Las Cuatro Estaciones en la FIL Zócalo 2017
Esta página documenta un concierto pasado.

Como un homenaje a voluntarios, jóvenes y sociedad civil que ofrecieron manos, pensamiento y energía durante los días inmediatos a la contingencia posterior a los sismos del mes de septiembre, y que con su trabajo se reconstruye a diario la sociedad y las ciudades, la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México ofrece la presentación de los 4 conciertos "Las Cuatro Estaciones" de Antonio Vivaldi en el Foro Rius, en el marco de la FIL Zócalo 2017.
Sábado 14 de octubre, 20:00 horas
Foro Rius, FIL Zócalo 2017
SCOTT YOO, director y violín
Antonio Vivaldi (1678-1741) Concierto para violín, cuerdas y continuo en mi mayor, Op. 8, No. 1, La primavera
Concierto para violín, cuerdas y continuo en mi mayor, Op. 8, No. 1, La primavera
A lo largo de una vida interesante, variada y ciertamente fructífera, el gran músico veneciano Antonio Vivaldi compuso un número notable de obras, que suman más de setecientas y que probablemente hayan sido muchas más si se considera lo que afirman los musicólogos sobre sus obras perdidas. En ese numeroso y complicado catálogo de obras de Vivaldi hay sonatas instrumentales, sonatas en trío, conciertos para orquesta de cuerdas, sinfonías, conciertos para toda clase de instrumentos, misas, fragmentos de misas, oratorios, cantatas, óperas y serenatas. Aparentemente, Vivaldi es un compositor de los considerados como “famosos”, y sin embargo, el gran público del mundo entero lo conoce principalmente por cuatro conciertos para violín, cuerdas y continuo. En términos estadísticos, ello quiere decir que sólo el 0.5% de la producción de Vivaldi se difunde con cierta frecuencia. Esos cuatro conciertos para violín son, evidentemente, los conocidos como Las cuatro estaciones, y pertenecen al bloque más importante de toda la producción de Vivaldi. En efecto, entre sus más de 450 conciertos, la mayoría son para violín, cuerdas y continuo y suman alrededor de 250. Esto se explica en buena medida por el hecho de que Vivaldi fue no sólo un buen violinista, sino también un notable maestro de violín. En el mes de septiembre de 1703, fue contratado como maestro de violín del Ospedale della Pietà en su natal Venecia. El Ospedale era una de las cuatro instituciones venecianas que en aquel tiempo se dedicaban a acoger y educar a niñas huérfanas, poniendo especial atención en la preparación musical de aquellas que mostraban aptitudes especiales. Muy pronto, los deberes de Vivaldi rebasaron la mera enseñanza del violín, y tuvo que encargarse del entrenamiento instrumental y vocal de sus pupilas, de la elección, compra y mantenimiento de los instrumentos musicales para el Ospedale y, de modo importante, de la composición de numerosas obras para ser ejecutadas por las jóvenes que tenía a su cargo. Fue precisamente a raíz de esta última labor que surgieron muchos de los conciertos que Vivaldi escribió a lo largo de los años. De hecho, algunos de ellos están dedicados específicamente a algunas de las alumnas del Ospedale della Pietà, mientras que la mayoría carecen de tal dedicatoria. Aunque Vivaldi no fue del todo constante en su presencia en el Ospedale, se mantuvo en estrecho contacto con esta institución durante largos años.
Desde el punto de vista histórico y musicológico, los más interesantes conciertos para violín de Vivaldi son aquellos que fueron reunidos por el propio compositor en las colecciones tituladas Il cimento dell’armonia e dell’invenzione, La cetra, L’estro armonico y La stravaganza. El título de la primera de las colecciones mencionadas (que nada tiene que ver con cimientos, a pesar de las apariencias) puede traducirse como El enfrentamiento entre la armonía y la invención. Con este título, Vivaldi manifestaba claramente que esta serie de conciertos para violín era, según su punto de vista, un intento por hallar un equilibrio entre la armonía (es decir, las reglas de la estructura musical) y la invención (o sea, la libre expresión de la creatividad) sin menoscabo del resultado total de cada obra. Los conciertos de esta serie son doce, y los cuatro primeros son los famosos conciertos conocidos como Las cuatro estaciones. La colección entera fue publicada en Amsterdam en 1725 por Michel Charles Le Cene, y está dedicada al conde Wenzel von Morzin, pariente del conde Morzin que tuvo a su servicio a Franz Joseph Haydn (1732-1809). Las cuatro estaciones, además de ser conciertos para violín muy atractivos, representan ejemplos importantes de lo mejor de la música programática del barroco. En una versión manuscrita de los conciertos, cada uno de ellos está precedido por un soneto que describe con toda precisión una serie de imágenes, sonidos, paisajes y sentimientos asociados con distintos momentos de cada una de las cuatro estaciones. La relación entre los sonetos y la música se hace más estrecha por el hecho de que cada línea de cada soneto está ligada a un punto específico de la partitura, de manera que la lectura previa (o simultánea) permite al oyente conocer de qué medios musicales se valió Vivaldi para describir el zumbido de un moscardón, el canto de las aves, la tormenta, el ladrido de un perro, la borrachera de los campesinos, el ronquido de un pastor, el viento helado o los pasos sobre la nieve.
