Sinfonía No. 4 en re menor, Op. 120
Andante-Allegro
Romanza
Scherzo
Finale: Largo-Allegro
Cuando uno se da a la tarea de escribir sobre música, no puede menos que pensar en la deuda contraída automáticamente con todos aquellos que, en tiempos pasados, lo han hecho por un motivo u otro. Salvo raras excepciones, todo lo que sobre música escribimos nace de lo escrito por las plumas de otros, en un lenguaje u otro, en notas o en palabras: compositores, instrumentistas, directores de orquesta, críticos musicales, ensayistas, musicólogos, educadores, historiadores, melómanos ilustrados, y tantos otros que con sus letras nos han abierto las puertas del mundo de la música. Sin embargo, al aceptar esa deuda, a veces olvidamos dar las gracias a un grupo de personas que, sin duda, han contribuido enormemente a nuestro conocimiento de la música de todos los tiempos: me refiero a todos aquellos que en una época u otra se han dado a la tarea de escribir un diario. Ese extraño impulso de terminar cada jornada consignando al papel lo más interesante del día es sin duda una de las más ricas e interesantes fuentes de información en torno a cualquier actividad humana, y la música no es la excepción. En este caso particular, el agradecimiento va para la pianista y compositora Clara Wieck, quien en 1840 se convirtió en Clara Schumann (1819-1896) al casarse con el compositor alemán Robert Schumann. A los diarios de Clara debemos muchísima información sobre Schumann y su música, y sobre el ambiente musical alemán del siglo XIX. Así pues, iniciemos la consulta del diario de Clara Schumann, en particular la entrada que corresponde al día 31 de mayo de 1841. Dice así:
Robert inició ayer otra sinfonía, que será en un movimiento pero tendrá un adagio y un final. No he oído nada de la obra pero oigo el constante ajetreo de Robert y escucho constantemente el re menor en la distancia, por lo que sé que otra obra está tomando forma en el fondo de su alma.
Lo más interesante de este párrafo es, sin duda, la asociación directa que Clara Schumann hace entre la tonalidad de re menor y las profundidades del alma del compositor. Es especialmente significativo en este contexto el hecho de que el propio Schumann escribió un artículo en el que intentaba resolver (sin éxito) el curioso problema de la caracterización de las tonalidades. Afirmaba Schumann, con razón, que era igualmente inadmisible suponer que un sentimiento determinado sólo podía ser expresado musicalmente a través de una tonalidad específica, o sostener que cualquier sentimiento podía ser expresado en cualquier tonalidad. Aparentemente, nadie ha podido resolver esta cuestión, ni desde el punto de vista de la percepción subjetiva, ni desde el punto de vista de la acústica. El caso es que la Cuarta sinfonía de Schumann, que según su mujer emergía desde el fondo de su alma, estuvo terminada en septiembre de 1841, y el compositor ofreció el manuscrito a su esposa el día en que bautizaron a su primer hijo. Suele considerarse a esta sinfonía como lo mejor de la producción de Schumann, y esta opinión fue establecida por sus contemporáneos. Treinta años después de la muerte de Schumann, el compositor Johannes Brahms (1833-1897) escribió lo siguiente sobre la Cuarta sinfonía:
La instrumentación original siempre me ha encantado. Es un verdadero placer ver algo tan espontáneo y brillante expresado con tanta gracia y facilidad. Me recuerda a la Sinfonía en sol menor (la número 40) de Mozart, sin compararla en otros aspectos. Todo es tan natural que es imposible imaginarlo de modo diferente. No hay colores duros, no hay efectos forzados. Por otra parte, hay que reconocer que el disfrute de la versión revisada tiene también sus ventajas.
A lo que Brahms se refería respecto a lo original y lo revisado puede explicarse fácilmente. De hecho, esta sinfonía es la segunda escrita por Schumann, aunque hoy la conocemos como la cuarta de su catálogo. Sucedió que el compositor, insatisfecho con la obra después de su estreno, la retiró y la guardó hasta 1851, año en que la revisó, realizando modificaciones sustanciales en el manuscrito original. Para entonces, Schumann ya había escrito y publicado otras dos sinfonías. La versión revisada de la sinfonía en re menor fue estrenada en 1853 y publicada ese mismo año, y si bien consta de cuatro movimientos, siempre fue la intención de Schumann que se tocaran en forma continua, sin interrupciones. La sinfonía fue dedicada por Schumann al gran violinista Joseph Joachim con estas palabras:
Cuando las primeras notas de esta sinfonía fueron despertadas, Joseph Joachim era aún un pequeñuelo; desde entonces, la sinfonía y el pequeñuelo han crecido, por lo que la dedico a él, aunque solamente en privado.
Para finalizar con una última referencia a la percepción de la tonalidad de esta sinfonía: en un curioso texto en el que se intenta analizar el carácter de cada tonalidad musical, nos enteramos de que re menor es considerada como una tonalidad contemplativa y apasionada, casi religiosa, de carácter devocional y tranquilo, y al mismo tiempo noble. ¿Serán estas, en verdad, las cualidades de la Cuarta sinfonía de Schumann?