Juan Arturo Brennan
Como ocurrió antes (y también después) con varios de sus colegas más ilustres, a William Walton no le fue fácil la creación de su Primera sinfonía. Los apuntes biográficos que trazan en líneas paralelas su vida personal y su trabajo creativo indican que el compositor inglés trabajó en esta obra entre 1932 y 1935. Esta atractiva y potente sinfonía de Walton es un buen ejemplo de música pura, abstracta y absoluta, ya que no hay en ella datos que apunten hacia intenciones descriptivas o programáticas. Sin embargo, resulta interesante saber que en un breve comentario sobre la obra, publicado en el sitio Internet de la Orquesta Filarmónica de Berlín, se encuentra esta interesante observación:\
Tanto en sus momentos tumultuosos como en los tiernos, esta sinfonía refleja quizá algunos eventos en la vida del compositor en la época de su creación, cuando una prolongada relación había terminado y una nueva mujer había entrado en su vida.
En las manos de un compositor más extrovertido y comunicativo que Walton, este asunto del tránsito de una relación romántica a otra pudo haber dado origen a una especie de “sinfonía confesional” a la manera de la Sinfonía fantástica (1830) de Héctor Berlioz (1803-1869). Sin embargo, no hay un solo momento en la Primera sinfonía de Walton en el que el compositor parezca estar aludiendo a sus emociones o a las damas en cuestión. Aunque parezca redundante, en el entendido de que las designaciones de sus movimientos lo expresan con claridad, la audición de la Primera sinfonía de Walton permite descubrir una obra de numerosos y variados estados de ánimo. La música es alternativamente pastoral, tormentosa, bucólica, heroica, dramática, y esta variedad de expresión es matizada a lo largo de la pieza con los colores generalmente oscuros que provee la poco usual tonalidad de si bemol menor. Se ha dicho de esta sinfonía que debe parte de su estilo y lenguaje a Anton Bruckner (1824-1896) y a Paul Hindemith (1895-1963). Al escuchar la obra, el oyente puede descubrir, también, la influencia de los compositores nórdicos del romanticismo tardío y el modernismo temprano, incluyendo por supuesto de manera importante a Jean Sibelius (1865-1957). El primer movimiento es oscuro, serio, poderoso, y en su estructura de corte tradicional es fácilmente perceptible el trabajo del compositor sobre los temas planteados. El segundo movimiento cumple las funciones de un scherzo, y a pesar de la malicia indicada por Walton, se trata no de un juego ligero, sino de un scherzo serio y enérgico. Aquí, hay algunos momentos de orquestación un poco más luminosa que la del Allegro assai inicial. Este es un scherzo muy breve y contundente, que carece del tradicional episodio central lento, y que en sus últimos compases ofrece una atractiva coda, señalada por una inesperada pausa previa al potente final. El tercer movimiento es encabezado por un lánguido y expresivo solo de flauta, que reaparece muy brevemente en las páginas finales del Andante con malinconia. Aquí, la melancolía de Walton se percibe como una melancolía tensa, profunda, preocupada, con una intensa carga emotiva y expresiva. La música más brillante y extrovertida de la Primera sinfonía de Walton se encuentra en las secciones segunda y tercera del movimiento final. (En la segunda hay un muy atractivo episodio fugado, que según dicen los especialistas, le fue sugerido por su colega y amigo Constant Lambert, 1905-1951). Sin embargo, el compositor no pierde nunca de vista el ambiente serio y oscuro planteado desde el inicio de la obra. Antes de la poderosa coda de la obra, Walton propone un breve interludio contemplativo y delicado. Las dramáticas pausas de los últimos compases recuerdan claramente el final de la Quinta sinfonía (1915-1919) de Sibelius. La Sinfonía No. 1 de Walton recibió un estreno parcial cuando Hamilton Harty dirigió los tres primeros movimientos de la obra con la Orquesta Sinfónica de Londres. Después de numerosas dudas y tropiezos creativos, el compositor concluyó la obra en agosto de 1935. El estreno formal de la sinfonía terminada, de nuevo bajo la batuta de Harty, se realizó el 6 de noviembre de ese año, con la Orquesta Sinfónica de la BBC. Cosa insólita, un par de meses después, en enero de 1936, circulaba ya comercialmente la grabación de la obra realizada por Harty. Para los interesados en los datos personales, las mujeres mencionadas en el breve párrafo arriba citado fueron Imma von Doernberg, de quien se separó en 1934, y Alice Wimborne, quien estuvo con el compositor desde ese año y hasta su muerte en 1948. La partitura de la Sinfonía No. 1 fue dedicada por Walton a Imma von Doernberg.