No se puede atribuir con certeza la autoría de los sonetos que acompañan a Las cuatro estaciones, aunque una anotación que hay en un ejemplar de la partitura que estuvo en poder del cardenal romano Pietro Ottoboni, benefactor de Vivaldi, afirma que los poemas fueron escritos por el propio compositor. En los cuatro conciertos que forman Las cuatro estaciones (así como en la gran mayoría de sus más de 400 conciertos) Vivaldi sigue en el típico modelo del concierto barroco, en el que dos movimientos rápidos enmarcan a un movimiento lento. A lo largo del tiempo, estos hermosos y divertidos conciertos de Vivaldi han llamado la atención de numerosos músicos que han realizado transcripciones de Las cuatro estaciones para dotaciones muy diversas. Entre las más interesantes habría que destacar:
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Una transcripción realizada en Japón para orquesta de kotos.
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La versión en la que el formidable flautista escocés James Galway toca la parte solista de los conciertos en su dorada flauta.
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El arreglo en jazz de Jacques Loussier para piano, bajo y batería.
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La interpretación a tres guitarras que hace el Trío de Guitarras de Amsterdam.
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En quinteto de metales, a cargo del siempre sorprendente ensamble Canadian Brass.
LA PRIMAVERA
La alegre primavera ha llegado
Las aves le dan la bienvenida con su alegre canto
Y los arroyos con la suave brisa
Fluyen con dulce murmullo
El cielo se cubre con un negro manto
Rayos y truenos anuncian la tormenta
Cuando se callan, las aves
Reinician su armonioso canto
Y en el prado florido
Al gentil murmullo de hojas y plantas
El pastor duerme, con su fiel perro al lado
A los alegres sonidos de una rústica gaita
Ninfas y pastores danzan en su sitio favorito
Cuando la primavera llega aparece en todo su brillo
EL VERANO
Bajo el inclemente sol del verano
Languidecen el hombre y el animal
El pino arde y el cucú comienza a cantar
Se le unen las palomas y el pinzón
Sopla un suave viento, pero Bóreas
De pronto entra en batalla con su vecino
Y el pastor llora porque sobre su cabeza
Se cierne la temida tormenta, y su destino
Sus cansados miembros no tienen descanso
Por el miedo a los rayos y a los temidos truenos
Y por el zumbido de moscas y avispones
Sus temores son bien fundados
Hay rayos y truenos en el cielo, y el granizo
Derrumba las altas mazorcas de maíz
EL OTOÑO
El campesino celebra con cantos y danzas
El placer de la rica cosecha
Y lleno del licor de Baco
Concluye la fiesta con el sueño
Todos se van cantando y bailando
Con el suave aire que ahora da placer
Y por la estación que invita
A todos a disfrutar la siesta
Al amanecer los cazadores
Con cuernos y fusiles y perros salen de casa
La bestia huye y le siguen los pasos
Ya aterrada y agotada por el gran escándalo
Trata de escapar, pero muere agotada
EL INVIERNO
Congelados y temblando en la helada nieve
En las fuertes ráfagas de un terrible viento
Correr pisando fuerte contra el frío
Con los dientes castañeteando por el frío
Pasar días felices junto al fuego
Mientras afuera la lluvia empapa a todos
Caminar en el hielo con cuidado
Y precaución para no caer
Apurarse, resbalar y caer al suelo
Levantar y correr de nuevo
Hasta que el hielo se quiebra y se abre
Oír el viento Siroco al dejar la casa
Bóreas y todos los vientos en batalla
Es el invierno, pero también trae alegría
Allegro
Largo
Allegro (Danza pastoral)
Antonio Vivaldi (1678-1741) Concierto para violín, cuerdas y continuo en sol menor, Op. 8 No. 2, El verano
Concierto para violín, cuerdas y continuo en sol menor, Op. 8 No. 2, El verano
A lo largo de una vida interesante, variada y ciertamente fructífera, el gran músico veneciano Antonio Vivaldi compuso un número notable de obras, que suman más de setecientas y que probablemente hayan sido muchas más si se considera lo que afirman los musicólogos sobre sus obras perdidas. En ese numeroso y complicado catálogo de obras de Vivaldi hay sonatas instrumentales, sonatas en trío, conciertos para orquesta de cuerdas, sinfonías, conciertos para toda clase de instrumentos, misas, fragmentos de misas, oratorios, cantatas, óperas y serenatas. Aparentemente, Vivaldi es un compositor de los considerados como “famosos”, y sin embargo, el gran público del mundo entero lo conoce principalmente por cuatro conciertos para violín, cuerdas y continuo. En términos estadísticos, ello quiere decir que