Moncayo, José Pablo - Cumbres

José Pablo Moncayo (1912-1958)

Cumbres

¡Pobre Moncayo! El hecho de que su sabroso Huapango sea la obra más conocida, difundida y popular de todo el repertorio mexicano de música de concierto no ha impedido que el resto de su obra permanezca prácticamente desconocido, sobre todo para aquellos que usan y abusan del Huapango para los más vergonzantes fines del patrioterismo, la chabacanería y la publicidad. ¿Qué sería de los muy ignorantes perpetradores de los cortos cinematográficos de perfil mexicanista sin el Huapango al que han destrozado en tantas ocasiones? ¿Qué sería de los muy limitados productores de la televisión mexicana, que han usado el Huapango hasta el cansancio para dar un pobre barniz de legitimidad a sus patéticos “espacios culturales”? Los personajes y situaciones aquí mencionados son apenas algunos ejemplos de nuestra triste tendencia a apreciar superficialmente a nuestros compositores (casi siempre por las razones equivocadas) y a olvidar rápidamente sus méritos reales. Todo esto sirve para decir, de manera harto indirecta, lo obvio: que José Pablo Moncayo es mucho más que el Huapango.

¿Cuántos de nuestros pianistas conocen e interpretan sus Muros verdes en sus recitales? ¿Cuántos directores mexicanos se atreven a proponer con frecuencia su Sinfonietta en sus conciertos? ¿En cuántos recitales de música de cámara de los últimos años se ha tocado Amatzinac? Las respuestas a estas y otras posibles preguntas llevarían a la conclusión de que, visto desde fuera y sin conocimiento previo, el catálogo musical de Moncayo parecería contener una sola obra. Y sin demeritar en absoluto al luminoso Huapango, justo es decir que la interpretación de otras obras suyas, especialmente las sinfónicas, es el medio ideal, de hecho el único, para calibrar los verdaderos alcances de Moncayo como compositor y darle el lugar que le corresponde en la historia de nuestra música. Dicho lo cual, es tiempo de entrar en materia y seguirle la pista a Cumbres, interesante partitura orquestal del músico tapatío.

Fuera de las muy esporádicas apariciones de Cumbres en nuestros programas sinfónicos, hay pocas oportunidades de entrar en contacto con esta obra; una de ellas es una vieja grabación realizada en circunstancias muy especiales. Tales circunstancias tienen que ver con el hecho de que no son muy numerosas en el mundo las orquestas que se dedican con ahínco a la difusión de la música contemporánea, y entre las pocas que se pueden mencionar, la Orquesta de Louisville ocupa sin duda un lugar muy especial. En sus mejores años, y teniendo como directores a Robert Whitney y Jorge Mester, la Orquesta de Louisville grabó una muy interesante serie de discos LP con música del siglo XX, abordando por regla general obras recientes de compositores vivos y activos. Parte importante de ese proyecto fue grabar obras encargadas especialmente por la orquesta. Y si bien el repertorio elegido enfatizaba el trabajo de compositores de los Estados Unidos y América Latina, también estuvieron presentes en esas grabaciones las obras de importantes compositores europeos del siglo XX. Uno de esos discos contiene la primera (y por mucho tiempo la única) grabación de Cumbres. Del brevísimo texto que acompaña a esta grabación (en la que la Orquesta de Louisville es dirigida por Robert Whitney) es posible obtener alguna información básica sobre esta obra de Moncayo. Cumbres está diseñada en tres partes. La primera, Vivace, consta de dos temas, uno que enfatiza el ritmo y otro más apegado al desarrollo melódico. La segunda parte de la obra, Lento, también se basa en dos temas. Y la tercera, de dinámica viva, es una especie de recapitulación de los dos primeros temas. Después de leer estos breves datos, se hace indispensable la audición de la obra en los viejos y ruidosos surcos del disco LP que la contiene. Es posible descubrir entonces un inicio enérgico y extrovertido, rítmicamente sabroso, con una interesante participación de los metales que suenan cercanos al mariachi. Después, una sección lírica y contemplativa con preeminencia de la sección de cuerdas; en su interior, breves interjecciones basadas en las figuras rítmicas de la primera sección. De vuelta a la expresión extrovertida y vivaz, Cumbres presenta breves solos a cargo del violín, el oboe y el corno inglés. La coda de la obra enfatiza las ideas rítmicas del principio, con el apoyo especial del arpa, la flauta y la trompeta con sordina, que llevan a Cumbres a una conclusión compacta y enfática. La obra fue estrenada el 12 de junio de 1954, y en esta grabación de la Orquesta de Louisville, Cumbres va acompañada de un repertorio ciertamente ecléctico: además de la obra de Moncayo, el disco contiene las Variaciones para orquesta de Luigi Dallapiccola (1904-1975), la Serenata para orquesta de Ulysses Kay (1917-1995) y la Obertura mediterránea de Darius Milhaud (1892-1974). Muchos años después (en 2012, con motivo del centenario natal de Moncayo) se realizó una grabación de Cumbres en disco compacto, a cargo de la Orquesta Sinfónica José Pablo Moncayo dirigida por Enrique Bátiz, junto con numerosas otras obras del compositor jalisciense. Además, esta edición especial contiene un CD con grabaciones históricas digitalizadas, una de las cuales es, precisamente, aquella añeja grabación de Cumbres con Robert Whitney al frente de la Orquesta de Louisville. Sin duda, una adición indispensable a la discografía personal de cualquier melómano mexicano que se respete; la audición comparativa de ambas versiones es sin duda un ejercicio muy interesante e ilustrativo.

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