Mahler, Gustav - Sinfonía No. 10 en fa sostenido mayor

Gustav Mahler (1860-1911)

Sinfonía No. 10 en fa sostenido mayor

Adagio

Para los mahlerianos ortodoxos e inflexibles, y para los musicólogos muy exigentes, la Décima sinfonía de Gustav Mahler no existe. ¿Qué es, entonces, esta maravillosa música que nos disponemos a escuchar hoy? Para saberlo, es preciso hacer historia, mucha historia.

Mahler compuso su Novena sinfonía entre el verano de 1909 y abril de 1910, y poco tiempo después abordó la creación de la Décima, iniciada en el verano de 1910. La obra, sin embargo, no progresó tanto como Mahler hubiera querido, porque el compositor dedicaba mucho tiempo a la revisión de partituras anteriores, especialmente la Cuarta y la Quinta sinfonías. Además, en noviembre de 1910 Mahler viajó a los Estados Unidos, donde debía dirigir 48 conciertos con la Orquesta Filarmónica de Nueva York. Hacia el final de ese período, el compositor-director austriaco tuvo una áspera fricción con la orquesta, y el 21 de febrero de 1911 dirigió su último concierto en los Estados Unidos. Casi de inmediato, el doctor Fraenkel le diagnosticó la enfermedad mortal que habría de acabar con su vida: endocarditis bacteriana sub-aguda, complicada con neumonía. Gravemente enfermo, Mahler volvió a Europa, llegando a París en abril, y de ahí viajó a Viena, donde murió el 18 de mayo de 1911, dejando inconclusa la Décima sinfonía. ¿Cuánto había avanzado Mahler en esta obra de concepción y diseño monumentales? Para saberlo, se puede consultar el libro que sobre Mahler y Anton Bruckner (1824-1896) escribió el doctor Hans Ferdinand Redlich. En el capítulo relativo a la Décima sinfonía de Mahler, el profesor Redlich informa que el compositor terminó solamente el primer movimiento, el monumental Adagio, dejando otro movimiento casi completo, pero sin orquestar. Al inicio de la década de los 1920s, el compositor alemán Ernst Krenek (1900-1991) se casó con Anna Mahler, hija del compositor, y se dio a la tarea de editar estos dos movimientos de la sinfonía para facilitar su eventual ejecución pública. En esta labor, Krenek contó con la ayuda de Franz Schalk, director austriaco especializado en la música de Bruckner y Mahler, y la del compositor Alban Berg (1885-1935). Esta versión de los dos movimientos de la sinfonía fue estrenada en 1924, el mismo año en que se publicó el manuscrito original dejado por Mahler a su muerte. En 1951 apareció en Nueva York una edición diferente de esos dos movimientos, y a partir de entonces el Adagio suele interpretarse de vez en cuando en programas sinfónicos. ¿De dónde salió, entonces, el resto de la sinfonía?

Aquí es donde entra el señor Deryck Cooke, compositor, musicólogo y escritor inglés especialista en la música de Richard Wagner (1813-1883), Bruckner y Mahler. En 1959, Cooke tuvo acceso al manuscrito original de Mahler, que además del primer movimiento y un fragmento del tercero, no es más que una colección de bosquejos sueltos con algunas indicaciones sobre la orquestación que el compositor tenía en mente. Debido al precario estado de salud de Mahler durante la redacción de estos bosquejos, muchas de estas indicaciones son muy esquemáticas, y en otras, prácticamente inexistentes. Así, Deryck Cooke se dio a la tarea de extrapolar a partir de los materiales disponibles, y a partir de su profundo conocimiento de la música de Mahler. En esta ardua tarea, Cooke contó con la colaboración del compositor y director Berthold Goldschmidt (1903-1996). En 1960, Cooke tuvo lista una primera versión de la sinfonía completa, en cinco movimientos, que fue transmitida en uno de los conciertos radiofónicos de la BBC de Londres. La interpretación, realizada en estudio, estuvo a cargo de Goldschmidt, dirigiendo a la Orquesta Filarmonía. De inmediato, Alma Mahler, la viuda del compositor, prohibió que se volviera a tocar esta versión de la Décima sinfonía. Sin embargo, en los años subsecuentes, Cooke recibió nuevos materiales del manuscrito original del compositor, que le fueron enviados por Anna Mahler-Krenek. Con estos materiales adicionales, Cooke revisó su versión de la sinfonía, completando pasajes que en su primer intento había omitido, y la nueva versión de la Décima de Mahler se estrenó en 1964 en uno de los famosos Conciertos Promenade, de nuevo bajo la dirección de Goldschmidt, con la Orquesta Sinfónica de Londres. Poco después, Eugene Ormandy y la Orquesta de Filadelfia habrían de grabar esta versión de la obra. ¿Qué había pasado con la prohibición decretada por Alma Mahler? Mujer sensible al fin y al cabo, la viuda del compositor rectificó su decisión original y en una carta fechada en mayo de 1963 escribió lo siguiente:

Estimado Sr. Cooke: El señor Harold Byrns me ha visitado en Nueva York. Hoy me ha leído sus excelentes artículos sobre la Décima sinfonía de Mahler, así como su excelente versión de la partitura. Después le expresé mi deseo de oír, finalmente, la grabación de la BBC de Londres. Me conmovió tanto lo que oí que de inmediato le pedí al Sr. Byrns que tocara la obra por segunda vez. Entonces me di cuenta de que había llegado el momento de reconsiderar mi anterior decisión de no permitir ejecuciones de esta obra. Ahora he decidido, de una vez y para siempre, dar a usted autorización completa para hacer interpretar la obra en cualquier parte del mundo. Suya, Alma María Mahler.

Es muy probable que este gesto tardío pero generoso de Alma Mahler haya legado a la posteridad, casi literalmente, un trozo del alma mahleriana convertida en sonido. Aún insatisfecho, Cooke siguió trabajando en su revisión de la partitura, ahora con la ayuda de Colin y David Matthews. Esta versión definitiva (hasta donde puede serlo dadas las circunstancias) estuvo lista en 1972 y fue estrenada ese mismo año en el Royal Festival Hall de Londres por la Nueva Orquesta Filarmonía dirigida por Wyn Morris. Esta interpretación de Morris a la versión definitiva de la Décima sinfonía de Mahler realizada por Cooke y sus colaboradores fue particularmente apreciada por Anna Mahler, quien así se lo hizo saber al director de orquesta en una carta, dejando atrás definitivamente cualquier oposición de la familia Mahler a la difusión de esta monumental, emotiva y conmovedora partitura. El mismo profesor Redlich expresó su aprobación del trabajo de Cooke en esta escueta pero categórica frase: “La reconstrucción hecha por Cooke es excelente y tiene un sonido verdaderamente auténtico”.

Al margen de las controversias posibles sobre la autenticidad de lo que hoy se conoce como la Décima sinfonía de Gustav Mahler, lo cierto es que el trabajo de Cooke es de una notable fidelidad al espíritu mahleriano. Quienes aman la música de Mahler pueden estar seguros de que esta sinfonía sí es cabalmente suya a pesar de lo que se diga en contra, y que perdurará aún mucho después de que la controversia haya muerto. Es dudoso, sin embargo, que la controversia muera, ya que existen al menos otras dos versiones completas de la Décima sinfonía de Mahler, una de ellas realizada por Joe Wheeler, la otra por Remo Mazzetti Jr. De todas ellas existe grabación en CD, lo que hace la vida más fácil (o más complicada, según se vea) para los mahlerianos de corazón que ansían tener todo, literalmente, todo Mahler.

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