sólo el 0.5% de la producción de Vivaldi se difunde con cierta frecuencia. Esos cuatro conciertos para violín son, evidentemente, los conocidos como Las cuatro estaciones, y pertenecen al bloque más importante de toda la producción de Vivaldi. En efecto, entre sus más de 450 conciertos, la mayoría son para violín, cuerdas y continuo y suman alrededor de 250. Esto se explica en buena medida por el hecho de que Vivaldi fue no sólo un buen violinista, sino también un notable maestro de violín. En el mes de septiembre de 1703, fue contratado como maestro de violín del Ospedale della Pietà en su natal Venecia. El Ospedale era una de las cuatro instituciones venecianas que en aquel tiempo se dedicaban a acoger y educar a niñas huérfanas, poniendo especial atención en la preparación musical de aquellas que mostraban aptitudes especiales. Muy pronto, los deberes de Vivaldi rebasaron la mera enseñanza del violín, y tuvo que encargarse del entrenamiento instrumental y vocal de sus pupilas, de la elección, compra y mantenimiento de los instrumentos musicales para el Ospedale y, de modo importante, de la composición de numerosas obras para ser ejecutadas por las jóvenes que tenía a su cargo. Fue precisamente a raíz de esta última labor que surgieron muchos de los conciertos que Vivaldi escribió a lo largo de los años. De hecho, algunos de ellos están dedicados específicamente a algunas de las alumnas del Ospedale della Pietà, mientras que la mayoría carecen de tal dedicatoria. Aunque Vivaldi no fue del todo constante en su presencia en el Ospedale, se mantuvo en estrecho contacto con esta institución durante largos años.
Desde el punto de vista histórico y musicológico, los más interesantes conciertos para violín de Vivaldi son aquellos que fueron reunidos por el propio compositor en las colecciones tituladas Il cimento dell’armonia e dell’invenzione, La cetra, L’estro armonico y La stravaganza. El título de la primera de las colecciones mencionadas (que nada tiene que ver con cimientos, a pesar de las apariencias) puede traducirse como El enfrentamiento entre la armonía y la invención. Con este título, Vivaldi manifestaba claramente que esta serie de conciertos para violín era, según su punto de vista, un intento por hallar un equilibrio entre la armonía (es decir, las reglas de la estructura musical) y la invención (o sea, la libre expresión de la creatividad) sin menoscabo del resultado total de cada obra. Los conciertos de esta serie son doce, y los cuatro primeros son los famosos conciertos conocidos como Las cuatro estaciones. La colección entera fue publicada en Amsterdam en 1725 por Michel Charles Le Cene, y está dedicada al conde Wenzel von Morzin, pariente del conde Morzin que tuvo a su servicio a Franz Joseph Haydn (1732-1809). Las cuatro estaciones, además de ser conciertos para violín muy atractivos, representan ejemplos importantes de lo mejor de la música programática del barroco. En una versión manuscrita de los conciertos, cada uno de ellos está precedido por un soneto que describe con toda precisión una serie de imágenes, sonidos, paisajes y sentimientos asociados con distintos momentos de cada una de las cuatro estaciones. La relación entre los sonetos y la música se hace más estrecha por el hecho de que cada línea de cada soneto está ligada a un punto específico de la partitura, de manera que la lectura previa (o simultánea) permite al oyente conocer de qué medios musicales se valió Vivaldi para describir el zumbido de un moscardón, el canto de las aves, la tormenta, el ladrido de un perro, la borrachera de los campesinos, el ronquido de un pastor, el viento helado o los pasos sobre la nieve.
No se puede atribuir con certeza la autoría de los sonetos que acompañan a Las cuatro estaciones, aunque una anotación que hay en un ejemplar de la partitura que estuvo en poder del cardenal romano Pietro Ottoboni, benefactor de Vivaldi, afirma que los poemas fueron escritos por el propio compositor. En los cuatro conciertos que forman Las cuatro estaciones (así como en la gran mayoría de sus más de 400 conciertos) Vivaldi sigue en el típico modelo del concierto barroco, en el que dos movimientos rápidos enmarcan a un movimiento lento. A lo largo del tiempo, estos hermosos y divertidos conciertos de Vivaldi han llamado la atención de numerosos músicos que han realizado transcripciones de Las cuatro estaciones para dotaciones muy diversas. Entre las más interesantes habría que destacar:
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Una transcripción realizada en Japón para orquesta de kotos.
