Barroco en la Cantoral y Chapultepec
Esta página documenta un concierto pasado.

Sábado, 11 de marzo, 18:00 horas
Centro Cultural Roberto Cantoral
Domingo 12 de marzo, 12:30 horas
Castillo de Chapultepec
SCOTT YOO, director y violín
Georg Friedrich Händel (1685-1759) Concerto grosso en la mayor, Op. 6 No. 11
Concerto grosso en la mayor, Op. 6 No. 11
Pocos casos existen en la historia de la música en los que es posible determinar con alguna certeza la paternidad de una forma musical. ¿Quién compuso la primera sinfonía? ¿Quién escribió la primera cantata? ¿De quién es el primer poema sinfónico? La respuesta a estas preguntas, y a otras similares, suele ser objeto de controversia entre críticos y musicólogos, y sin embargo, existe una forma musical, el concerto grosso, cuya paternidad es atribuida casi unánimemente al compositor italiano Arcangelo Corelli (1653-1713). Si bien es cierto que compositores del siglo XX como Ernest Bloch (1880-1959), Julián Orbón (1925-1991) y Alfred Schnittke (1934-1998) han compuesto concerti grossi, esta forma musical está asociada fundamentalmente con el período barroco, y se le considera como el gran paso previo a la creación del concierto solista tal y como lo conocemos hoy. En su aspecto externo, el concerto grosso es una forma musical auténticamente dialéctica, ya que su construcción supone la contraposición de dos elementos opuestos y bien diferenciados, pero complementarios al fin y al cabo. Por una parte, un pequeño grupo de instrumentos que realizan un trabajo colectivo de solistas, que se denomina concertino, y por la otra, un grupo mayor llamado ripieno, que por lo general está integrado por cuerdas y bajo continuo. En su interior, y al menos en los ejemplos más característicos de la forma, el concerto grosso es una de las muestras más acabadas de la forma fugada en la música barroca. Además de Corelli, muchos otros compositores del barroco abordaron la composición de concerti grossi. Entre ellos, Antonio Vivaldi (1678-1741), el más prolífico compositor de conciertos en la historia de la música; Johann Sebastian Bach (1685-1750) en sus magníficos Conciertos de Brandenburgo; y Georg Friedrich Händel, quien hizo notables contribuciones a este género.
En un ensayo sobre la vida y la obra de Händel, Winton Dean describe con claridad los diversos enfoques empleados por el compositor en su música para orquesta (incluyendo en este análisis los conciertos de Händel con instrumentos solistas) y después de mencionar los Concerti grossi Op. 3, afirma lo siguiente:
Mucho mejores son los 12 Grandes Conciertos para cuerdas Op. 6, que con los Conciertos de Brandenburgo de Bach representan una de las dos cumbres gemelas del concierto barroco.
Händel compuso estos doce conciertos Op. 6 entre septiembre y octubre de 1739. Ese año había comenzado con buenos augurios para el compositor. En enero, el estreno de su oratorio Saúl había sido bien recibido por el público; en los meses siguientes, Händel pudo poner en escena las reposiciones de otras de sus obras importantes como El festín de Alejandro, El triunfo del tiempo e Israel en Egipto, que fueron complementadas con algunos de sus conciertos para órgano. En septiembre de ese año Händel escribió la Oda para el día de Santa Cecilia, sobre un texto de Dryden, y comenzó la composición de los doce conciertos del Op. 6, que fueron concluidos el 30 de octubre. Una revisión del catálogo de Händel en el área de su música orquestal permite descubrir algunas cosas interesantes sobre este grupo de conciertos para cuerdas. En fecha posterior a su creación, Händel añadió partes para dos oboes a los conciertos números 1, 3, 5 y 6 de la serie. El Concierto No. 5, además, es un arreglo basado en la obertura de la Oda para el día de Santa Cecilia. A su vez, el Concierto No. 9 contiene materiales de uno de los conciertos para órgano de Händel, así como de la obertura de su ópera Imeneo. El Concierto No. 11 es también un arreglo de un concierto para órgano compuesto previamente. Así, en el caso de los conciertos Nos. 5, 9 y 11, Händel estaba siguiendo la muy común costumbre barroca de crear obras “nuevas” a partir de música ya existente. Los Conciertos Op. 6 aparecieron publicados el 21 de abril de 1740, y esta fue la última obra de Händel en ser publicada por suscripción. Como era la costumbre de la época, estos conciertos fueron tocados por vez primera como preludios o interludios en la representación de algunos de los oratorios de Händel en la temporada 1739-1740.
Andante larghetto e staccato
Allegro
Largo e staccato
Andante
Allegro
Johann Sebastian Bach (1685-1750) Suite orquestal No. 1 en do mayor, BWV 1066
Suite orquestal No. 1 en do mayor, BWV 1066
A pesar de que en algunas de las ciudades en las que Johann Sebastian Bach ejerció puestos de autoridad musical a lo largo de su vida existían orquestas de buen nivel, la producción puramente orquestal del compositor, si excluimos los conciertos con instrumentos solistas, se reduce a los seis Conciertos de Brandenburgo y a las cuatro suites orquestales. Hasta la fecha, no hay unidad de criterios en cuanto a la designación de las suites; originalmente fueron designadas como oberturas, y su definición como suites orquestales data apenas del siglo XIX. Esta dualidad en la nomenclatura no deja de crear cierta confusión, ya que las cuatro obras se inician con una obertura que sigue muy de cerca los modelos establecidos por Jean-Baptiste Lully (1632-1687) y sus contemporáneos, es decir, la obertura a la francesa que en aquel tiempo marcaba la pauta en el mundo de la ópera, antes de que los italianos tomaran por asalto el ámbito operístico. En la misma época, hacia la cúspide del pensamiento musical barroco, se iniciaba la muy popular moda de crear colecciones o suites de piezas, usualmente en forma de danza, compuestas para un teclado o para pequeños grupos de cámara. Así, de la noción de la obertura a la francesa y las suites de danzas se sintetizó la forma general, con variantes individuales, que Bach dio a sus cuatro suites orquestales.
