Schubert, Franz - Sinfonía No. 8 en si menor, Inconclusa

Franz Schubert (1797-1828)

Sinfonía No. 8 en si menor, Inconclusa

Allegro moderato
Andante maestoso

En la hora más profunda de la noche el compositor se inclina febril, casi alucinado, sobre la partitura que está escribiendo. Una enfermedad incurable (quizá del cuerpo, quizá del alma) acaba velozmente con su vida; su creación postrera es una carrera contra el tiempo. A medida que se acerca la madrugada sus fuerzas se agotan. Con el último aliento de su ser intenta plasmar en el papel pautado la experiencia de toda una vida, los secretos más íntimos de su atribulada alma. La llama de la vela que lo ayuda en su titánica labor se extingue, inexorable. La pluma tiembla en su mano, sus ojos casi no ven, su memoria se pierde en laberintos insondables y la conciencia le abandona. Al tiempo que la luz de la vela se acaba por completo y por el postigo se filtra la primera claridad del amanecer, la vida se le escapa. Deja caer la pluma, cuya tinta deja una mancha en la partitura y, ya sin vida, rueda por el suelo, dejando su sinfonía inconclusa.

Esto que acabo de narrar no está mal para un videoclip; es sin duda una secuencia llamativa, dramática y emotiva, y es la que los poetas románticos quisieran comunicarnos sobre la más apreciada de las obras de Schubert, su hermosa Sinfonía inconclusa. Y me consta por experiencia personal que algunos mal llamados "maestros de música" de las escuelas primarias utilizan una narrativa de ese estilo para impresionar a sus indefensos alumnos. ¿Lo harán por vocación poética o por ignorancia pura?

Sea cual fuere el caso, la verdad sobre la Octava sinfonía de Schubert es muy distinta, y parece estar bien documentada. En abril de 1823 el nombre de Schubert fue propuesto para una membresía honoraria en la Sociedad Estiria de Música, cuya sede era la ciudad austríaca de Graz. En los papeles presentados a favor de Schubert se decía, entre otras cosas:

Aunque es muy joven, ya ha probado con sus obras que algún día será un gran compositor.

Muy pronto, los administradores de la Sociedad eligieron a Schubert y el compositor, agradecido, les escribió lo siguiente:

Que mi recompensa por mi devoción al arte de la música sea el que algún día pueda ser digno de este gran honor. Con el objeto de poder expresar mi gratitud en términos musicales me tomaré la libertad, lo más pronto posible, de obsequiar a esa honorable Sociedad la partitura de una de mis sinfonías.

El resto, como dicen por ahí, es historia. Poco tiempo después de hacer su promesa, Schubert entregó dos movimientos de una sinfonía en si menor, aunque para hacerlo tuvo que ser presionado por su padre. La entrega se hizo a través de Josef Hüttenbrenner, cuyo hermano Anselm era por entonces el presidente de la Sociedad Estiria de Música. ¿Qué hizo Anselm Hüttenbrenner con la partitura de Schubert? Simplemente la guardó en un cajón y la olvidó. Y así la famosa Sinfonía inconclusa permaneció olvidada hasta 37 años después de la muerte de Schubert. Se dice que Anselm Hüttenbrenner, en secreto, hizo un arreglo para piano de la obra, para su propio uso. El caso es que hacia 1860 (Schubert había muerto en 1828) Josef Hüttenbrenner le mencionó la existencia de la obra a Johann Herbeck, director de los conciertos de la Sociedad de Amigos de la Música y gran promotor de la música de Anton Bruckner (1824-1896). El mismo Herbeck pareció olvidar la noticia de la partitura hasta que, cinco años después, decidió rescatarla. Para ello debió ofrecerle a Anselm Hüttenbrenner (quien a todas luces era un compositor bastante malo) tocar alguna de sus horrendas oberturas junto con la música de un tal Franz Paul Lachner, otro compositor menor. Una vez elegida su propia música, Hüttenbrenner entregó a Herbeck la partitura de la Octava sinfonía de Schubert. Finalmente, el 17 de diciembre de 1865 se realizó el estreno de la Sinfonía inconclusa en Viena, bajo la batuta de Johann Herbeck.

La primera página del manuscrito de Schubert lleva la fecha del 30 de octubre de 1822, y hasta nuestros días se discute el hecho de que la obra esté en realidad inconclusa. Desde el punto de vista del esquema tradicional de la sinfonía clásica, la obra en verdad es incompleta, al faltarle los movimientos tercero y cuarto. Sin embargo, desde el punto de vista estético, casi todos los analistas coinciden en que la Inconclusa es una de las obras musicales más acabadas y refinadas en la historia del género. Después de todo, alguna razón debió tener Schubert para dejar a un lado la sinfonía después de escribir solamente 9 compases del tercer movimiento, un scherzo que no fue más allá de sus primeros, tentativos pasos. Y es justo pensar también que Schubert no hubiera entregado una obra que él considerara inacabada, como agradecimiento por su aceptación en la Sociedad Estiria de Música. El hecho es que a través de estos dos movimientos alternativamente poderosos y contemplativos, dramáticos y líricos, Schubert realizó una de las afirmaciones musicales más sólidas y completas en la historia del género sinfónico.

Es interesante saber que algunos directores de orquesta han interpretado versiones “completas” de la Inconclusa de Schubert, añadiendo, por ejemplo, la obertura y algún número de la música incidental de Rosamunda, con las mejores intenciones y sin ningún afán de autenticidad. Sin embargo, el consenso es que esta hermosa e incompleta sinfonía de Schubert es más completa que muchas otras que tienen todos sus movimientos enteros.

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