

Es el suave murmullo de los bosques, las voces de las aves, la fragancia del campo. El sólido aliento de la naturaleza y su regocijo, y un sentimiento de paz interna.

En el segundo movimiento de la sinfonía se hace presente una construcción formal que por momentos se asemeja a la dumka, expresión musical folklórica de origen ucraniano que Dvořák se apropió en varias de sus obras, incluyendo el famoso trío Dumky. En el último movimiento de la sinfonía es posible encontrar un curioso capricho de Dvořák: la intervención del clarinete bajo durante siete compases, su única aparición en toda la obra. Esto permite recordar, quizá, el solitario golpe de platillo en el movimiento final de la sinfonía Del nuevo mundo, asunto que ha dado origen a algunas anécdotas musicales ciertamente interesantes.

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