Si bien no existe certeza absoluta al respecto, los estudiosos de la música de Bach coinciden en afirmar que al menos las tres primeras suites fueron escritas en el período entre 1717 y 1723, cuando Bach fue director musical de la corte del príncipe Leopoldo en Köthen. La misma línea de pensamiento indica que, probablemente, la última suite fue compuesta por Bach en Leipzig, después de 1723, aunque este hecho tampoco está plenamente documentado. Si bien los manuscritos originales de las suites se han perdido y sólo sobreviven copias de ellos, las copias más antiguas parecen indicar que Bach dirigió sus cuatro suites en los conciertos de la Sociedad Musical Telemann, conocida también como Collegium Musicum, de la que fue director durante algunos años a partir de 1729.
Cada una de las suites presenta, después de la obertura, una secuencia distinta de movimientos de danza, estilizados y ornamentados a la usanza barroca. Sólo dos movimientos de las suites no están basados en danzas de la época, y son invenciones de Bach: la Badinerie con que concluye la Segunda suite, y la Réjouissance final de la Cuarta suite. Y cada una de las suites está concebida para una orquestación diferente. La Primera suite está escrita para dos oboes; la Segunda suite contempla una flauta; en la Tercera suite hay dos oboes, tres trompetas y timbales; para la Cuarta suite, Bach pide tres oboes, tres trompetas y timbales. En todos los casos, estos instrumentos son complementados por cuerdas y bajo continuo. En el caso de la primera y la cuarta suites, la partitura incluye un fagot en el bajo continuo, y en la primera está indicado un clavecín. En un interesante y muy completo ensayo sobre estas obras de Bach, el musicólogo Arthur Milner apunta algunos datos relevantes sobre la orquestación:
De acuerdo a la práctica de la época, los diversos timbres están utilizados principalmente en niveles de sonido, los oboes o grupos de alientos alternando con el sonido de las cuerdas a la manera de un organista cambiando de un teclado a otro de su instrumento. En los pasajes de tutti los oboes generalmente duplican las partes de los violines, mientras que el fagot duplica el bajo. Las trompetas, por la naturaleza de su registro y técnica, tienen pasajes más independientes y no tocan tan continuamente como los otros instrumentos; además, casi nunca tocan sin los timbales.
Sin duda, junto con los igualmente excelentes Conciertos de Brandenburgo, estas cuatro Suites orquestales de Bach representan puntos culminantes de la escritura puramente instrumental en el período barroco, y son además un buen ejemplo del alto grado de estilización al que los compositores de esa época llevaron las danzas heredadas del renacimiento y las de creación más reciente. La importancia del origen dancístico de los movimientos de estas suites está enfatizada, por ejemplo, en el hecho de que algunas grabaciones modernas de estas obras llevan por títulos Suites para danzar o Suites de baile.
Obertura
Courante
Gavota
Forlana
Minueto
Bourrée
Passepied
Antonio Vivaldi (1678-1741) Concierto para violín, cuerdas y continuo en mi mayor, Op. 8, No. 1, La primavera
Concierto para violín, cuerdas y continuo en mi mayor, Op. 8, No. 1, La primavera
A lo largo de una vida interesante, variada y ciertamente fructífera, el gran músico veneciano Antonio Vivaldi compuso un número notable de obras, que suman más de setecientas y que probablemente hayan sido muchas más si se considera lo que afirman los musicólogos sobre sus obras perdidas. En ese numeroso y complicado catálogo de obras de Vivaldi hay sonatas instrumentales, sonatas en trío, conciertos para orquesta de cuerdas, sinfonías, conciertos para toda clase de instrumentos, misas, fragmentos de misas, oratorios, cantatas, óperas y serenatas. Aparentemente, Vivaldi es un compositor de los considerados como “famosos”, y sin embargo, el gran público del mundo entero lo conoce principalmente por cuatro conciertos para violín, cuerdas y continuo. En términos estadísticos, ello quiere decir que sólo el 0.5% de la producción de Vivaldi se difunde con cierta frecuencia. Esos cuatro conciertos para violín son, evidentemente, los conocidos como Las cuatro estaciones, y pertenecen al bloque más importante de toda la producción de Vivaldi. En efecto, entre sus más de 450 conciertos, la mayoría son para violín, cuerdas y continuo y suman alrededor de 250. Esto se explica en buena medida por el hecho de que Vivaldi fue no sólo un buen violinista, sino también un notable maestro de violín. En el mes de septiembre de 1703, fue contratado como maestro de violín del Ospedale della Pietà en su natal Venecia. El Ospedale era una de las cuatro instituciones venecianas que en aquel tiempo se dedicaban a acoger y educar a niñas huérfanas, poniendo especial atención en la preparación musical de aquellas que mostraban aptitudes especiales. Muy pronto, los deberes de Vivaldi rebasaron la mera enseñanza del violín, y tuvo que encargarse del entrenamiento instrumental y vocal de sus pupilas, de la elección, compra y mantenimiento de los instrumentos musicales para el Ospedale y, de modo importante, de la composición de numerosas obras para ser ejecutadas por las jóvenes que tenía a su cargo. Fue precisamente a raíz de esta última labor que surgieron muchos de los conciertos que Vivaldi escribió a lo largo de los años. De hecho, algunos de ellos están dedicados específicamente a algunas de las alumnas del Ospedale della Pietà, mientras que la mayoría carecen de tal dedicatoria. Aunque Vivaldi no fue del todo constante en su presencia en el Ospedale, se mantuvo en estrecho contacto con esta institución durante largos años.