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La versión en la que el formidable flautista escocés James Galway toca la parte solista de los conciertos en su dorada flauta.
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El arreglo en jazz de Jacques Loussier para piano, bajo y batería.
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La interpretación a tres guitarras que hace el Trío de Guitarras de Amsterdam.
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En quinteto de metales, a cargo del siempre sorprendente ensamble Canadian Brass.
LA PRIMAVERA
La alegre primavera ha llegado
Las aves le dan la bienvenida con su alegre canto
Y los arroyos con la suave brisa
Fluyen con dulce murmullo
El cielo se cubre con un negro manto
Rayos y truenos anuncian la tormenta
Cuando se callan, las aves
Reinician su armonioso canto
Y en el prado florido
Al gentil murmullo de hojas y plantas
El pastor duerme, con su fiel perro al lado
A los alegres sonidos de una rústica gaita
Ninfas y pastores danzan en su sitio favorito
Cuando la primavera llega aparece en todo su brillo
EL VERANO
Bajo el inclemente sol del verano
Languidecen el hombre y el animal
El pino arde y el cucú comienza a cantar
Se le unen las palomas y el pinzón
Sopla un suave viento, pero Bóreas
De pronto entra en batalla con su vecino
Y el pastor llora porque sobre su cabeza
Se cierne la temida tormenta, y su destino
Sus cansados miembros no tienen descanso
Por el miedo a los rayos y a los temidos truenos
Y por el zumbido de moscas y avispones
Sus temores son bien fundados
Hay rayos y truenos en el cielo, y el granizo
Derrumba las altas mazorcas de maíz
EL OTOÑO
El campesino celebra con cantos y danzas
El placer de la rica cosecha
Y lleno del licor de Baco
Concluye la fiesta con el sueño
Todos se van cantando y bailando
Con el suave aire que ahora da placer
Y por la estación que invita
A todos a disfrutar la siesta
Al amanecer los cazadores
Con cuernos y fusiles y perros salen de casa
La bestia huye y le siguen los pasos
Ya aterrada y agotada por el gran escándalo
Trata de escapar, pero muere agotada
EL INVIERNO
Congelados y temblando en la helada nieve
En las fuertes ráfagas de un terrible viento
Correr pisando fuerte contra el frío
Con los dientes castañeteando por el frío
Pasar días felices junto al fuego
Mientras afuera la lluvia empapa a todos
Caminar en el hielo con cuidado
Y precaución para no caer
Apurarse, resbalar y caer al suelo
Levantar y correr de nuevo
Hasta que el hielo se quiebra y se abre
Oír el viento Siroco al dejar la casa
Bóreas y todos los vientos en batalla
Es el invierno, pero también trae alegría
Allegro non molto – Allegro
Adagio – Presto –Adagio
Presto (Tiempo tempestuoso de verano)
Antonio Vivaldi (1678-1741) Concierto para violín, cuerdas y continuo en fa mayor, Op. 8 No. 3, El otoño
Concierto para violín, cuerdas y continuo en fa mayor, Op. 8 No. 3, El otoño
A lo largo de una vida interesante, variada y ciertamente fructífera, el gran músico veneciano Antonio Vivaldi compuso un número notable de obras, que suman más de setecientas y que probablemente hayan sido muchas más si se considera lo que afirman los musicólogos sobre sus obras perdidas. En ese numeroso y complicado catálogo de obras de Vivaldi hay sonatas instrumentales, sonatas en trío, conciertos para orquesta de cuerdas, sinfonías, conciertos para toda clase de instrumentos, misas, fragmentos de misas, oratorios, cantatas, óperas y serenatas. Aparentemente, Vivaldi es un compositor de los considerados como “famosos”, y sin embargo, el gran público del mundo entero lo conoce principalmente por cuatro conciertos para violín, cuerdas y continuo. En términos estadísticos, ello quiere decir que sólo el 0.5% de la producción de Vivaldi se difunde con cierta frecuencia. Esos cuatro conciertos para violín son, evidentemente, los conocidos como Las cuatro estaciones, y pertenecen al bloque más importante de toda la producción de Vivaldi. En efecto, entre sus más de 450 conciertos, la mayoría son para violín, cuerdas y continuo y suman alrededor de 250. Esto se explica en buena medida por el hecho de que Vivaldi fue no sólo un buen violinista, sino también un notable maestro de violín. En el mes de septiembre de 1703, fue contratado como maestro de violín del Ospedale della Pietà en su natal Venecia. El Ospedale era una de las cuatro instituciones venecianas que en aquel tiempo se dedicaban a acoger y educar a niñas huérfanas, poniendo especial atención en la preparación musical de aquellas que mostraban aptitudes especiales. Muy pronto, los deberes de Vivaldi rebasaron la mera enseñanza del violín, y tuvo que encargarse del entrenamiento instrumental y vocal de sus pupilas, de la elección, compra y mantenimiento de los instrumentos musicales para el Ospedale y, de modo importante, de la composición de numerosas obras para ser ejecutadas por las jóvenes que tenía a su cargo. Fue precisamente a raíz de esta última labor que surgieron muchos de los conciertos que Vivaldi escribió a lo largo de los años. De hecho, algunos de ellos están dedicados específicamente a algunas de las alumnas del Ospedale della Pietà, mientras que la mayoría carecen de tal dedicatoria. Aunque Vivaldi no fue del todo constante en su presencia en el Ospedale, se mantuvo en estrecho contacto con esta institución durante largos años.
