Syrse, Diana - _Ciudad de México_

Diana Syrse Valdés (1984)

Ciudad de México

La historia de la música es abundante en ejemplos de compositores (y en este caso, compositora) que en algún momento de su carrera han decidido escribir música para homenajear (o describir, o promover, o recordar) una ciudad, bien sea su ciudad natal, su ciudad adoptiva o alguna ciudad que ejerció una influencia importante en su vida intelectual, profesional o emocional. La lista de obras es ciertamente extensa, e incluye tanto partituras tituladas específicamente con el nombre de la ciudad en cuestión (Souvenir de Florence, de Piotr Ilyich Chaikovski, 1840-1893) como piezas en las que la ciudad no está identificada plenamente, pero cuyo ambiente urbano es inconfundible (Quiet City, de Aaron Copland, 1900-1990).

Y ahora, hablando de ciudades, un dato fundamental: Diana Syrse, compositora y cantante mexicana, es originaria de la Ciudad de México, en la que ha vivido 24 años de su vida, y creció en Iztapalapa. Por otra parte, la lista de ciudades del mundo en las que ha vivido a consecuencia de sus asuntos profesionales y personales es vasta y variada: Bloomington (Indiana), Los Ángeles, Banff (Canadá), Berlín, Hamburgo, Madrid, Frankfurt, Munich, Montpellier, París y Venecia. Sí, un itinerario muy envidiable, en el que faltan muchas otras ciudades que Diana Syrse ha conocido de paso. En este contexto, es perfectamente comprensible que haya decidido crear una obra dedicada a su ciudad natal, como han hecho tantísimos otros creadores, musicales y de otras expresiones artísticas. ¿Cómo percibe la compositora a la caótica, intensa, agobiante y cosmopolita capital mexicana, y cómo ha traducido esa percepción en música sinfónica? Lo dice ella misma, con estas palabras:

Ciudad de México está inspirada en la ciudad, sus sonidos, su ritmo de vida, su mezcla constante de historias entrelazadas, sus lugares, sus sabores y sus raíces mixtas. La obra comienza describiendo un monstruo gigante de cemento y de metal. Me la imagino como un gigante despertando por la mañana y caminando con piernas de edificios y un Metro, gente, autobuses y coches como venas, sus ojos, miles de ventanas como aquellas que se encuentran en los cerros de Iztapalapa. Se escucha un ritmo constante que comienza a acelerar. En la segunda parte desarrollo ideas que vienen de barrios, colonias o avenidas en particular. Me imagino en un automóvil que va por Tlalpan, escribo cómo sonaría la voz de la avenida si hablara y escucho sonido ruidoso, una combinación entre máquinas, motores, viento, voces, miles de pasos y plástico pegando con concreto. En la CDMX se siente una energía de vivir impresionante, que lleva cada ser humano que transita por su piel de cemento y suelo seco. Escribo pensando en Coyoacán y su alameda, Churubusco y sus calles, Tepito y su mercado, Reforma y sus monumentos, el parque Xicoténcatl y en cada recuerdo que tengo en algunos lugares de esta ciudad. Una ciudad vista desde una visceralidad de sentimiento que da al público una música vibrante, de raíces indígenas, moderna, surreal, cosmopolita y colorida. Esta obra está dedicada e inspirada en el trabajo musical de mi padre Fernando Valdés y está escrita especialmente para la Orquesta Sinfónica de Minería dirigida por Carlos Miguel Prieto.

La lectura de este texto invita a asociar estas palabras (y sí, también la música a que se refieren) a una de las principales líneas de conducta del trabajo compositivo de Diana Syrse, que es la observación y crónica (en sonidos) de ciertos aspectos de la vida cotidiana, en este caso los de una urbe indescifrable como es la Ciudad de México. En esta, como en otras obras suyas, se percibe que el pensamiento musical de la compositora está influenciado por ideas extra-musicales, y que tiene importantes raíces dramáticas, teatrales y pictóricas; el suyo es un lenguaje que habla de raíces y orígenes, así como de búsqueda de identidad, y uno de sus elementos importantes es el diálogo que establece entre su propia cultura y las culturas que ha experimentado a lo largo de su carrera.

La lectura de las palabras de Diana Syrse arriba citadas invita automáticamente a preguntar si para tan prolija descripción musical de la gran ciudad ha utilizado recursos instrumentales especiales. Su respuesta llega veloz por vía electrónica:

Me gusta pensar que la orquesta puede tener un sonido que vaya más allá del sonido convencional de los instrumentos de una sinfónica para que la música se escuche en ocasiones como ruido y/o con otros colores interesantes que sean difíciles de identificar como es lo que pasa con algunos de los sonidos de la ciudad. Por esta razón tengo entre los instrumentos un metalófono, papel celofán, rines de coche, botes de metal, mangueras de plástico y algunas técnicas extendidas en los instrumentos. También utilizo instrumentos autóctonos como símbolo de la importancia de las raíces indígenas en la historia de la ciudad que son las ocarinas, los silbatos de la muerte y los ayoyotes. Para mí, estos últimos instrumentos son parte del alma de la CDMX.

Breve nota, para que nos entendamos: en términos musicales, los ayoyotes son lo mismo que los tenábaris o huesos de fraile.

Surgida de un encargo de la Orquesta Sinfónica de Minería, Ciudad de México, de Diana Syrse, compuesta entre la ciudad del título y París, tuvo su estreno absoluto el 22 de julio de 2023, con esa misma orquesta, conducida por su director artístico, Carlos Miguel Prieto. Claro, esta primera audición de la obra ocurrió en la Ciudad de México. Al momento de este estreno, la vida viajera de la compositora y cantante la ha llevado a establecerse en la capital francesa. Dos años más tarde, la compositora sigue instalada en París. Después del estreno, Ciudad de México ha sido interpretada por la Orquesta Escuela Carlos Chávez, y en octubre de 2025, la obra es programada por la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México.

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