Desde el punto de vista histórico y musicológico, los más interesantes conciertos para violín de Vivaldi son aquellos que fueron reunidos por el propio compositor en las colecciones tituladas Il cimento dell’armonia e dell’invenzione, La cetra, L’estro armonico y La stravaganza. El título de la primera de las colecciones mencionadas (que nada tiene que ver con cimientos, a pesar de las apariencias) puede traducirse como El enfrentamiento entre la armonía y la invención. Con este título, Vivaldi manifestaba claramente que esta serie de conciertos para violín era, según su punto de vista, un intento por hallar un equilibrio entre la armonía (es decir, las reglas de la estructura musical) y la invención (o sea, la libre expresión de la creatividad) sin menoscabo del resultado total de cada obra. Los conciertos de esta serie son doce, y los cuatro primeros son los famosos conciertos conocidos como Las cuatro estaciones. La colección entera fue publicada en Amsterdam en 1725 por Michel Charles Le Cene, y está dedicada al conde Wenzel von Morzin, pariente del conde Morzin que tuvo a su servicio a Franz Joseph Haydn (1732-1809). Las cuatro estaciones, además de ser conciertos para violín muy atractivos, representan ejemplos importantes de lo mejor de la música programática del barroco. En una versión manuscrita de los conciertos, cada uno de ellos está precedido por un soneto que describe con toda precisión una serie de imágenes, sonidos, paisajes y sentimientos asociados con distintos momentos de cada una de las cuatro estaciones. La relación entre los sonetos y la música se hace más estrecha por el hecho de que cada línea de cada soneto está ligada a un punto específico de la partitura, de manera que la lectura previa (o simultánea) permite al oyente conocer de qué medios musicales se valió Vivaldi para describir el zumbido de un moscardón, el canto de las aves, la tormenta, el ladrido de un perro, la borrachera de los campesinos, el ronquido de un pastor, el viento helado o los pasos sobre la nieve.
No se puede atribuir con certeza la autoría de los sonetos que acompañan a Las cuatro estaciones, aunque una anotación que hay en un ejemplar de la partitura que estuvo en poder del cardenal romano Pietro Ottoboni, benefactor de Vivaldi, afirma que los poemas fueron escritos por el propio compositor. En los cuatro conciertos que forman Las cuatro estaciones (así como en la gran mayoría de sus más de 400 conciertos) Vivaldi sigue en el típico modelo del concierto barroco, en el que dos movimientos rápidos enmarcan a un movimiento lento. A lo largo del tiempo, estos hermosos y divertidos conciertos de Vivaldi han llamado la atención de numerosos músicos que han realizado transcripciones de Las cuatro estaciones para dotaciones muy diversas. Entre las más interesantes habría que destacar:
-
Una transcripción realizada en Japón para orquesta de kotos.
-
La versión en la que el formidable flautista escocés James Galway toca la parte solista de los conciertos en su dorada flauta.
-
El arreglo en jazz de Jacques Loussier para piano, bajo y batería.
-
La interpretación a tres guitarras que hace el Trío de Guitarras de Amsterdam.
-
En quinteto de metales, a cargo del siempre sorprendente ensamble Canadian Brass.
LA PRIMAVERA
La alegre primavera ha llegado
Las aves le dan la bienvenida con su alegre canto
Y los arroyos con la suave brisa
Fluyen con dulce murmullo
El cielo se cubre con un negro manto
Rayos y truenos anuncian la tormenta
Cuando se callan, las aves
Reinician su armonioso canto
Y en el prado florido
Al gentil murmullo de hojas y plantas
El pastor duerme, con su fiel perro al lado
A los alegres sonidos de una rústica gaita
Ninfas y pastores danzan en su sitio favorito
Cuando la primavera llega aparece en todo su brillo
EL VERANO
Bajo el inclemente sol del verano
Languidecen el hombre y el animal
El pino arde y el cucú comienza a cantar
Se le unen las palomas y el pinzón
Sopla un suave viento, pero Bóreas
De pronto entra en batalla con su vecino
Y el pastor llora porque sobre su cabeza
Se cierne la temida tormenta, y su destino
Sus cansados miembros no tienen descanso
Por el miedo a los rayos y a los temidos truenos
Y por el zumbido de moscas y avispones
Sus temores son bien fundados
Hay rayos y truenos en el cielo, y el granizo
Derrumba las altas mazorcas de maíz
EL OTOÑO
El campesino celebra con cantos y danzas
El placer de la rica cosecha
Y lleno del licor de Baco
Concluye la fiesta con el sueño
Todos se van cantando y bailando
Con el suave aire que ahora da placer
Y por la estación que invita
A todos a disfrutar la siesta
Al amanecer los cazadores
Con cuernos y fusiles y perros salen de casa
La bestia huye y le siguen los pasos
Ya aterrada y agotada por el gran escándalo
Trata de escapar, pero muere agotada
EL INVIERNO
Congelados y temblando en la helada nieve
En las fuertes ráfagas de un terrible viento
Correr pisando fuerte contra el frío
Con los dientes castañeteando por el frío
Pasar días felices junto al fuego
Mientras afuera la lluvia empapa a todos
Caminar en el hielo con cuidado
Y precaución para no caer
Apurarse, resbalar y caer al suelo
Levantar y correr de nuevo
Hasta que el hielo se quiebra y se abre
Oír el viento Siroco al dejar la casa
Bóreas y todos los vientos en batalla
Es el invierno, pero también trae alegría
Allegro
Largo
Allegro (Danza pastoral)
Antonio Vivaldi (1678-1741) Concierto para violín, cuerdas y continuo en sol menor, Op. 8 No. 2, El verano
Concierto para violín, cuerdas y continuo en sol menor, Op. 8 No. 2, El verano