Desde el punto de vista histórico y musicológico, los más interesantes conciertos para violín de Vivaldi son aquellos que fueron reunidos por el propio compositor en las colecciones tituladas Il cimento dell’armonia e dell’invenzione, La cetra, L’estro armonico y La stravaganza. El título de la primera de las colecciones mencionadas (que nada tiene que ver con cimientos, a pesar de las apariencias) puede traducirse como El enfrentamiento entre la armonía y la invención. Con este título, Vivaldi manifestaba claramente que esta serie de conciertos para violín era, según su punto de vista, un intento por hallar un equilibrio entre la armonía (es decir, las reglas de la estructura musical) y la invención (o sea, la libre expresión de la creatividad) sin menoscabo del resultado total de cada obra. Los conciertos de esta serie son doce, y los cuatro primeros son los famosos conciertos conocidos como Las cuatro estaciones. La colección entera fue publicada en Amsterdam en 1725 por Michel Charles Le Cene, y está dedicada al conde Wenzel von Morzin, pariente del conde Morzin que tuvo a su servicio a Franz Joseph Haydn (1732-1809). Las cuatro estaciones, además de ser conciertos para violín muy atractivos, representan ejemplos importantes de lo mejor de la música programática del barroco. En una versión manuscrita de los conciertos, cada uno de ellos está precedido por un soneto que describe con toda precisión una serie de imágenes, sonidos, paisajes y sentimientos asociados con distintos momentos de cada una de las cuatro estaciones. La relación entre los sonetos y la música se hace más estrecha por el hecho de que cada línea de cada soneto está ligada a un punto específico de la partitura, de manera que la lectura previa (o simultánea) permite al oyente conocer de qué medios musicales se valió Vivaldi para describir el zumbido de un moscardón, el canto de las aves, la tormenta, el ladrido de un perro, la borrachera de los campesinos, el ronquido de un pastor, el viento helado o los pasos sobre la nieve.
No se puede atribuir con certeza la autoría de los sonetos que acompañan a Las cuatro estaciones, aunque una anotación que hay en un ejemplar de la partitura que estuvo en poder del cardenal romano Pietro Ottoboni, benefactor de Vivaldi, afirma que los poemas fueron escritos por el propio compositor. En los cuatro conciertos que forman Las cuatro estaciones (así como en la gran mayoría de sus más de 400 conciertos) Vivaldi sigue en el típico modelo del concierto barroco, en el que dos movimientos rápidos enmarcan a un movimiento lento. A lo largo del tiempo, estos hermosos y divertidos conciertos de Vivaldi han llamado la atención de numerosos músicos que han realizado transcripciones de Las cuatro estaciones para dotaciones muy diversas. Entre las más interesantes habría que destacar:
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Una transcripción realizada en Japón para orquesta de kotos.
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La versión en la que el formidable flautista escocés James Galway toca la parte solista de los conciertos en su dorada flauta.
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El arreglo en jazz de Jacques Loussier para piano, bajo y batería.
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La interpretación a tres guitarras que hace el Trío de Guitarras de Amsterdam.
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En quinteto de metales, a cargo del siempre sorprendente ensamble Canadian Brass.
