Bartók, Bela - Concierto para viola y orquesta, Sz. 120

Béla Bartók (1881-1945)

Concierto para viola y orquesta, Sz. 120

Moderato
Adagio religioso
Allegro vivace

Si ponemos a trabajar por un momento la memoria musical, recordaremos que a lo largo del tiempo se han dado muchos casos en que los compositores han dejado, a su muerte, obras inconclusas que otros compositores y musicólogos se han encargado de rescatar, completar y poner a disposición de los intérpretes y el público. En este orden de ideas, destacan los músicos rusos que se encargaron de completar y orquestar varias obras muy incompletas que el desordenado Modesto Mussorgski (1839-1881) dejó al morir. Otro caso, muy reciente, es el de un músico inglés llamado Barry Cooper, quien completó unos bosquejos de un manuscrito y confeccionó algo que dio a conocer como la Décima sinfonía de Ludwig van Beethoven (1770-1827). También está el conocido caso de Deryck Cooke, musicólogo inglés que completó, con bastante fortuna, la Décima sinfonía de Gustav Mahler (1860-1911). Y no olvidar a William Carragan, gracias a quien hoy es posible escuchar completa, con cuatro movimientos, la majestuosa Novena sinfonía de Anton Bruckner (18224-1896). A su vez, Friedrich Cerha completó la ópera Lulú de Alban Berg (1885-1935), como años antes Franco Alfano había terminado la Turandot de Giacomo Puccini (1858-1924). Menos conocido es el caso del Concierto para viola de Béla Bartók, cuya historia es ya un clásico en los anales de la musicología del siglo XX.

El concierto le fue encargado a Bartók por William Primrose (1904-1982), quizá el violista más notable de su generación, y el compositor inició el trabajo en la primavera de 1945, año que habría de ser el último de su vida. Cuando Bartók comenzó a cumplir con el encargo de Primrose su salud ya era frágil, y empeoraba constantemente. En el transcurso de 1945, Bartók escribió una carta a Primrose en la que le comunicaba que el Concierto para viola avanzaba satisfactoriamente, y que de hecho ya estaba terminado en bosquejo, de modo que sólo faltaba la orquestación. En la misma carta, Bartók habla de su intención de orquestar la obra de una manera ligera y transparente y de explotar primordialmente el registro grave de la viola. Además, el compositor húngaro le comunicaba al violista inglés que en su concierto habría algunos pasajes relativamente incómodos para la viola, y algunos otros francamente imposibles de tocar. Sin embargo, Bartók no pudo llevar a cabo su plan para el concierto; murió en Nueva York el 26 de septiembre de 1945, víctima de la leucemia. Bartók había emigrado a los Estados Unidos en 1940 y había encontrado muchas dificultades para su trabajo como compositor y pianista; sus obras se tocaban con escasa frecuencia y sus servicios como intérprete eran menos requeridos aún. Así, es fácil imaginar el ámbito de frustración y desesperanza en el que Bartók creó sus dos últimas obras, el Tercer concierto para piano y el inconcluso Concierto para viola.

A la muerte de Bartók, su amigo y alumno, el violista y compositor Tibor Serly (1901-1978) encontró 15 páginas manuscritas, desordenadas y casi indescifrables, que contenían el germen del Concierto para viola. Este manuscrito estaba lleno de notas, correcciones, modificaciones e, incluso, anotaciones marginales de temas concebidos por Bartók para otras obras. A partir de este confuso material, y con la anuencia de los herederos del compositor, Tibor Serly tardó dos años de paciente labor para terminar, finalmente, de poner en claro las intenciones originales de Bartók respecto a su póstumo Concierto para viola y orquesta. Cabe aclarar que Serly hizo lo mismo con el Tercer concierto para piano de Bartók, a cuya partitura original le faltaban 17 compases cuando el compositor murió. El Concierto para viola de Bartók tiene una estructura tradicional en tres movimientos. El primero de ellos es una forma sonata de corte bastante tradicional, mientras que el segundo está compuesto en la forma ternaria A-B-A, como una sencilla canción. En el tercer movimiento del concierto, Bartók propone un rondó lleno de ritmos de danza en los que, de manera particular, se detecta más la influencia rumana que la húngara.
Cuando Tibor Serly hubo terminado la labor de reconstrucción del Concierto para viola del compositor húngaro, el violista William Primrose, destinatario original de la obra, declaró que se trataba de un trabajo lleno de sensibilidad e inspiración, y que era una verdadera contribución al repertorio de la viola. El Concierto para viola de Béla Bartók fue estrenado el 2 de diciembre de 1949, con Primrose como solista, y la Orquesta Sinfónica de Minneapolis dirigida por Antal Dorati. Como interesante dato histórico cabe mencionar el hecho de que existe un viejo disco LP monoaural que contiene la grabación del Concierto para viola de Bartók, interpretado por el propio William Primrose, acompañado por la Nueva Orquesta Sinfónica de Londres dirigida por Tibor Serly. Es probable que no exista otra grabación de la obra en la que las intenciones originales de Bartók estén reflejadas con mayor fidelidad.

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