Vivaldi Antonio - Concierto para violín, violoncello, cuerdas y continuo, RV 547

Antonio Vivaldi (1678-1741)

Concierto para violín, violoncello, cuerdas y continuo, RV 547

Allegro
Adagio
Allegro

Allegro
Adagio
Allegro

Si usted cree que el misterio más misterioso de la historia de la música es la identidad de la amorosa Amada Inmortal de Beethoven, o la razón de que la Sinfonía Inconclusa de Schubert quedara inconclusa, o cuál es el tema secundario de las enigmáticas Variaciones Enigma de Elgar, se equivoca. Creo que el verdadero enigma musical es el catálogo del buen Fraile Rojo de Venecia, también conocido como Antonio Vivaldi. Para empezar, está el hecho de que nadie sabe a ciencia cierta cuántas obras compuso Vivaldi; en particular, el ámbito de sus conciertos es poco menos que insondable. Hay quienes dicen que son alrededor de 400, mientras que otros hablan de 600 y algunos dicen que son muchos más. (No es cierto, ya que estamos en esas, lo que dicen los socarrones en el sentido de que Vivaldi compuso el mismo concierto 400 veces; si el lenguaje es ciertamente homogéneo, la variedad en la expresión es evidente). Por otra parte, cuando uno se refiere al “catálogo de obras de Vivaldi” se está metiendo en un terreno harto espinoso y confuso, ya que no es un catálogo, sino al menos seis. En efecto, la numerosa y variada música de Vivaldi ha sido catalogada de distinta manera por los musicólogos Pincherle, Fanna, Rinaldi, Ryom, Kolneder y Malipiero, y cada uno ha puesto a la lista de obras su propio orden y su propia numeración. Así pues, para el pobre melómano, el identificar con certeza una obra de Vivaldi (a menos que sea la serie de conciertos de Las cuatro estaciones) es una labor de orden casi científico que implica momentos especulativos, mucha investigación y una buena dosis de intuición.

El caso es que Vivaldi compuso, sobre todo, conciertos, muchos conciertos, y en este sentido fue quizá el más aventurero de los compositores del barroco en cuanto a utilizar como solistas prácticamente a todos los instrumentos de uso común en su época. Y al hacerlo, no se contentó con escribir conciertos para violín, oboe, viola, violoncello o flauta, sino que abordó regiones más raras de la organonología barroca. Ahí está, como muestra genial, ese concierto suyo que plantea once instrumentos solistas, entre los cuales se encuentran las mandolinas, las tiorbas, los salmoes y los violines in tromba marina. Violinista al fin y al cabo (y muy bueno, según dicen las crónicas de la época), Vivaldi dedicó la mayor parte de sus esfuerzos en el área de la música concertante al violín, componiendo un par de cientos de conciertos para su instrumento, los más importantes de los cuales están agrupados en las colecciones conocidas como L’estro armonico, La stravaganza, Il cimento dell’armonia e dell’inventione, La cetra y las series de los Opus 6, Opus 7, Opus 11 y Opus 12. Manteniéndose fiel a su querido violín, Vivaldi compuso también un buen número de conciertos para dos violines, y a partir de ahí comienza la variedad, ya que entre los dobles conciertos del Fraile Rojo los hay para numerosas combinaciones. Por un lado, están los dobles conciertos para instrumentos iguales: dos mandolinas, dos flautas, dos oboes, dos cornos, dos trompetas; y por el otro, los dobles conciertos para parejas desiguales: viola y laúd, violín y órgano, violín y oboe. Y después están los conciertos con múltiples solistas, en los que las combinaciones son numerosas, variadas y, sobre todo, poco comunes. En este sentido, sólo Juan Sebastián Bach (1685-1750) en sus Conciertos de Brandenburgo y Georg Philipp Telemann (1681-1767) en sus numerosos conciertos instrumentales se acercaron a la vena experimental del buen Vivaldi. Si es lógico suponer que Vivaldi compuso la mayor parte de sus conciertos para violín para su propio uso, se antoja factible que muchos de sus otros conciertos tuvieron como destinatarias a las hábiles señoritas estudiantes de música que el compositor tuvo a su cargo durante largos años como encargado de la enseñanza musical en el famoso Ospedale della Pietà en su natal Venecia.

Por suerte, la identificación del concierto que hoy ocupa nuestra atención no es particularmente complicada. Si hemos de creer los datos que arroja una revisión de los diversos catálogos arriba mencionados, parece ser que Vivaldi compuso sólo un doble concierto para violín y violoncello, con acompañamiento de cuerdas y bajo continuo. Se trata del Concierto en si bemol mayor que lleva el número 547 en el catálogo de Ryom, el 388 en el catálogo de Pincherle y el 35 en el catálogo de Malipiero. ¿Queda claro? Se trata de un típico concierto barroco en lo que se refiere a la distribución en tres movimientos contrastantes (dos movimientos rápidos que enmarcan a un movimiento lento) y también en lo que se refiere a la estructura de los movimientos externos, basada en la alternancia de ritornelli orquestales con episodios para los solistas. Por cierto, la presencia en esta obra de dos instrumentos solistas y hasta cierto punto homogéneos (se trata de dos instrumentos de la misma familia) permite extrapolar un poco las formas barrocas y proyectarlas hacia el futuro cercano, en el que estos conciertos con solistas múltiples se transformaron sutilmente en sinfonías concertantes, forma en la que Johann Christian Bach (1735-1782) destacó de manera especialmente brillante, proponiendo como elemento concertante algunas combinaciones tan atrevidas como las que había propuesto Vivaldi dos generaciones antes.

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