LA PRIMAVERA
La alegre primavera ha llegado
Las aves le dan la bienvenida con su alegre canto
Y los arroyos con la suave brisa
Fluyen con dulce murmullo
El cielo se cubre con un negro manto
Rayos y truenos anuncian la tormenta
Cuando se callan, las aves
Reinician su armonioso canto
Y en el prado florido
Al gentil murmullo de hojas y plantas
El pastor duerme, con su fiel perro al lado
A los alegres sonidos de una rústica gaita
Ninfas y pastores danzan en su sitio favorito
Cuando la primavera llega aparece en todo su brillo
EL VERANO
Bajo el inclemente sol del verano
Languidecen el hombre y el animal
El pino arde y el cucú comienza a cantar
Se le unen las palomas y el pinzón
Sopla un suave viento, pero Bóreas
De pronto entra en batalla con su vecino
Y el pastor llora porque sobre su cabeza
Se cierne la temida tormenta, y su destino
Sus cansados miembros no tienen descanso
Por el miedo a los rayos y a los temidos truenos
Y por el zumbido de moscas y avispones
Sus temores son bien fundados
Hay rayos y truenos en el cielo, y el granizo
Derrumba las altas mazorcas de maíz
EL OTOÑO
El campesino celebra con cantos y danzas
El placer de la rica cosecha
Y lleno del licor de Baco
Concluye la fiesta con el sueño
Todos se van cantando y bailando
Con el suave aire que ahora da placer
Y por la estación que invita
A todos a disfrutar la siesta
Al amanecer los cazadores
Con cuernos y fusiles y perros salen de casa
La bestia huye y le siguen los pasos
Ya aterrada y agotada por el gran escándalo
Trata de escapar, pero muere agotada
EL INVIERNO
Congelados y temblando en la helada nieve
En las fuertes ráfagas de un terrible viento
Correr pisando fuerte contra el frío
Con los dientes castañeteando por el frío
Pasar días felices junto al fuego
Mientras afuera la lluvia empapa a todos
Caminar en el hielo con cuidado
Y precaución para no caer
Apurarse, resbalar y caer al suelo
Levantar y correr de nuevo
Hasta que el hielo se quiebra y se abre
Oír el viento Siroco al dejar la casa
Bóreas y todos los vientos en batalla
Es el invierno, pero también trae alegría
Allegro (Baile y canto de los campesinos)
Adagio molto (Borrachos durmientes)
Allegro (La cacería)
Antonio Vivaldi (1678-1741) Concierto para violín, cuerdas y continuo en fa menor, Op. 8 No. 4, El invierno
Concierto para violín, cuerdas y continuo en fa menor, Op. 8 No. 4, El invierno
A lo largo de una vida interesante, variada y ciertamente fructífera, el gran músico veneciano Antonio Vivaldi compuso un número notable de obras, que suman más de setecientas y que probablemente hayan sido muchas más si se considera lo que afirman los musicólogos sobre sus obras perdidas. En ese numeroso y complicado catálogo de obras de Vivaldi hay sonatas instrumentales, sonatas en trío, conciertos para orquesta de cuerdas, sinfonías, conciertos para toda clase de instrumentos, misas, fragmentos de misas, oratorios, cantatas, óperas y serenatas. Aparentemente, Vivaldi es un compositor de los considerados como “famosos”, y sin embargo, el gran público del mundo entero lo conoce principalmente por cuatro conciertos para violín, cuerdas y continuo. En términos estadísticos, ello quiere decir que sólo el 0.5% de la producción de Vivaldi se difunde con cierta frecuencia. Esos cuatro conciertos para violín son, evidentemente, los conocidos como Las cuatro estaciones, y pertenecen al bloque más importante de toda la producción de Vivaldi. En efecto, entre sus más de 450 conciertos, la mayoría son para violín, cuerdas y continuo y suman alrededor de 250. Esto se explica en buena medida por el hecho de que Vivaldi fue no sólo un buen violinista, sino también un notable maestro de violín. En el mes de septiembre de 1703, fue contratado como maestro de violín del Ospedale della Pietà en su natal Venecia. El Ospedale era una de las cuatro instituciones venecianas que en aquel tiempo se dedicaban a acoger y educar a niñas huérfanas, poniendo especial atención en la preparación musical de aquellas que mostraban aptitudes especiales. Muy pronto, los deberes de Vivaldi rebasaron la mera enseñanza del violín, y tuvo que encargarse del entrenamiento instrumental y vocal de sus pupilas, de la elección, compra y mantenimiento de los instrumentos musicales para el Ospedale y, de modo importante, de la composición de numerosas obras para ser ejecutadas por las jóvenes que tenía a su cargo. Fue precisamente a raíz de esta última labor que surgieron muchos de los conciertos que Vivaldi escribió a lo largo de los años. De hecho, algunos de ellos están dedicados específicamente a algunas de las alumnas del Ospedale della Pietà, mientras que la mayoría carecen de tal dedicatoria. Aunque Vivaldi no fue del todo constante en su presencia en el Ospedale, se mantuvo en estrecho contacto con esta institución durante largos años.
