de Falla, Manuel - Suite de El amor brujo

Manuel de Falla (1876-1946)

Suite de El amor brujo

Pocos músicos en la historia han estado tan cerca de esa fascinante forma de expresión musical popular que es el cante jondo como Manuel de Falla (1876-1946). De hecho, una de sus obras más notables, El amor brujo, fue concebida y desarrollada íntegra­ mente a partir de la fina percepción que Falla tenía de la música flamenca o, para mayor precisión y para evitar la añeja controversia sobre qué es lo flamenco, la música gitana.

Esa música fogosa y apasionada inspiró a Falla no sólo una buena cantidad de ideas sonoras propias, sino que además le hizo escribir algunos de los textos más intere­ santes que se hayan redactado sobre el cante jondo, que es la expresión suprema de la musicalidad andaluza.

Si bien hoy es conocida fundamentalmente como una obra de concierto, El amor brujo nació como un ballet. Y nació, como tantas otras cosas, de la inspiración de una mujer.

Hacia los primeros años del siglo XX, Pastora Imperio era una de las grandes figuras en el mundo del cante jondo, y fue ella la que expresó su deseo de interpretar una obra de canto y baile compuesta por Falla y escrita por el notable dramaturgo y nove­ lista Gregorio Martínez Sierra. La creación de El amor brujo se realizó en circunstancias que no dejan duda respecto a la autenticidad de sus fuentes, tanto musicales como dramáticas. Durante un prolongado período, Falla ocupó su tiempo en escuchar el canto de Pastora Imperio y de su madre, Rosario de la Mejorana, y en tomar cuidadosa nota de las inflexiones vocales de las dos gitanas. Al mismo tiempo, Martínez Sierra pasaba algunas tardes tomando una copa con Doña Rosario y escuchando a la vieja gitana contar ancestrales historias de amores, desamores, traiciones, redenciones... y fantasmas. El material obtenido así por el dramaturgo y el compositor se convirtió, al paso del tiempo, en un ballet de cámara. En su primera versión, el libreto presentaba solamente a dos personajes: la bella y joven gitana Candelas y su nuevo novio, Carmelo.

Y como dicen por ahí, sí hay cariño entre esa pareja de gitanos, pero también hay un intruso: es el recuerdo de un amante anterior de Candelas, malo, infiel y traidor. Este recuerdo empaña la relación de Candelas y su nuevo amante, hasta que la joven logra exorcizar al fantasma y rescatar su nuevo amor. Musicalmente, esta primera versión del libreto llevaba un complemento instrumental muy económico: piano, flauta, oboe, trom­ peta, corno, viola, violoncello y contrabajo. El amor brujo, tal y como lo habían conce­ bido originalmente Falla y Martínez Sierra, fue estrenado en el Teatro Lara de Madrid el 15 de abril de 1915 con Pastora Imperio en el papel protagónico. Dicen los enterados que el estreno emocionó sólo a los gitanos que asistieron a él.

Sin perder de vista su intención original, los creadores de El amor brujo revisaron su trabajo y produjeron una segunda versión del ballet, que es la que ha quedado estable­ cida en el repertorio. Desde el punto de vista teatral, en esta segunda versión aparecen nuevos personajes, incluyendo el fantasma del antiguo amante de Candelas. Por su parte, Falla amplió la dotación instrumental hasta llegar a una orquesta que incluye piccolo, dos flautas, oboe, corno inglés, dos clarinetes, fagot, dos cornos, dos trompetas, timbales, piano, campanas y una sección completa de cuerdas. Bajo esta nueva forma, El amor brujo se estrenó en París el 22 de mayo de 1927 y resultó un éxito rotundo.

Después de una poderosa, casi salvaje introducción orquestal y una sutil escena nocturna, Falla propone el primero de los fragmentos cantados, en la voz de Candelas, quien no puede olvidar a su antiguo enamorado:

¡Ay! No sé qué siento
Ni sé qué me pasa
Cuando este mardito gitano me farta...

A partir de esto, Falla va tejiendo una trama musical sumamente atractiva, llena de los giros e inflexiones del cante jondo, matizados por su propio estilo claro, directo y poderoso. Todas estas cualidades justifican plenamente el hecho de que varios de los trozos orquestales de El amor brujo hayan adquirido vida autónoma en las salas de concierto. Entre ellos destaca la famosa Danza ritual del fuego, cuya razón de ser es la de ahuyentar a los malos espíritus. Es evidente que este exorcismo musical realizado por Falla ha resultado más que efectivo, porque al final de El amor brujo el fantasma del antiguo amante de Candelas desaparece, dejando a la joven gitana libre para aceptar sin limitaciones el amor de Carmelo.

Amanece, suenan las campanas, llega la redención:

Ya está despuntando el día
Cantad, campanas, cantad
Que vuelve la gloria mía.

Parte de esa gloria es para Manuel de Falla, quien supo, como nadie, fundir el vibrante mundo del cante jondo con las formas de la música de concierto para crear algunos de los momentos cumbre del nacionalismo musical español.

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