A lo largo de una vida interesante, variada y ciertamente fructífera, el gran músico veneciano Antonio Vivaldi compuso un número notable de obras, que suman más de setecientas y que probablemente hayan sido muchas más si se considera lo que afirman los musicólogos sobre sus obras perdidas. En ese numeroso y complicado catálogo de obras de Vivaldi hay sonatas instrumentales, sonatas en trío, conciertos para orquesta de cuerdas, sinfonías, conciertos para toda clase de instrumentos, misas, fragmentos de misas, oratorios, cantatas, óperas y serenatas. Aparentemente, Vivaldi es un compositor de los considerados como “famosos”, y sin embargo, el gran público del mundo entero lo conoce principalmente por cuatro conciertos para violín, cuerdas y continuo. En términos estadísticos, ello quiere decir que sólo el 0.5% de la producción de Vivaldi se difunde con cierta frecuencia. Esos cuatro conciertos para violín son, evidentemente, los conocidos como Las cuatro estaciones, y pertenecen al bloque más importante de toda la producción de Vivaldi. En efecto, entre sus más de 450 conciertos, la mayoría son para violín, cuerdas y continuo y suman alrededor de 250. Esto se explica en buena medida por el hecho de que Vivaldi fue no sólo un buen violinista, sino también un notable maestro de violín. En el mes de septiembre de 1703, fue contratado como maestro de violín del Ospedale della Pietà en su natal Venecia. El Ospedale era una de las cuatro instituciones venecianas que en aquel tiempo se dedicaban a acoger y educar a niñas huérfanas, poniendo especial atención en la preparación musical de aquellas que mostraban aptitudes especiales. Muy pronto, los deberes de Vivaldi rebasaron la mera enseñanza del violín, y tuvo que encargarse del entrenamiento instrumental y vocal de sus pupilas, de la elección, compra y mantenimiento de los instrumentos musicales para el Ospedale y, de modo importante, de la composición de numerosas obras para ser ejecutadas por las jóvenes que tenía a su cargo. Fue precisamente a raíz de esta última labor que surgieron muchos de los conciertos que Vivaldi escribió a lo largo de los años. De hecho, algunos de ellos están dedicados específicamente a algunas de las alumnas del Ospedale della Pietà, mientras que la mayoría carecen de tal dedicatoria. Aunque Vivaldi no fue del todo constante en su presencia en el Ospedale, se mantuvo en estrecho contacto con esta institución durante largos años.
Desde el punto de vista histórico y musicológico, los más interesantes conciertos para violín de Vivaldi son aquellos que fueron reunidos por el propio compositor en las colecciones tituladas Il cimento dell’armonia e dell’invenzione, La cetra, L’estro armonico y La stravaganza. El título de la primera de las colecciones mencionadas (que nada tiene que ver con cimientos, a pesar de las apariencias) puede traducirse como El enfrentamiento entre la armonía y la invención. Con este título, Vivaldi manifestaba claramente que esta serie de conciertos para violín era, según su punto de vista, un intento por hallar un equilibrio entre la armonía (es decir, las reglas de la estructura musical) y la invención (o sea, la libre expresión de la creatividad) sin menoscabo del resultado total de cada obra. Los conciertos de esta serie son doce, y los cuatro primeros son los famosos conciertos conocidos como Las cuatro estaciones. La colección entera fue publicada en Amsterdam en 1725 por Michel Charles Le Cene, y está dedicada al conde Wenzel von Morzin, pariente del conde Morzin que tuvo a su servicio a Franz Joseph Haydn (1732-1809). Las cuatro estaciones, además de ser conciertos para violín muy atractivos, representan ejemplos importantes de lo mejor de la música programática del barroco. En una versión manuscrita de los conciertos, cada uno de ellos está precedido por un soneto que describe con toda precisión una serie de imágenes, sonidos, paisajes y sentimientos asociados con distintos momentos de cada una de las cuatro estaciones. La relación entre los sonetos y la música se hace más estrecha por el hecho de que cada línea de cada soneto está ligada a un punto específico de la partitura, de manera que la lectura previa (o simultánea) permite al oyente conocer de qué medios musicales se valió Vivaldi para describir el zumbido de un moscardón, el canto de las aves, la tormenta, el ladrido de un perro, la borrachera de los campesinos, el ronquido de un pastor, el viento helado o los pasos sobre la nieve.
No se puede atribuir con certeza la autoría de los sonetos que acompañan a Las cuatro estaciones, aunque una anotación que hay en un ejemplar de la partitura que estuvo en poder del cardenal romano Pietro Ottoboni, benefactor de Vivaldi, afirma que los poemas fueron escritos por el propio compositor. En los cuatro conciertos que forman Las cuatro estaciones (así como en la gran mayoría de sus más de 400 conciertos) Vivaldi sigue en el típico modelo del concierto barroco, en el que dos movimientos rápidos enmarcan a un movimiento lento. A lo largo del tiempo, estos hermosos y divertidos conciertos de Vivaldi han llamado la atención de numerosos músicos que han realizado transcripciones de Las cuatro estaciones para dotaciones muy diversas. Entre las más interesantes habría que destacar:
-
Una transcripción realizada en Japón para orquesta de kotos.
-
La versión en la que el formidable flautista escocés James Galway toca la parte solista de los conciertos en su dorada flauta.
-
El arreglo en jazz de Jacques Loussier para piano, bajo y batería.