Desde el punto de vista histórico y musicológico, los más interesantes conciertos para violín de Vivaldi son aquellos que fueron reunidos por el propio compositor en las colecciones tituladas Il cimento dell’armonia e dell’invenzione, La cetra, L’estro armonico y La stravaganza. El título de la primera de las colecciones mencionadas (que nada tiene que ver con cimientos, a pesar de las apariencias) puede traducirse como El enfrentamiento entre la armonía y la invención. Con este título, Vivaldi manifestaba claramente que esta serie de conciertos para violín era, según su punto de vista, un intento por hallar un equilibrio entre la armonía (es decir, las reglas de la estructura musical) y la invención (o sea, la libre expresión de la creatividad) sin menoscabo del resultado total de cada obra. Los conciertos de esta serie son doce, y los cuatro primeros son los famosos conciertos conocidos como Las cuatro estaciones. La colección entera fue publicada en Amsterdam en 1725 por Michel Charles Le Cene, y está dedicada al conde Wenzel von Morzin, pariente del conde Morzin que tuvo a su servicio a Franz Joseph Haydn (1732-1809). Las cuatro estaciones, además de ser conciertos para violín muy atractivos, representan ejemplos importantes de lo mejor de la música programática del barroco. En una versión manuscrita de los conciertos, cada uno de ellos está precedido por un soneto que describe con toda precisión una serie de imágenes, sonidos, paisajes y sentimientos asociados con distintos momentos de cada una de las cuatro estaciones. La relación entre los sonetos y la música se hace más estrecha por el hecho de que cada línea de cada soneto está ligada a un punto específico de la partitura, de manera que la lectura previa (o simultánea) permite al oyente conocer de qué medios musicales se valió Vivaldi para describir el zumbido de un moscardón, el canto de las aves, la tormenta, el ladrido de un perro, la borrachera de los campesinos, el ronquido de un pastor, el viento helado o los pasos sobre la nieve.
No se puede atribuir con certeza la autoría de los sonetos que acompañan a Las cuatro estaciones, aunque una anotación que hay en un ejemplar de la partitura que estuvo en poder del cardenal romano Pietro Ottoboni, benefactor de Vivaldi, afirma que los poemas fueron escritos por el propio compositor. En los cuatro conciertos que forman Las cuatro estaciones (así como en la gran mayoría de sus más de 400 conciertos) Vivaldi sigue en el típico modelo del concierto barroco, en el que dos movimientos rápidos enmarcan a un movimiento lento. A lo largo del tiempo, estos hermosos y divertidos conciertos de Vivaldi han llamado la atención de numerosos músicos que han realizado transcripciones de Las cuatro estaciones para dotaciones muy diversas. Entre las más interesantes habría que destacar:
-
Una transcripción realizada en Japón para orquesta de kotos.
-
La versión en la que el formidable flautista escocés James Galway toca la parte solista de los conciertos en su dorada flauta.
-
El arreglo en jazz de Jacques Loussier para piano, bajo y batería.
-
La interpretación a tres guitarras que hace el Trío de Guitarras de Amsterdam.
-
En quinteto de metales, a cargo del siempre sorprendente ensamble Canadian Brass.
