Juan Arturo Brennan
En el año de 1960, bajo la conducción de Carlos Chávez (1899-1978) y vinculado directamente con el Conservatorio Nacional de Música, se creó una de las instituciones musicales más importantes de su tiempo en México: el Taller de Composición, por el que pasaron varias generaciones de estudiantes de música que estuvieron bajo la tutela de diversos directores y profesores. Una revisión de la lista parcial de los compositores que formaron las primeras generaciones del Taller de Composición permite apreciar que, al paso del tiempo, sus respectivas carreras tomaron direcciones muy diversas, abarcando incluso ámbitos distintos al de la composición. En esa lista se incluyen Eduardo Mata, Héctor Quintanar (quien habría de llegar a ser director del taller), Manuel de Elías, Humberto Hernández Medrano, Julio Estrada y Mario Lavista. Además de ellos, se menciona como integrante de la primera promoción del Taller de Composición al músico michoacano Jesús Villaseñor.
Después de realizar algunos estudios básicos en su tierra natal, Jesús Villaseñor se inscribió en el Conservatorio Nacional de Música, donde estudió bajo la guía de maestros como José Pablo Moncayo, Rosalío Gutiérrez, Jesús Estrada, Herbert Froelich y José Arceo. Específicamente, en el marco del Taller de Composición mencionado, Villaseñor fue alumno de Chávez y de Julián Orbón, y además tomó algunos de los cursos de Rodolfo Halffter. A sus labores de composición, Villaseñor ha añadido a lo largo de los años diversas actividades paralelas, en los campos de la investigación, la promoción y la difusión, en ocasiones asociado a importantes instituciones culturales como el Instituto Nacional de Bellas Artes y la Universidad Nacional Autónoma de México. Como ha ocurrido en el caso de tantos otros compositores, al paso del tiempo Villaseñor se convirtió en profesor de composición en la institución en la que se preparó profesionalmente, el Conservatorio Nacional de Música; además, realizó labores de enseñanza de la misma materia en el Instituto Cardenal Miranda, reconocido principalmente como una importantes sede de la enseñanza de la música sacra y materias afines. Una nota discográfica que acompaña la grabación de una de sus obras orquestales (Apocalipsis 21:2) señala que entre los numerosos encargos que ha recibido Jesús Villaseñor hay dos de especial importancia: se trata de las obras que le fueron comisionadas para la inauguración del Museo Nacional de Virreinato y de la nueva Basílica de Guadalupe. Además, en 1972, Villaseñor ganó el concurso de composición para el Himno del Centenario de la Fundación de los Institutos Josefinos. Desde el punto de vista de su orientación estética y de sus principales líneas de conducta musical, es necesario mencionar la pertenencia de Jesús Villaseñor a la Liga de Compositores de México, una institución a la que se han acogido músicos que, por lo general, llevan a cabo una práctica musical asociada en distintos grados con los preceptos del nacionalismo. Ello no le ha impedido a Villaseñor, sin embargo, abordar algunas de las técnicas musicales más importantes del siglo XX; entre ellas destacan el atonalismo y la dodecafonía, temas que evidentemente le interesan de manera particular. Hace unos años, con motivo de un curso de música atonal que impartió en Querétaro, Villaseñor afirmó:
Se nace con ritmo, con melodía, pero con la armonía... ahí es donde empieza el problema.
Y en otro momento, cuestionado sobre la orientación de su lenguaje sonoro, respondió con estas palabras:
En el trabajo técnico diré que hago uso de todas las tendencias, pero siempre apegado a expresar lo más propio de mi sensibilidad.
La producción orquestal de Jesús Villaseñor se inició con el poema sinfónico Brand (1963), producido precisamente como parte de su trabajo en el Taller de Composición. Otras partituras sinfónicas importantes que ha creado son Introducción y rondó, En tierra fértil, Cauces siderales, La nueva Jerusalén, Divertimento, Toccata, Guía sin fin, Tlayolan III, Pneuma y Los devas estánallí. Y como el hito más importante de su pensamiento orquestal, Villaseñor ha escrito a la fecha veintidós sinfonías, muchas de las cuales permanecen sin estrenar, lo cual es sin duda una pérdida para los melómanos interesados en la buena música mexicana de concierto. Es probable que Villaseñor sea, entonces, el sinfonista más prolífico que ha dado México.
En el curso de una conversación a distancia, y a pregunta expresa mía, el compositor afirma lo siguiente respecto a su obra para orquesta de cuerdas titulada Altiplanos:
Altiplanos es una palabra que me gusta para describir o estar dentro de un cierto ambiente, cierta variedad en los tonos y expresiones, aunque no se refiera a un altiplano o paisaje determinado. Se trata, en general, de lo que yo entiendo por los altiplanos de México, los que conocemos y los que no conocemos. La música es por entero abstracta, y aquí mi lenguaje es el atonalismo libre, la libertad de no caer en fórmulas, ni modernas ni de ningún tipo. Aquí he tratado de seguir mi propia tendencia, lo que yo siento por la música, con la intención de expresarme de la manera más cercana posible a lo que yo soy.
Al final de esta conversación, Jesús Villaseñor recuerda que Altiplanos, cuya composición data de 1978, fue estrenada por Leonardo Velázquez con la Orquesta de Cámara de la Escuela Nacional Preparatoria de la UNAM.