-
La interpretación a tres guitarras que hace el Trío de Guitarras de Amsterdam.
-
En quinteto de metales, a cargo del siempre sorprendente ensamble Canadian Brass.
LA PRIMAVERA
La alegre primavera ha llegado
Las aves le dan la bienvenida con su alegre canto
Y los arroyos con la suave brisa
Fluyen con dulce murmullo
El cielo se cubre con un negro manto
Rayos y truenos anuncian la tormenta
Cuando se callan, las aves
Reinician su armonioso canto
Y en el prado florido
Al gentil murmullo de hojas y plantas
El pastor duerme, con su fiel perro al lado
A los alegres sonidos de una rústica gaita
Ninfas y pastores danzan en su sitio favorito
Cuando la primavera llega aparece en todo su brillo
EL VERANO
Bajo el inclemente sol del verano
Languidecen el hombre y el animal
El pino arde y el cucú comienza a cantar
Se le unen las palomas y el pinzón
Sopla un suave viento, pero Bóreas
De pronto entra en batalla con su vecino
Y el pastor llora porque sobre su cabeza
Se cierne la temida tormenta, y su destino
Sus cansados miembros no tienen descanso
Por el miedo a los rayos y a los temidos truenos
Y por el zumbido de moscas y avispones
Sus temores son bien fundados
Hay rayos y truenos en el cielo, y el granizo
Derrumba las altas mazorcas de maíz
EL OTOÑO
El campesino celebra con cantos y danzas
El placer de la rica cosecha
Y lleno del licor de Baco
Concluye la fiesta con el sueño
Todos se van cantando y bailando
Con el suave aire que ahora da placer
Y por la estación que invita
A todos a disfrutar la siesta
Al amanecer los cazadores
Con cuernos y fusiles y perros salen de casa
La bestia huye y le siguen los pasos
Ya aterrada y agotada por el gran escándalo
Trata de escapar, pero muere agotada
EL INVIERNO
Congelados y temblando en la helada nieve
En las fuertes ráfagas de un terrible viento
Correr pisando fuerte contra el frío
Con los dientes castañeteando por el frío
Pasar días felices junto al fuego
Mientras afuera la lluvia empapa a todos
Caminar en el hielo con cuidado
Y precaución para no caer
Apurarse, resbalar y caer al suelo
Levantar y correr de nuevo
Hasta que el hielo se quiebra y se abre
Oír el viento Siroco al dejar la casa
Bóreas y todos los vientos en batalla
Es el invierno, pero también trae alegría
Allegro non molto – Allegro
Adagio – Presto –Adagio
Presto (Tiempo tempestuoso de verano)
Antonio Vivaldi (1678-1741) Concierto para violín, cuerdas y continuo en fa mayor, Op. 8 No. 3, El otoño
Concierto para violín, cuerdas y continuo en fa mayor, Op. 8 No. 3, El otoño
A lo largo de una vida interesante, variada y ciertamente fructífera, el gran músico veneciano Antonio Vivaldi compuso un número notable de obras, que suman más de setecientas y que probablemente hayan sido muchas más si se considera lo que afirman los musicólogos sobre sus obras perdidas. En ese numeroso y complicado catálogo de obras de Vivaldi hay sonatas instrumentales, sonatas en trío, conciertos para orquesta de cuerdas, sinfonías, conciertos para toda clase de instrumentos, misas, fragmentos de misas, oratorios, cantatas, óperas y serenatas. Aparentemente, Vivaldi es un compositor de los considerados como “famosos”, y sin embargo, el gran público del mundo entero lo conoce principalmente por cuatro conciertos para violín, cuerdas y continuo. En términos estadísticos, ello quiere decir que sólo el 0.5% de la producción de Vivaldi se difunde con cierta frecuencia. Esos cuatro conciertos para violín son, evidentemente, los conocidos como Las cuatro estaciones, y pertenecen al bloque más importante de toda la producción de Vivaldi. En efecto, entre sus más de 450 conciertos, la mayoría son para violín, cuerdas y continuo y suman alrededor de 250. Esto se explica en buena medida por el hecho de que Vivaldi fue no sólo un buen violinista, sino también un notable maestro de violín. En el mes de septiembre de 1703, fue contratado como maestro de violín del Ospedale della Pietà en su natal Venecia. El Ospedale era una de las cuatro instituciones venecianas que en aquel tiempo se dedicaban a acoger y educar a niñas huérfanas, poniendo especial atención en la preparación musical de aquellas que mostraban aptitudes especiales. Muy pronto, los deberes de Vivaldi rebasaron la mera enseñanza del violín, y tuvo que encargarse del entrenamiento instrumental y vocal de sus pupilas, de la elección, compra y mantenimiento de los instrumentos musicales para el Ospedale y, de modo importante, de la composición de numerosas obras para ser ejecutadas por las jóvenes que tenía a su cargo. Fue precisamente a raíz de esta última labor que surgieron muchos de los conciertos que Vivaldi escribió a lo largo de los años. De hecho, algunos de ellos están dedicados específicamente a algunas de las alumnas del Ospedale della Pietà, mientras que la mayoría carecen de tal dedicatoria. Aunque Vivaldi no fue del todo constante en su presencia en el Ospedale, se mantuvo en estrecho contacto con esta institución durante largos años.
