Mozart, Wolfgang Amadeus - Sinfonía no. 29 en la mayor, K 201

Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791)

Sinfonía no. 29 en la mayor, K 201

Allegro moderato
Andante
Menuetto: Allegretto - Trio
Allegro con spirito

En el mes de octubre de 1772, Wolfgang Amadeus Mozart y su padre emprendieron el que habría de ser su tercer viaje a Italia, cuya escala principal fue la ciudad de Milán. Los Mozart volvieron a Salzburgo el 13 de marzo de 1773, y entre julio y septiembre de ese año hicieron juntos un viaje a Viena, en donde fueron recibidos en una audiencia por la emperatriz. De regreso en Salzburgo, Mozart tuvo un productivo período de actividad creativa que duró de manera casi ininterrumpida hasta diciembre de 1774, cuando los Mozart iniciaron un nuevo viaje, esta vez a Munich. Entre las obras escritas por Mozart en este período se encuentra la Sinfonía No. 29, en cuyo manuscrito autógrafo aparece la fecha del 6 de abril de 1774, aunque al parecer esta fecha fue alterada.
En diversos estudios sobre las sinfonías de Mozart (en particular, en el realizado por Neal Zaslaw) se han resaltado las coincidencias que existen entre la Sinfonía No. 25 y la Sinfonía No. 29 de Mozart, a pesar de que su planteamiento armónico y tonal básico es aparentemente muy distinto. Ahora bien, como una muestra significativa de las discrepancias que suele haber entre los estudiosos de la música, vale la pena mencionar que en su libro titulado Mozart y Viena, el musicólogo H. C. Robbins Landon expresa una opinión radicalmente opuesta a la de Zaslaw. En efecto, Robbins Landon afirma que la Sinfonía No. 25 es totalmente distinta a las dos sinfonías de Mozart contemporáneas de ésta, las Sinfonías 28 y 29. ¿Quién tiene, entonces, la razón? En lo que sí coinciden prácticamente todos los analistas de la obra de Mozart es en el hecho de que la Sinfonía No. 29 representa un hito importante en el tránsito de Mozart hacia la maestría sinfónica. Hans Keller es particularmente claro al respecto:

Aunque sólo unos meses separan a la Sinfonía No. 28 de la tercera y última sinfonía de Mozart en la tonalidad de la mayor, la Sinfonía No. 29, esta última llega a un grado de profundidad insospechado y sin precedentes. De hecho, la música es más magistral mientras más profunda; el talento y el genio se han encontrado mutuamente. Es como si el cumpleaños 18 de Mozart (el 27 de enero de 1774) lo hubiera empujado más allá de su etapa natural de desarrollo, lo cual desde el punto de vista psicológico no es una proposición del todo absurda. Al mismo tiempo, Einstein es un poco aventurado al afirmar que la Sinfonía No. 29 ‘pertenece a las mejores creaciones de Mozart’. Estas, en contraposición con las mejores creaciones de la mayoría de los grandes compositores, no muestran un solo punto débil. De nuevo, el compositor hubiera sonreído si hubiera escuchado a Saint-Foix designar a su Sinfonía No. 29 como ‘una de las más características obras maestras instrumentales de Mozart’. Ciertamente es una obra altamente característica, y también magistral, pero una obra maestra es magistral de principio a fin. Uno debe conservar cierto significado para estos términos evaluativos. De otro modo, ¿cómo distinguir entre esta sinfonía y los últimos cuatro gigantes del catálogo sinfónico de Mozart?

En el ensayo arriba mencionado, Neal Zaslaw comenta un dato interesante sobre la Sinfonía No. 29 de Mozart: tres de sus cuatro movimientos siguen el patrón estructural de la forma sonata, que es manejada con singular maestría por el compositor. La Sinfonía No. 29 presenta dos movimientos externos de carácter agitado y serio, atemperado en cierta medida por la brillante tonalidad de la mayor. Además, el inicio del último movimiento está basado en una sutil e interesante transformación de los materiales con los que Mozart da inicio al primer movimiento. En el Allegro con spirito final Mozart utiliza con frecuencia notas repetidas en los cornos, agrupadas en patrones rítmicos que remiten al oyente a los toques de cacería típicos de la época. Frente a estos dos movimientos, el Andante se aprecia como una pieza muy contrastada, en la que más que un espíritu anhelante se percibe cierta serenidad equilibrada. El Menuetto, a su vez, es presentado por Mozart en una vena auténticamente sinfónica, en contraste con otros minuetos suyos cuya cualidad principal es el espíritu dancístico. Sobre este detalle en particular, Neal Zaslaw afirma que este Menuetto parece estar más animado por el espíritu de Marte que por el de Terpsícore. Para su Sinfonía No. 29, Mozart planteó una orquestación discreta con dos oboes, dos cornos y cuerdas.

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