Montserrat Pérez-Lima
"Yo tengo mis sueños, sueños apasionados. Me llaman soñador, se ríen de mis sueños y de mis ambiciones", gritaba Peter Grimes ante la tormenta que se avecinaba. Quizá el reflejo de este personaje, calumniado y maltratado por las habladurías del pueblo, no podía más que resonar en la mente de Benjamin Britten, quien tomó aquel personaje del poema The Borough de George Crabbe para su ópera.
En 1941, en medio de la Segunda Guerra Mundial, Britten y su pareja, el tenor Peter Pears, se trasladaron a Estados Unidos, donde encontraron aquel poema que de inmediato atrapó al compositor. Más allá de la tragedia del personaje, Britten se identificó con aquel hombre oriundo de un pueblo pesquero de Inglaterra, como él mismo lo era. Así que, tras decidir regresar a su país en 1942, trabajó en el libreto junto con Montagu Slater y la ópera vio la luz en 1945 con Pears en el papel protagónico.
La trama gira en torno a Peter Grimes, un viejo pescador que es acusado de asesinar a sus aprendices. Ubicada en un pequeño y aislado pueblo pesquero, esta premisa basta para imaginar los chismes y la persecución de este individuo por parte de una comunidad inquisidora. No es de extrañar que, a pesar del carácter beligerante del personaje, Britten se conmoviera con su historia. Él y su pareja vivían con el temor de tener que ocultar su relación, pues en aquella época la homosexualidad era considerada un delito. Para muestra basta el caso de Alan Turing, el matemático británico que ayudó a descifrar los códigos nazis con su trabajo sobre la máquina Enigma. En 1952, fue declarado culpable de “indecencia grave” por su homosexualidad. Ante la opción de prisión o libertad condicional, eligió esta última, lo que implicó someterse a la castración química.
Si bien en 1967 se aprobó la Ley de Delitos Sexuales, que despenalizó los actos homosexuales privados entre hombres mayores de 21 años, Britten y Pears vivieron su relación en la privacidad. Pero, el tema de “la lucha de un extraño contra una sociedad hostil” se convirtió en un tema recurrente en sus óperas, quizá asociado con su propia vida.
Tras el éxito de Peter Grimes, Britten extrajo cuatro partes instrumentales para conformar la suite Cuatro interludios marítimos, que nos acercan a la trama de este paria. Dawn (Amanecer) nos sitúa en el pueblo pesquero, con los rayos del sol alzándose sobre una bruma de ambiente sombrío, donde Grimes es absuelto de manera poco convincente tras la muerte de su aprendiz en el mar. Sunday Morning evoca el fatídico día en que una turba enardecida asalta su casa. Moonlight da paso al desenlace demoledor del Tercer acto, cuando el cuerpo del segundo aprendiz es descubierto y Grimes huye hacia el mar a la luz de la luna. Finalmente, Storm (Tormenta) nos envuelve en la furia del océano, que refleja tanto la fuerza implacable de la naturaleza como la tensión interna del protagonista, quien perecerá en sus aguas.