Desde el punto de vista histórico y musicológico, los más interesantes conciertos para violín de Vivaldi son aquellos que fueron reunidos por el propio compositor en las colecciones tituladas Il cimento dell’armonia e dell’invenzione, La cetra, L’estro armonico y La stravaganza. El título de la primera de las colecciones mencionadas (que nada tiene que ver con cimientos, a pesar de las apariencias) puede traducirse como El enfrentamiento entre la armonía y la invención. Con este título, Vivaldi manifestaba claramente que esta serie de conciertos para violín era, según su punto de vista, un intento por hallar un equilibrio entre la armonía (es decir, las reglas de la estructura musical) y la invención (o sea, la libre expresión de la creatividad) sin menoscabo del resultado total de cada obra. Los conciertos de esta serie son doce, y los cuatro primeros son los famosos conciertos conocidos como Las cuatro estaciones. La colección entera fue publicada en Amsterdam en 1725 por Michel Charles Le Cene, y está dedicada al conde Wenzel von Morzin, pariente del conde Morzin que tuvo a su servicio a Franz Joseph Haydn (1732-1809). Las cuatro estaciones, además de ser conciertos para violín muy atractivos, representan ejemplos importantes de lo mejor de la música programática del barroco. En una versión manuscrita de los conciertos, cada uno de ellos está precedido por un soneto que describe con toda precisión una serie de imágenes, sonidos, paisajes y sentimientos asociados con distintos momentos de cada una de las cuatro estaciones. La relación entre los sonetos y la música se hace más estrecha por el hecho de que cada línea de cada soneto está ligada a un punto específico de la partitura, de manera que la lectura previa (o simultánea) permite al oyente conocer de qué medios musicales se valió Vivaldi para describir el zumbido de un moscardón, el canto de las aves, la tormenta, el ladrido de un perro, la borrachera de los campesinos, el ronquido de un pastor, el viento helado o los pasos sobre la nieve.
No se puede atribuir con certeza la autoría de los sonetos que acompañan a Las cuatro estaciones, aunque una anotación que hay en un ejemplar de la partitura que estuvo en poder del cardenal romano Pietro Ottoboni, benefactor de Vivaldi, afirma que los poemas fueron escritos por el propio compositor. En los cuatro conciertos que forman Las cuatro estaciones (así como en la gran mayoría de sus más de 400 conciertos) Vivaldi sigue en el típico modelo del concierto barroco, en el que dos movimientos rápidos enmarcan a un movimiento lento. A lo largo del tiempo, estos hermosos y divertidos conciertos de Vivaldi han llamado la atención de numerosos músicos que han realizado transcripciones de Las cuatro estaciones para dotaciones muy diversas. Entre las más interesantes habría que destacar:
-
Una transcripción realizada en Japón para orquesta de kotos.
-
La versión en la que el formidable flautista escocés James Galway toca la parte solista de los conciertos en su dorada flauta.
-
El arreglo en jazz de Jacques Loussier para piano, bajo y batería.
-
La interpretación a tres guitarras que hace el Trío de Guitarras de Amsterdam.
-
En quinteto de metales, a cargo del siempre sorprendente ensamble Canadian Brass.
LA PRIMAVERA
La alegre primavera ha llegado
Las aves le dan la bienvenida con su alegre canto
Y los arroyos con la suave brisa
Fluyen con dulce murmullo
El cielo se cubre con un negro manto
Rayos y truenos anuncian la tormenta
Cuando se callan, las aves
Reinician su armonioso canto
Y en el prado florido
Al gentil murmullo de hojas y plantas
El pastor duerme, con su fiel perro al lado
A los alegres sonidos de una rústica gaita
Ninfas y pastores danzan en su sitio favorito
Cuando la primavera llega aparece en todo su brillo
EL VERANO
Bajo el inclemente sol del verano
Languidecen el hombre y el animal
El pino arde y el cucú comienza a cantar
Se le unen las palomas y el pinzón
Sopla un suave viento, pero Bóreas
De pronto entra en batalla con su vecino
Y el pastor llora porque sobre su cabeza
Se cierne la temida tormenta, y su destino
Sus cansados miembros no tienen descanso
Por el miedo a los rayos y a los temidos truenos
Y por el zumbido de moscas y avispones
Sus temores son bien fundados
Hay rayos y truenos en el cielo, y el granizo
Derrumba las altas mazorcas de maíz
EL OTOÑO
El campesino celebra con cantos y danzas
El placer de la rica cosecha
Y lleno del licor de Baco
Concluye la fiesta con el sueño
Todos se van cantando y bailando
Con el suave aire que ahora da placer
Y por la estación que invita
A todos a disfrutar la siesta
Al amanecer los cazadores
Con cuernos y fusiles y perros salen de casa
La bestia huye y le siguen los pasos
Ya aterrada y agotada por el gran escándalo
Trata de escapar, pero muere agotada
EL INVIERNO
Congelados y temblando en la helada nieve
En las fuertes ráfagas de un terrible viento
Correr pisando fuerte contra el frío
Con los dientes castañeteando por el frío
Pasar días felices junto al fuego
Mientras afuera la lluvia empapa a todos
Caminar en el hielo con cuidado
Y precaución para no caer
Apurarse, resbalar y caer al suelo
Levantar y correr de nuevo
Hasta que el hielo se quiebra y se abre
Oír el viento Siroco al dejar la casa
Bóreas y todos los vientos en batalla
Es el invierno, pero también trae alegría
Allegro (Baile y canto de los campesinos)
Adagio molto (Borrachos durmientes)
Allegro (La cacería)
Antonio Vivaldi (1678-1741) Concierto para violín, cuerdas y continuo en fa menor, Op. 8 No. 4, El invierno
Concierto para violín, cuerdas y continuo en fa menor, Op. 8 No. 4, El invierno
