COPLAND, AARON - Fanfarria para el hombre común

Aaron Copland (1900-1990)

Fanfarria para el hombre común

Desde el momento en que allá por el lejano siglo XVI se reunió el primer ensamble de primitivos cornetts y sackbutts (abuelos de las actuales trompetas y trombones), compositores de todas las épocas, todos los estilos y todas las filiaciones políticas e ideológicas (incluso, algunos totalmente apolíticos) se han dedicado con asiduidad singular a la composición de fanfarrias, esas breves y brillantes piezas musicales con las que se celebran diversos personajes, ocasiones, lugares, ideas o acontecimientos. En la larga y prolífica historia de la fanfarria como género musical, lógicamente abundan las fanfarrias dedicadas a reyes, príncipes, obispos, ministros, embajadores, presidentes, diputados, senadores, asambleístas, candidatos y demás bichos raros de la vida pública. Tuvo que llegar la cuarta década del siglo XX para que a un compositor se le ocurriera la muy noble idea de olvidarse de los dignatarios y potentados y dedicar una fanfarria al hombre común. Al hacer esto, Aaron Copland logró crear, además, la que probablemente sea la mejor fanfarria de todo el repertorio. Y si la obra misma es poderosamente llamativa y singularmente emotiva, las circunstancias de su creación también lo son.

Durante la Primera Guerra Mundial, el compositor y director inglés Eugene Goossens (de origen belga) había encargado a varios compositores británicos la creación de una serie de fanfarrias alusivas a la participación inglesa en ese conflicto bélico. La idea general era la de abrir cada concierto orquestal de la temporada con una de esas fanfarrias, con el objeto de reforzar el espíritu patriótico del público. Al parecer, la idea le pareció a Goossens tan buena que decidió repetirla durante la Segunda Guerra Mundial. Así, hacia 1942 el músico inglés pidió una serie de fanfarrias a un grupo de compositores de los Estados Unidos. Como parte de ese encargo colectivo nació la Fanfarria para el hombre común de Aaron Copland.

Desde el momento de iniciar la composición de la pieza, Copland tuvo la idea de olvidarse de los grandes y exaltados personajes y dedicar su fanfarria a otro tipo de conceptos. De hecho, antes de poner el título definitivo a la obra, el compositor manejó para la obra algunos otros títulos alternativos, muchos de ellos igualmente interesantes: Fanfarria para una ceremonia solemne, para el día de la victoria, para nuestros héroes, para el renacimiento de Lídice, para el espíritu de la democracia, para las tropas, para las cuatro libertades. Al final, Copland decidió dedicar su fanfarria al hombre común, y con esta singular pieza enriqueció notablemente el repertorio de música para metales y percusiones. Cuando Goossens recibió la partitura de la obra, se mostró desconcertado ante su título, y en un gesto que demuestra que era un hombre con un buen sentido del humor, propuso que el estreno se realizara el 12 de marzo de 1943, en los momentos en que el hombre común de los Estados Unidos debía presentar su declaración anual de impuestos.

Desde su estreno, la Fanfarria para el hombre común se volvió enormemente popular, y con razón. Esta música ha pasado a formar parte integral del ceremonial público en los Estados Unidos, y se le ha utilizado como fondo musical de muchos acontecimientos nobles, como la colocación de la primera piedra del Lincoln Center de Nueva York, la presentación de la estupenda serie de televisión Omnibus, y la soberbia actuación del patinador John Curry en los XIII Juegos Olímpicos de Invierno. Y debido a lamentables errores históricos y estéticos, esta fanfarria se ha utilizado también para ocasiones innobles, como la toma de posesión de Richard Nixon como presidente de los Estados Unidos. Tal ha sido la popularidad de la pieza que desde el momento de su creación ha sido arreglada numerosas veces, en ocasiones para las dotaciones más improbables. Entre los más notorios de estos arreglos de la Fanfarria para el hombre común es posible hallar uno a cargo de Mick Jagger y los Rolling Stones, así como la muy famosa versión del grupo inglés de rock Emerson, Lake & Palmer, de la que la televisión deportiva mexicana ha abusado sin misericordia. Como es lógico suponer, Copland afirmó alguna vez que escuchaba con interés estos arreglos, pero que prefería su versión original de la obra.

En 1946, Copland volvió ojos y oídos al material original de la Fanfarria para el hombre común. En el inicio del cuarto movimiento de su Tercera sinfonía (que se funde con el final del movimiento anterior), el compositor utiliza el tema principal de la fanfarria, presentándolo de una manera especialmente efectiva. El tema se escucha primero suavemente, de modo casi misterioso, en las flautas y los clarinetes, y de pronto, un poderoso cambio de dinámica y de armonía conduce a una versión expansiva, para gran orquesta, de la Fanfarria para el hombre común. Este es, sin duda, uno de los momentos cumbre de la producción orquestal de Copland, y es una clara muestra del aprecio que el compositor tenía por su democrática fanfarria. A pesar de que el propio Copland afirmó en una entrevista que su fanfarria había sido estrenada en Nueva York por George Szell el 14 de marzo de 1943, otros datos musicológicos indican que el estreno de la Fanfarria para el hombre común se realizó en Cincinnati con Eugene Goossens dirigiendo la Sinfónica de Cincinnati el 12 de marzo de ese año, justo cuando el ciudadano común luchaba a brazo partido con la declaración anual del impuesto sobre la renta. Hace muchos años, la fanfarria fue utilizada con mucho tino como rúbrica musical de uno de los más tradicionales programas de Radio UNAM, Teatro de nuestro tiempo.

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