BERISTÁIN, JOAQUÍN - Obertura La primavera

JOAQUÍN BERISTÁIN (1817-1839)

Obertura La primavera

Cuando se trata de hallar información difícil sobre música mexicana, siempre resulta productivo acudir a la penumbrosa biblioteca del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Musical (CENIDIM) del Instituto Nacional de Bellas Artes, un centro que hoy lleva orgullosamente el nombre de Carlos Chávez (1899-1978). Ahí, en más de una ocasión, la memoria y la buena disposición del compositor y musicólogo Aurelio Tello (1951) me han permitido hallar lo necesario para construir un texto coherente sobre alguna obra musical mexicana. El lejano verano de 1987 no fue la excepción, y gracias a la vocación de Aurelio Tello para empolvarse las manos buscando añosos folios y textos, en los anaqueles del CENIDIM, encontré el libro titulado Música y músicos de Latinoamérica, de Otto Mayer-Serra, publicado en México en el año de 1947. Escrupulosamente organizado en orden alfabético, el libro en cuestión contiene prolija información sobre numerosos compositores e intérpretes mexicanos que no están siquiera mencionados en otros textos de música, más ambiciosos y más recientes. Del texto de Mayer-Serra sobre Joaquín Beristáin emerge el retrato, curioso y llamativo, del compositor cuya obertura La primavera nos ocupa.

Nacido en la Ciudad de México en 1817, Beristáin inició sus estudios musicales a muy temprana edad y, según sus contemporáneos, mostró un talento precoz y una dedicación poco común. Estudió el piano y el violoncello, instrumentos en los que destacó desde muy joven, y estudió también teoría musical y composición. En 1834 formó parte de la sección de violoncellos de la Orquesta de la Colegiata de Guadalupe y fue nombrado Maestro Director de la Ópera. Comenta Mayer-Serra que la labor musical de Beristáin en el campo de la ópera fue especialmente apreciada por los músicos y cantantes italianos que por aquellos tiempos hacían frecuentes giras a México. En 1838, Beristáin fundó una academia de música, dando curso así a su vocación por la enseñanza. Casi toda su producción musical fue realizada entre 1837 y 1839, año en que murió a los 22 de edad. Además de la obertura La primavera y una Misa, el texto de Mayer-Serra menciona una composición de Beristáin cuyo título suena muy misterioso, pero que tiene una interesante explicación histórica y anecdótica. La obra en cuestión se titula Versos de orquesta de octavo tono obligados a pistón, y en su mención a los versos y al octavo tono, Beristáin parece referirse a la música de órgano del siglo XVI. En cuanto al pistón, el compositor se refiere a la trompeta, que apenas hacia 1815 había adquirido el primer mecanismo semejante a los pistones que hoy la caracterizan. Mayer-Serra informa que esta curiosa obra fue escrita para el trompetista Manuel Salot, y que su composición se debió al hecho de que un violinista de nombre José María Chávez había importado de Europa la que quizá fue la primera trompeta de pistones que se sopló por estos rumbos.

Si bien Beristáin y su música son prácticamente desconocidos en nuestro medio, hay un dato que bien pudiera servir como una pista sólida para un posible acercamiento a su lenguaje y estilo: la nota biográfica que he citado afirma que en su tiempo Beristáin fue conocido como “el Bellini mexicano. Así, una breve exploración de un par de textos básicos sobre Bellini puede aportar las características fundamentales que, al parecer, fueron compartidas por Beristáin: música gentil, suave, sin complicaciones, exquisitamente lírica, armonía no siempre convencional, melodías sensuales, pureza mozartiana, orquestación eficaz, estilo vocal puro y elegíaco, gracia, elegancia y luminosidad. Si, como informa Otto Mayer-Serra, la música de Beristáin comparte todas esas cualidades, debió ser sin duda un músico de gran talento y capacidad. Al parecer, la obertura La primavera de Joaquín Beristáin fue una de las primeras obras de música descriptiva escritas en México, y ciertamente sigue una tendencia muy generalizada en la música de concierto: la de describir las estaciones del año a través de imágenes sonoras. En efecto, desde La primavera del ciclo Las cuatro estaciones de Antonio Vivaldi (1678-1741) y hasta La consagración de la primavera de Igor Stravinski (1882-1971), los catálogos musicales están llenos de obras dedicadas a ésta, la estación más celebrada y glosada del año. A lo largo de los siglos, la primavera ha sido descrita musicalmente, de maneras muy distintas, por compositores notables como Beethoven, Brahms, Britten, Copland, Debussy, Grieg, Liszt, Schubert, Schumann, Sibelius, Chaikovski, Piazzolla, Haydn, y también por compositores de menor talla como Fischer, Delius, Ireland, Moeran, Warlock, Riisager, Quilter, Alnaes, Ettinger y muchos, muchos otros.

Para concluir con el asunto de la obertura La primavera de Joaquín Beristáin, vale decir que fue transcrita para piano por el compositor mexicano Julio Ituarte (1845-1905), y que es una pieza de presencia más o menos regular en el repertorio de algunas bandas. Y para concluir con la escueta biografía del compositor, hay que acudir de nuevo a Otto Mayer-Serra, quien informa que a pesar de haber muerto tan joven, Beristáin tuvo un hijo, de nombre Lauro, quien también se dedicó a la música.

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