A lo largo de una vida interesante, variada y ciertamente fructífera, el gran músico veneciano Antonio Vivaldi compuso un número notable de obras, que suman más de setecientas y que probablemente hayan sido muchas más si se considera lo que afirman los musicólogos sobre sus obras perdidas. En ese numeroso y complicado catálogo de obras de Vivaldi hay sonatas instrumentales, sonatas en trío, conciertos para orquesta de cuerdas, sinfonías, conciertos para toda clase de instrumentos, misas, fragmentos de misas, oratorios, cantatas, óperas y serenatas. Aparentemente, Vivaldi es un compositor de los considerados como “famosos”, y sin embargo, el gran público del mundo entero lo conoce principalmente por cuatro conciertos para violín, cuerdas y continuo. En términos estadísticos, ello quiere decir que sólo el 0.5% de la producción de Vivaldi se difunde con cierta frecuencia. Esos cuatro conciertos para violín son, evidentemente, los conocidos como Las cuatro estaciones, y pertenecen al bloque más importante de toda la producción de Vivaldi. En efecto, entre sus más de 450 conciertos, la mayoría son para violín, cuerdas y continuo y suman alrededor de 250. Esto se explica en buena medida por el hecho de que Vivaldi fue no sólo un buen violinista, sino también un notable maestro de violín. En el mes de septiembre de 1703, fue contratado como maestro de violín del Ospedale della Pietà en su natal Venecia. El Ospedale era una de las cuatro instituciones venecianas que en aquel tiempo se dedicaban a acoger y educar a niñas huérfanas, poniendo especial atención en la preparación musical de aquellas que mostraban aptitudes especiales. Muy pronto, los deberes de Vivaldi rebasaron la mera enseñanza del violín, y tuvo que encargarse del entrenamiento instrumental y vocal de sus pupilas, de la elección, compra y mantenimiento de los instrumentos musicales para el Ospedale y, de modo importante, de la composición de numerosas obras para ser ejecutadas por las jóvenes que tenía a su cargo. Fue precisamente a raíz de esta última labor que surgieron muchos de los conciertos que Vivaldi escribió a lo largo de los años. De hecho, algunos de ellos están dedicados específicamente a algunas de las alumnas del Ospedale della Pietà, mientras que la mayoría carecen de tal dedicatoria. Aunque Vivaldi no fue del todo constante en su presencia en el Ospedale, se mantuvo en estrecho contacto con esta institución durante largos años.
Desde el punto de vista histórico y musicológico, los más interesantes conciertos para violín de Vivaldi son aquellos que fueron reunidos por el propio compositor en las colecciones tituladas Il cimento dell’armonia e dell’invenzione, La cetra, L’estro armonico y La stravaganza. El título de la primera de las colecciones mencionadas (que nada tiene que ver con cimientos, a pesar de las apariencias) puede traducirse como El enfrentamiento entre la armonía y la invención. Con este título, Vivaldi manifestaba claramente que esta serie de conciertos para violín era, según su punto de vista, un intento por hallar un equilibrio entre la armonía (es decir, las reglas de la estructura musical) y la invención (o sea, la libre expresión de la creatividad) sin menoscabo del resultado total de cada obra. Los conciertos de esta serie son doce, y los cuatro primeros son los famosos conciertos conocidos como Las cuatro estaciones. La colección entera fue publicada en Amsterdam en 1725 por Michel Charles Le Cene, y está dedicada al conde Wenzel von Morzin, pariente del conde Morzin que tuvo a su servicio a Franz Joseph Haydn (1732-1809). Las cuatro estaciones, además de ser conciertos para violín muy atractivos, representan ejemplos importantes de lo mejor de la música programática del barroco. En una versión manuscrita de los conciertos, cada uno de ellos está precedido por un soneto que describe con toda precisión una serie de imágenes, sonidos, paisajes y sentimientos asociados con distintos momentos de cada una de las cuatro estaciones. La relación entre los sonetos y la música se hace más estrecha por el hecho de que cada línea de cada soneto está ligada a un punto específico de la partitura, de manera que la lectura previa (o simultánea) permite al oyente conocer de qué medios musicales se valió Vivaldi para describir el zumbido de un moscardón, el canto de las aves, la tormenta, el ladrido de un perro, la borrachera de los campesinos, el ronquido de un pastor, el viento helado o los pasos sobre la nieve.
No se puede atribuir con certeza la autoría de los sonetos que acompañan a Las cuatro estaciones, aunque una anotación que hay en un ejemplar de la partitura que estuvo en poder del cardenal romano Pietro Ottoboni, benefactor de Vivaldi, afirma que los poemas fueron escritos por el propio compositor. En los cuatro conciertos que forman Las cuatro estaciones (así como en la gran mayoría de sus más de 400 conciertos) Vivaldi sigue en el típico modelo del concierto barroco, en el que dos movimientos rápidos enmarcan a un movimiento lento. A lo largo del tiempo, estos hermosos y divertidos conciertos de Vivaldi han llamado la atención de numerosos músicos que han realizado transcripciones de Las cuatro estaciones para dotaciones muy diversas. Entre las más interesantes habría que destacar:
-
Una transcripción realizada en Japón para orquesta de kotos.
-
La versión en la que el formidable flautista escocés James Galway toca la parte solista de los conciertos en su dorada flauta.
-
El arreglo en jazz de Jacques Loussier para piano, bajo y batería.
-
La interpretación a tres guitarras que hace el Trío de Guitarras de Amsterdam.
-
En quinteto de metales, a cargo del siempre sorprendente ensamble Canadian Brass.
