Concierto para piano y orquesta No. 21 en do mayor, K. 467
Allegro maestoso
Andante
Allegro vivace assai
Allá por el fin de la década de los 1960s hizo su furtiva aparición en el circuito mexicano de cine clubes una curiosa película sueca que adquirió una efímera notoriedad por razones que bien poco tenían que ver con el cine. La película en cuestión fue filmada en el año de 1967 bajo la dirección de Bo Widerberg y llevó por título Elvira Madigan. El argumento de la cinta narra la historia de una artista de circo (equilibrista, para más señas) que se enamora y se fuga con un noble teniente del ejército. Al final de la desgarradora huida y de la persecución por parte de una sociedad que censura sus amoríos, la improbable historia de amor termina en tragedia. La película fue protagonizada por Pia Degermark y Thommy Berggren, quienes hacían una pareja visualmente muy atractiva, y tuvo un rápido éxito, que fue de corta duración; quienes saben de cuestiones cinematográficas afirman que ese éxito momentáneo se debió no sólo a la identificación del público con el tema de la huida de los amantes, al atractivo de la pareja protagónica y a la fotografía preciosista, sino fundamentalmente al hecho de que el tema musical empleado por Bo Widerberg para acompañar el trágico amor de la equilibrista y el militar fue el movimiento central, Andante, del Concierto para piano No. 21 de Mozart. A raíz de la exhibición de la cinta, ese hermoso fragmento del catálogo mozartiano adquirió una enorme popularidad, aunque la película y su director fueron prontamente olvidados. Justo es decir, por cierto, que este Andante merece toda la fama, el éxito y la popularidad que pueda adjudicársele, independientemente de la película sueca, por el simple hecho de que se trata de una de las páginas más bellas de toda la obra musical de Mozart.
Este concierto fue terminado por Mozart entre febrero y marzo de 1785, año muy activo en la vida del compositor. Al inicio de enero, Mozart ascendió al segundo grado de la jerarquía masónica en la logia a la que se había afiliado apenas en diciembre de 1784. En los dos meses siguientes Mozart completó el Concierto para piano No. 20, quizá el más famoso de toda la serie, y el Concierto No. 21. En ese mismo año de 1785 el compositor comenzó a escribir algunas de las piezas musicales asociadas con la masonería, y en septiembre se publicaron los seis famosos cuartetos de cuerda que Mozart dedicó a Joseph Haydn (1732-1809). Poco antes, la Sociedad de Músicos de Viena había rechazado, por segunda vez, la solicitud de ingreso de Mozart, y lo cierto es que el compositor nunca logró ser aceptado en esta institución. Hacia octubre, Mozart inició la composición de una de sus mejores óperas, Las bodas de Fígaro, que fue estrenada al año siguiente.
El Concierto para piano No. 21 está entre los conciertos de Mozart que algunos musicólogos han calificado como conciertos militares, debido al carácter marcial de algunas de sus partes, especialmente los movimientos de apertura. En el caso del concierto que nos ocupa, es el inicio del primer movimiento el que pudiera dar a la obra ese carácter militar que mencionan los estudiosos. Por otra parte, la obra tiene como característica fundamental el hecho de que presenta una abundancia notable de temas, que hablan de un período creativo particularmente inspirado en la vida de Mozart. El segundo movimiento del concierto, lanzado a la fama en la mencionada película Elvira Madigan ha sido comparado por algunos con un aria perfectamente construida, y la verdad es que al escucharlo, uno no puede menos que imaginar una voz cantando las melodías que Mozart encomendó al piano solista. En 1985, en una entrevista que tuve con el gran director de orquesta Eduardo Mata (1942-1995), hablamos de este movimiento del Concierto No. 21 de Mozart, y Mata me comentó lo siguiente:
Este movimiento nos ofrece una melodía muy larga, particularmente feliz, con ternura y naturalidad en su contorno. Pocos compases después, la momentánea transformación al modo menor, con el pedal de la dominante, nos lleva a zonas de nostalgia y duda, que se resuelven posteriormente en la resignación de la vuelta a la tonalidad de fa mayor. En suma, lo que tiene el movimiento es una gama amplísima de estados de ánimo, y el supremo buen gusto melódico y armónico de Mozart.
Después de este hermoso Andante, el Concierto No. 21 de Mozart concluye con un Allegro vivace assai construido en forma similar a un rondó, y en el que Mozart parece abandonar por entero la música marcial del primer movimiento para entregarse a uno de esos estados de ánimo extrovertidos y juguetones tan típicos de sus movimientos finales.
Por cierto, a raíz del éxito fílmico del segundo movimiento del concierto, algunos discos que contienen esta obra llevan impresa la frase Concierto Elvira Madigan. Evidentemente, este título nada tiene que ver con Mozart, y es prudente recordar que de sus 27 conciertos para piano sólo uno, el número 26, lleva un título oficial: es el concierto Coronación. Llamarle Elvira Madigan al Concierto No 21 sólo porque su segundo movimiento se utilizó en la película de ese título es como decir que la Quinta sinfonía de Mahler es la Sinfonía Muerte en Venecia, o que el vals El Danubio azul de Strauss es en realidad el Vals 2001. Es mejor dejar a las obras sus títulos originales. Seguramente, es lo que Mozart y otros compositores hubieran querido.
Posdata: En 1996, años después de ver Elvira Madigan por primera vez, la volví a ver, por televisión, y descubrí que además del evocativo Andante de Mozart la cinta contiene música de Antonio Vivaldi (1678-1741) en su pista sonora, cosa de la que pocos cinéfilos/melómanos se acuerdan.