Sueño de una noche de verano, Op. 21 / Op. 61
Obertura
Scherzo
Nocturno
Marcha nupcial
Vale la pena comenzar diciendo que, por lo general, las obras de los compositores que han gozado el beneficio de ser catalogados suelen ser designadas con un número que las identifica y que en el caso de la obra que hoy nos ocupa, la numeración es doble. La obertura que Mendelssohn escribió para la obra teatral de William Shakespeare lleva el número de Opus 21; el resto de las piezas de la música incidental están catalogadas colectivamente con el número 61, e individualmente son identificadas como 61.1, 61.2, etc. Ello se debe a que Mendelssohn compuso la obertura en el año de 1826, cuando era una criatura de 17 años, y esperó otros 17 años para componer el resto de la música incidental, cosa que hizo a petición expresa del rey Federico Guillermo IV de Prusia, en el año de 1843. Por aquello de que siempre ha sido especialmente difícil hablar y escribir de música sin recurrir a los adjetivos (vano intento de poner en palabras lo que la música expresa), este es un caso ideal para enfatizar uno de esos adjetivos: se puede definir la música de Mendelssohn para la obra de Shakespeare como la sublimación de lo etéreo. Y si esta cualidad fue perfectamente bien desarrollada en música por Mendelssohn, el compositor tiene mucho que agradecer a Shakespeare por haber hecho lo mismo en el terreno de la palabra con su Sueño de una noche de verano. La ligereza de la música de Mendelssohn está implícita en la obra de Shakespeare, y ello permite recordar algo que por lo general suele pasarse por alto. Si hoy se recuerda a Shakespeare como un gran dramaturgo, y vienen a la memoria sus grandes tragedias, como Romeo y Julieta, Hamlet, Macbeth, Otelo y El rey Lear, o sus poderosos dramas históricos Ricardo III, Enrique IV o Enrique VIII, no hay que olvidar que fue también un gran autor de comedias, muchas de las cuales son verdaderas obras maestras del género. Entre ellas sobresalen La tempestad, Las alegres comadres de Windsor, Mucho ruido y pocas nueces, El mercader de Venecia, La doma de la fiera y Sueño de una noche de verano.
En esta última obra Shakespeare logra una divertida y mágica fusión de tres mundos, representados por tres tipos de personajes distintos: aquellos que son la memoria del mundo grecolatino clásico, los duendes y las hadas, y la gente común del pueblo. Esta fusión da origen a una divertida comedia de amoríos y encantamientos, sueños y fantasías, que ha resistido como pocas obras teatrales el paso del tiempo, y que hasta nuestros días se presta con elegancia a muy diversas formas de representación; al respecto, recuérdese la muy atractiva versión del Sueño de una noche de verano puesta en escena hace algunos años en México bajo la dirección de Salvador Garcini.
Mucho se ha dicho y escrito sobre la admirable música escrita por Mendelssohn para acompañar la comedia de Shakespeare, y uno de los textos más interesantes al respecto fue escrito por Franz Liszt. Es interesante observar la apreciación de Liszt sobre las cualidades ligeras y volátiles de la partitura de Mendelssohn, considerando que si algo no tenía la música de Liszt era precisamente ligereza y volatilidad. En 1854 Liszt escribió un ensayo sobre Sueño de una noche de verano de Mendelssohn, en estos términos:
El talento de Mendelssohn se adaptó por entero a la atmósfera feliz, truhanesca, hechizada y hechicera en la que se mueve esta ingeniosa obra de Shakespeare. Tenía una capacidad enorme para describir a estos duendes, para interpolar en sus flirteos y gorjeos el rebuzno de un asno, sin irritarnos. Ningún músico estuvo mejor equipado para traducir a música el delicado y en ocasiones excesivo sentimentalismo de los amantes como lo hizo Mendelssohn en el tercer entreacto, en una especie de canción sin palabras bellamente orquestada. Nadie como Mendelssohn para pintar musicalmente ese arcoiris, ese brillo de madreperla de los duendes; nadie como él para capturar los brillantes acentos de una regia ceremonia nupcial.
Es muy adecuado el hecho de que en este texto Liszt se refiera específicamente a la atmósfera de la ceremonia nupcial, ya que según los historiadores del teatro, Shakespeare escribió Sueño de una noche de verano a manera de una refinada mascarada en el clásico estilo inglés, para acompañar la celebración de la boda de un noble británico, allá por el año de 1600.
La música incidental que Mendelssohn escribió para la comedia de Shakespeare fue concebida para soprano, mezzosoprano, coro y orquesta, y los textos se deben a una espléndida traducción al alemán realizada por August Wilhelm Schleger a partir del original de Shakespeare en inglés. La obertura fue estrenada en concierto por Carl Loewe en 1827, al año siguiente de su creación, y la música incidental completa se estrenó en octubre de 1843 en el Hoftheater de Potsdam, acompañando a una puesta en escena de la comedia de Shakespeare. Es indudable que Mendelssohn logró en esta partitura una de sus mejores obras, y es más admirable aún si se considera el hecho de que el compositor solía decir que las palabras le parecían demasiado vagas para expresar sentimientos que la música podía comunicar a la perfección. He aquí que, a pesar de esta idea, Mendelssohn logró combinar perfectamente ambos mundos y crear una hermosa obra musical a partir de otra gran obra, hecha de palabras. No es casualidad tampoco que Mendelssohn haya escrito varias series de piezas para piano a las que tituló Canciones sin palabras.