LA PRIMAVERA
La alegre primavera ha llegado
Las aves le dan la bienvenida con su alegre canto
Y los arroyos con la suave brisa
Fluyen con dulce murmullo
El cielo se cubre con un negro manto
Rayos y truenos anuncian la tormenta
Cuando se callan, las aves
Reinician su armonioso canto
Y en el prado florido
Al gentil murmullo de hojas y plantas
El pastor duerme, con su fiel perro al lado
A los alegres sonidos de una rústica gaita
Ninfas y pastores danzan en su sitio favorito
Cuando la primavera llega aparece en todo su brillo
EL VERANO
Bajo el inclemente sol del verano
Languidecen el hombre y el animal
El pino arde y el cucú comienza a cantar
Se le unen las palomas y el pinzón
Sopla un suave viento, pero Bóreas
De pronto entra en batalla con su vecino
Y el pastor llora porque sobre su cabeza
Se cierne la temida tormenta, y su destino
Sus cansados miembros no tienen descanso
Por el miedo a los rayos y a los temidos truenos
Y por el zumbido de moscas y avispones
Sus temores son bien fundados
Hay rayos y truenos en el cielo, y el granizo
Derrumba las altas mazorcas de maíz
EL OTOÑO
El campesino celebra con cantos y danzas
El placer de la rica cosecha
Y lleno del licor de Baco
Concluye la fiesta con el sueño
Todos se van cantando y bailando
Con el suave aire que ahora da placer
Y por la estación que invita
A todos a disfrutar la siesta
Al amanecer los cazadores
Con cuernos y fusiles y perros salen de casa
La bestia huye y le siguen los pasos
Ya aterrada y agotada por el gran escándalo
Trata de escapar, pero muere agotada
EL INVIERNO
Congelados y temblando en la helada nieve
En las fuertes ráfagas de un terrible viento
Correr pisando fuerte contra el frío
Con los dientes castañeteando por el frío
Pasar días felices junto al fuego
Mientras afuera la lluvia empapa a todos
Caminar en el hielo con cuidado
Y precaución para no caer
Apurarse, resbalar y caer al suelo
Levantar y correr de nuevo
Hasta que el hielo se quiebra y se abre
Oír el viento Siroco al dejar la casa
Bóreas y todos los vientos en batalla
Es el invierno, pero también trae alegría
Allegro non molto
Largo
Allegro
Scott Yoo

Director(a)
Scott Yoo es director principal y director artístico de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México y director musical del Festival Mozaic. Es también anfitrión y productor ejecutivo de la nueva serie de PBS Now Hear This, primera serie sobre música clásica en la televisión estadounidense agendada para prime time en 50 años. Es director del festival de música de Colorado College y fundador del Medellín Festicámara, programa de música de cámara que reúne a artistas de talla mundial con jóvenes músicos desfavorecidos.
En el último año, el Mtro. Yoo dirigió la London Symphony Orchestra y la Royal Scottish National Orchestra en grabaciones para Sony Classical. Ha dirigido las sinfónicas de Colorado, Dallas, Indianápolis, Nuevo Mundo, San Francisco y Utah, y a la Orquesta de Cámara de St. Paul tanto en su festival propio, el Elliott Carter, como en su debut en el Carnegie Hall. En Europa ha dirigido la English Chamber Orchestra, la City of London Sinfonia, la Britten Sinfonia, la orquesta filarmónica de Radio Francia, el ensamble orquestal de Paris, la Odense Symphony y la Sinfónica Nacional de Estonia. En Asia el Mtro. Yoo ha dirigido la Orquesta sinfónica Yomiuri Nippon en Tokio, la Filarmónica de Seúl y Filarmónica de Busan en Corea.
Como defensor de la música de nuestro tiempo, Yoo ha estrenado 71 obras de 38 compositores. Con la orquesta de cámara Metamorphosen, grabó American Seasons de Mark O'Connor para Sony Classical; con la orquesta de cámara John Harbison, trabajando con la soprano Dawn Upshaw para Bridge Records, consiguieron la nominación al National Public Radio Performance Today; y los ciclos de canciones de Earl Kim con las sopranos Benita Valente y Karol Bennett para el sello New World, grabación que recibió el Critics Choice en el New York Times. Otros de sus proyectos de grabación incluyen la obra integral para orquesta de Earl Kim con la Orquesta Nacional de Irlanda RTE para el sello Naxos, las obras de Carter, Lieberson y Ruders, y el ciclo de conciertos para piano de Mozart.
Como violinista, Yoo se ha presentado como solista en la Boston Symphony, la Dallas Symphony, la San Francisco Symphony, la Colorado Symphony, la Indianapolis Symphony, la New World Symphony y la Orquesta de St. Luke's. También ha sido invitado a festivales de música de cámara en todo Estados Unidos, como el Bargemusic, el propio de la Boston Chamber Music Society, con la Chamber Music Society del Lincoln Center, el Kingston Chamber Music Festival, Laurel Music Festival, New Hampshire Music Festival y el Seattle Chamber Music Festival.
Tras comenzar sus estudios musicales a la edad de tres años, recibió el primer premio en el Concurso Internacional de Violín Josef Gingold en 1988, el Young Concert Artists International Auditions en 1989 así como la beca de carrera Avery Fisher en 1994. En 1993 fundó la orquesta de cámara Metamorphosen, que ha dirigido en los conciertos por suscripción en la Jordan Hall en Boston y en el Troy Savings Bank Music Hall en Troy, Nueva York; de gira también en lugares como Avery Fisher Hall y 92nd Street. 'Y' en Nueva York y la Biblioteca del Congreso en Washington.
Scott Yoo nació en Tokio y se crió en Glastonbury, Connecticut. Hijo de madre japonesa y padre coreano, asistió a la Universidad de Harvard, donde obtuvo la licenciatura. Estudió violín con Roman Totenberg, Albert Markov, Paul Kantor y Dorothy DeLay, y dirección orquestal con Michael Gilbert y Michael Tilson-Thomas.
Consulta todas las actividades que la Ciudad de México tiene para ti