LA PRIMAVERA
La alegre primavera ha llegado
Las aves le dan la bienvenida con su alegre canto
Y los arroyos con la suave brisa
Fluyen con dulce murmullo
El cielo se cubre con un negro manto
Rayos y truenos anuncian la tormenta
Cuando se callan, las aves
Reinician su armonioso canto
Y en el prado florido
Al gentil murmullo de hojas y plantas
El pastor duerme, con su fiel perro al lado
A los alegres sonidos de una rústica gaita
Ninfas y pastores danzan en su sitio favorito
Cuando la primavera llega aparece en todo su brillo
EL VERANO
Bajo el inclemente sol del verano
Languidecen el hombre y el animal
El pino arde y el cucú comienza a cantar
Se le unen las palomas y el pinzón
Sopla un suave viento, pero Bóreas
De pronto entra en batalla con su vecino
Y el pastor llora porque sobre su cabeza
Se cierne la temida tormenta, y su destino
Sus cansados miembros no tienen descanso
Por el miedo a los rayos y a los temidos truenos
Y por el zumbido de moscas y avispones
Sus temores son bien fundados
Hay rayos y truenos en el cielo, y el granizo
Derrumba las altas mazorcas de maíz
EL OTOÑO
El campesino celebra con cantos y danzas
El placer de la rica cosecha
Y lleno del licor de Baco
Concluye la fiesta con el sueño
Todos se van cantando y bailando
Con el suave aire que ahora da placer
Y por la estación que invita
A todos a disfrutar la siesta
Al amanecer los cazadores
Con cuernos y fusiles y perros salen de casa
La bestia huye y le siguen los pasos
Ya aterrada y agotada por el gran escándalo
Trata de escapar, pero muere agotada
EL INVIERNO
Congelados y temblando en la helada nieve
En las fuertes ráfagas de un terrible viento
Correr pisando fuerte contra el frío
Con los dientes castañeteando por el frío
Pasar días felices junto al fuego
Mientras afuera la lluvia empapa a todos
Caminar en el hielo con cuidado
Y precaución para no caer
Apurarse, resbalar y caer al suelo
Levantar y correr de nuevo
Hasta que el hielo se quiebra y se abre
Oír el viento Siroco al dejar la casa
Bóreas y todos los vientos en batalla
Es el invierno, pero también trae alegría
Allegro non molto
Largo
Allegro
Scott Yoo

Director(a)
Scott Yoo es director principal y director artístico de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México y director musical del Festival Mozaic. Es también anfitrión y productor ejecutivo de la nueva serie de PBS Now Hear This, primera serie sobre música clásica en la televisión estadounidense agendada para prime time en 50 años. Es director del festival de música de Colorado College y fundador del Medellín Festicámara, programa de música de cámara que reúne a artistas de talla mundial con jóvenes músicos desfavorecidos.
En el último año, el Mtro. Yoo dirigió la London Symphony Orchestra y la Royal Scottish National Orchestra en grabaciones para Sony Classical. Ha dirigido las sinfónicas de Colorado, Dallas, Indianápolis, Nuevo Mundo, San Francisco y Utah, y a la Orquesta de Cámara de St. Paul tanto en su festival propio, el Elliott Carter, como en su debut en el Carnegie Hall. En Europa ha dirigido la English Chamber Orchestra, la City of London Sinfonia, la Britten Sinfonia, la orquesta filarmónica de Radio Francia, el ensamble orquestal de Paris, la Odense Symphony y la Sinfónica Nacional de Estonia. En Asia el Mtro. Yoo ha dirigido la Orquesta sinfónica Yomiuri Nippon en Tokio, la Filarmónica de Seúl y Filarmónica de Busan en Corea.
Como defensor de la música de nuestro tiempo, Yoo ha estrenado 71 obras de 38 compositores. Con la orquesta de cámara Metamorphosen, grabó American Seasons de Mark O'Connor para Sony Classical; con la orquesta de cámara John Harbison, trabajando con la soprano Dawn Upshaw para Bridge Records, consiguieron la nominación al National Public Radio Performance Today; y los ciclos de canciones de Earl Kim con las sopranos Benita Valente y Karol Bennett para el sello New World, grabación que recibió el Critics Choice en el New York Times. Otros de sus proyectos de grabación incluyen la obra integral para orquesta de Earl Kim con la Orquesta Nacional de Irlanda RTE para el sello Naxos, las obras de Carter, Lieberson y Ruders, y el ciclo de conciertos para piano de Mozart.
Como violinista, Yoo se ha presentado como solista en la Boston Symphony, la Dallas Symphony, la San Francisco Symphony, la Colorado Symphony, la Indianapolis Symphony, la New World Symphony y la Orquesta de St. Luke's. También ha sido invitado a festivales de música de cámara en todo Estados Unidos, como el Bargemusic, el propio de la Boston Chamber Music Society, con la Chamber Music Society del Lincoln Center, el Kingston Chamber Music Festival, Laurel Music Festival, New Hampshire Music Festival y el Seattle Chamber Music Festival.
Tras comenzar sus estudios musicales a la edad de tres años, recibió el primer premio en el Concurso Internacional de Violín Josef Gingold en 1988, el Young Concert Artists International Auditions en 1989 así como la beca de carrera Avery Fisher en 1994. En 1993 fundó la orquesta de cámara Metamorphosen, que ha dirigido en los conciertos por suscripción en la Jordan Hall en Boston y en el Troy Savings Bank Music Hall en Troy, Nueva York; de gira también en lugares como Avery Fisher Hall y 92nd Street. 'Y' en Nueva York y la Biblioteca del Congreso en Washington.
Scott Yoo nació en Tokio y se crió en Glastonbury, Connecticut. Hijo de madre japonesa y padre coreano, asistió a la Universidad de Harvard, donde obtuvo la licenciatura. Estudió violín con Roman Totenberg, Albert Markov, Paul Kantor y Dorothy DeLay, y dirección orquestal con Michael Gilbert y Michael Tilson-Thomas.
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