Juan Arturo Brennan
Ese importante personaje musical al que conocemos como Bruno Walter (1876-1962) llevaba por nombre completo el de Bruno Walter Schlesinger. Nacido alemán en 1876 se entrenó como pianista y más tarde como director de orquesta. Se estableció en Austria y por su origen judío fue hostigado por los nazis, lo que lo obligó a tomar la ciudadanía francesa en 1938 y después, en 1946, la estadunidense que conservó hasta su muerte. En su tiempo Bruno Walter fue conocido como un hábil director de ópera, un riguroso director orquestal y, sobre todo, como el primer gran impulsor a nivel mundial de la música de Gustav Mahler. Su aprecio y conocimiento de las sinfonías y los ciclos vocales de Mahler llegó a tal grado que, no conforme con interpretar y promover a Mahler siempre que pudo hacerlo, escribió una interesante semblanza del compositor, titulada sencillamente Gustav Mahler. Una buena forma de aproximación a la Sexta sinfonía de Mahler es a través de la lejana pero inolvidable voz de Bruno Walter:
A Mahler nunca le afectó el éxito de su música. Por ello fue especialmente doloroso verlo al borde de las lágrimas por el veredicto adverso de un prominente músico sobre su Sexta sinfonía, la llamada Trágica. No recuerdo una experiencia similar, y estoy seguro que el ambiente sombrío de la obra tuvo mucho que ver con esta hipersensibilidad poco usual en él. La Sexta sinfonía de Mahler es tristemente pesimista; tiene el amargo sabor del cáliz de la vida. En contraste con la Quinta sinfonía, la sexta dice ‘No’, sobre todo en su último movimiento, donde algo que se parece a la inexorable lucha del todo contra el todo es traducido en música. El lema de esta sinfonía podría ser: La existencia es una carga; la vida es odiosa, la muerte esdeseable. La tensión creciente y los clímax del último movimiento se parecen, en su oscuro poder, a las enormes olas de un mar que ahogará y destruirá el barco. La obra termina en la desesperanza y en la noche oscura del alma. En ningún momento se atisba el ‘otro mundo’ en esta sinfonía.
Por más terrible que suene esta descripción que Bruno Walter hace de la Sexta sinfonía de Mahler, es estrictamente apegada a la realidad (o fantasía) sonora que el compositor propone. Es probable que ninguna otra de sus obras contenga los abismos de pesimismo y oscuridad musical que marcan todo el desarrollo de esta sinfonía.
En el transcurso de la composición de la obra Mahler revisó la partitura y alteró la secuencia original de los cuatro movimientos para dejar más clara su intención expresiva. En el primer movimiento el compositor propone un ámbito de reconcentrada fiereza musical, contrastada sólo por un tema plácido que en su tiempo fue muy criticado por “exceso de romanticismo”. Alma Mahler, esposa del compositor, afirmaba que tal tema era su propio retrato musical. En este movimiento aparece un elemento expresivo importante de la obra: la ambigua alternancia entre el modo mayor y el modo menor, que produce una inquietante ambigüedad armónica. El movimiento lento de la Sexta sinfonía se desarrolla como una canción y tiene cierta relación con el ciclo mahleriano de las Canciones por los niñosmuertos. El scherzo es un movimiento típico de la música de Mahler: el gran teatro guiñol de lo fantástico, el sarcasmo de lo demoníaco. Para culminar este denso discurso sinfónico el compositor escribió un cuarto movimiento de dinámica muy contradictoria: ante los líricos episodios de expansiva belleza, Mahler contrasta los feroces golpes del martillo, inexorables, devastadores, a los cuales Alma se refirió en estos términos:
El héroe recibe tres golpes del destino, el tercero de los cuales lo tumba como a un árbol.
Si esta acotación de Alma es válida, quiere decir que en la Sexta sinfonía todavía rondaba el espíritu de ese héroe que Mahler había creado en su Primera sinfonía y al que aparentemente había enterrado en la Segunda sinfonía. Mahler decidió, finalmente, no tentar al destino, y en la versión final de la obra dejó solamente dos golpes de martillo. Con el sonido de los cencerros, Mahler alude simbólicamente al mundo de la naturaleza al que siempre estuvo tan cercano.
El caso es que fue precisamente el oscuro, pesado y pesimista cuarto movimiento de la Sexta sinfonía el que le valió el sobrenombre de Trágica. Esta es probablemente, junto con la Séptima, la que con menor frecuencia se interpreta entre las sinfonías de Mahler, a pesar de que causó una fuerte impresión entre los músicos de la Segunda Escuela de Viena. En una carta a Anton Webern (1883-1945), el sensible músico que fue Alban Berg (1885-1935) escribía lo siguiente:
La Sexta sinfonía de Mahler es la única sexta, a pesar de la Pastoral de Beethoven.
Si Bruno Walter supo sintetizar en unas cuantas frases el alcance, la profundidad y la trascendencia de esta obra, el propio compositor también parecía estar muy consciente de la magnitud de su sinfonía y de las dificultades que entrañaba su asimilación y comprensión. Al respecto de esto, Mahler escribió lo siguiente en una carta a Richard Specht, crítico musical vienés que llegó a conocer a fondo su música:
Mi Sexta sinfonía planteará acertijos cuya solución sólo podrá ser intentada por una generación que haya absorbido y digerido mis primeras cinco sinfonías.
Considerando que quien oye por primera vez esta oscura obra mahleriana queda igual de abatido y desolado que quienes la oyeron el día de su estreno, habría que preguntarse si somos nosotros esa generación que ya asimiló las cinco primeras sinfonías de Mahler y está dispuesta a resolver el acertijo de la Sexta sinfonía, o si lo hará alguna generación venidera.
Gustav Mahler compuso su sexta sinfonía entre 1903 y 1904, y él mismo dirigió el estreno el 27 de mayo de 1906 en Essen.